PARLAMENTO DEL LAMENTO
Señor Director:
Me pregunto muchas veces si nuestra Constitución es absurda o si aquellos que la juraron son traidores a la Patria.
Nadie ejerce control sobre el Poder Ejecutivo y los actos de gobierno en toda las esferas.
Hasta el debutante Ministro de Economía, Miguel Peirano, continuó el estilo al presentar, ante el Congreso, el Presupuesto del año próximo a gusto obsecuente.
A la sombra de los legisladores oficialistas, el ministro autómata hizo su exposición, en la que, como viene ocurriendo en los últimos años, no se permitieron preguntas.
Sólo un diputado se paró y reclamó una explicación por la ausencia y negativa a las mismas. Sin dar lugar a respuestas, Peirano arrancó con su presentación.
En cualquier sistema democrático pluralista, las cámaras interpelan, piden informes y no admiten ausencias de quienes deben responder por su gestión y la transparencia de sus actos.
Estos siguen el ejemplo del mandatario, confundiendo el atril con el sillón de sus despachos, con diputados y senadores oficialistas que concurren a tomar cafe y decir presente.
Deben tener miedo a que las irregularidades o hehos graves presuntos se deriven a la justicia y caigan en manos de un juez honesto y de toga "bien puesta".
La mayoría impide interpelar, da quorum como le parece y pertenece a una casta que pretende ser elegida en octubre, ante un pueblo indiferente a su desidia. Mira para otro lado ante la suma de hechos de corrupción, que motivó el "raje" de algunos funcionarios.
Esta mayoría parece empleada del Jefe de Gabinete (con superpoderes) o estar "tocada por la vara mágica" de Julio De Vido que ostenta el récord de pedidos de interpelación (el que esquiva la investigación de los fideicomisos, maneja la plata "grossa" del Estado, etc., y lo "controla" su esposa, responsable de la Sindicatura General de la Nación: SIGEN).
Es ésta la cristanilidad que pregona el pingüino y la candidata heredera.
El pueblo no debe elegir lacayos o calienta sillas.
Dios, la Patria y el voto de rechazo al oficialismo deben demandar y castigar a los que ocuparon bancas para pulsar timbres complacientes.
El Parlamento de esta manera dejará de ser un lamento.
Saludos
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