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martes, 11 de septiembre de 2007

EL LIDERAZGO CESARISTA

El liderazgo cesarista
Las candidaturas y las alianzas concretadas son una muestra de la fuerte dispersión de los grandes partidos históricos. Cristina no conoce otra receta que la que aplicó su marido. Por Angel Anaya - Columnista.
BUENOS AIRES.- La inscripción de alianzas y posteriormente de candidaturas para las elecciones nacionales han sido testimonios elocuentes, no ya del grado de recomposición política, sino de la fuerte dispersión de los grandes partidos históricos. Pero ello sería bienvenido si no fuera porque la herencia de aquellos se disputa entre sus herederos sin un sentido realista del momento histórico. En compensación, la ciudadanía es un fuerte amortiguador democrático que el país había perdido hace innumerables décadas como acaba de demostrar, especialmente en Córdoba, renunciando a la violencia pese al alto grado de civilidad indignada. Tierra del Fuego, la ciudad autónoma de Buenos Aires y Santa Fe, son tal vez los distritos, a pesar de las diversidades de sus victorias, que mejor insinúan un florecimiento de la esperanza. El resto, en mayor o menor grado, no consigue desprenderse de las secuelas de la crisis para estructurar ofertas homogéneas a un electorado más independiente. Hace ya casi una década se publicaban periódicamente diccionarios o manuales con índices biográficos de nuestra clase política y sus militancias, que permitían orientar a electores y analistas para sus definiciones. Ahora, nadie lo intenta pues debería ser un mago para seguir el rastro migratorio de sus protagonistas.
La candidata presidencial oficialista acaba de fundamentarlo con su pragmatismo familiar: “nunca él (por Kirchner) representó un liderazgo tradicional en el peronismo. Construyó ese liderazgo y esa autoridad en base a buenos resultados. Lo mismo debo hacer yo; no conocemos otra receta”.

Cirugía constitucional
Ciertamente que se trata de un liderazgo cesarista forzado por las instituciones en crisis que, ante la irregularidad electoral de 2003, dejó al presidente electo sin otra alternativa. Pero de ahí a renovar esa receta institucionalmente tan costosa, media un abismo de incertidumbre que, salvo las excepciones señaladas, tan sólo deja ver lo que tal definición promete. No es raro, pues, que entre los “proyectos fundamentales” que inspira aquel concepto figure una reforma de la Constitución que actualmente se analiza en un círculo muy exclusivo seleccionado por la senadora Fernández de Kirchner y el jefe del Gabinete, y cuyo enunciado formaría parte de su mensaje de eventual sucesión presidencial. La seguridad con que la primera dama está dando sus pasos hacia el poder mayor, está fundada precisamente en las encuestas que, desde Misiones, suelen dar escasos testimonios de credibilidad, y en las que su esposo no confía ahora tras la experiencia misionera. Algo que todavía no ha resuelto la candidata oficialista y a lo que la generalidad de la oposición elude, es el pluralismo sindical. La crisis que atraviesa el moyanismo en la CGT y la muy escasa figuración de gremialistas en las listas de candidatos, puede ser un explosivo potencial. (De nuestra Sucursal)

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