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martes, 8 de marzo de 2011

CRISTINA JUEGA A MODERADA...OTROS NO


Análisis nacional
Mientras Cristina se modera, otros no

por Hugo E. Grimaldi

¿Qué significará ir “por todo”? El interrogante le viene haciendo los rulos desde hace 72 horas a gobernadores, intendentes, gremialistas, empresarios, periodistas y políticos de la oposición, pero también a los pejotistas que integran el Gobierno nacional. ¿Qué habrá querido decir el jueves pasado el secretario de Medios, Juan Manuel Abal Medina, cuando recordó en un encuentro de la juventud K que le había escuchado decir a Néstor Kirchner, unos días después de la derrota de 2009, “¿ahora vamos por todo?”, se preguntan. ¿Es ir por los cargos, por el poder, por las cajas, por la prensa, por la alternancia constitucional o por cuantos ítems se deseen agregar, aunque sea de a uno en fondo hasta completar la faena, tal como si se tratara de un juego de capturas?

Como quien lo dijo no es un cualquiera hoy en el Gobierno, ya que más allá de ser reconocido como un intelectual de muchísimo peso ideológico, Abal Medina hasta suena como candidato a vicepresidente de una eventual fórmula cristinista, la afirmación causó muchísima urticaria.

Pero como está claro que decir “por todo” no tiene dobles lecturas, bien vale poner la situación en contexto. La primera opción para tomar en cuenta en el análisis es que quizás lo que en aquel momento en boca del ex presidente sonaba a arenga de confianza para que no decaiga la moral de la tropa, hoy puede haberse convertido también en un grito de guerra para seguir avanzando, ya que las diferentes vertientes de la juventud kirchnerista vienen logrando cada vez mayores espacios dentro del Gobierno en cargos e influencia y muchísima atención de la Presidenta, debido a que las encuestas que ha encargado la Casa Rosada parece que señalan que son mayoría los menores de 35 años que votarían por ella en octubre, incluidos los que viven en la Capital Federal.

Al respecto, habría que considerar también dos aspectos de la realidad económica referidos a la juventud: ninguno de esos votantes ha conocido los males prácticos de las hiperinflaciones aunque, en contrapartida, si todavía alguna cifra del tan controvertido Indec resulta confiable, no todo para ellos es color de rosa, ya que las estadísticas dicen que más de la mitad de los desempleados y subempleados de todo el país son menores de 30 años, aunque buena parte de ellos podrían estar recibiendo planes sociales.

Todo ese grupo de jóvenes políticamente muy activos, enrolados sobre todo en La Cámpora que ha organizado casi desde la nada Máximo Kirchner, es hoy parte del mismo entorno que le dice a la Presidenta, por ejemplo, que no se necesita más el aparato del PJ para ganar, que con los votos propios basta y que por eso hay que meter colectoras en todos lados para convocar a que los aliados de la izquierda avalen el proyecto y le minen poder a gobernadores y sobre todo a los intendentes del GBA. Son los mismos que, casi sin argumentos para refutar la realidad, creen de modo bien militante y agresivo, y así lo expresan a través de la prensa oficialista, que cuando el periodismo no regimentado habla de inflación o de inseguridad lo hace para minar al Gobierno y para que la gente no lo vote y no como una descripción honesta de lo que está pasando en la calle.

No en vano, Cristina Fernández le dedicó a la juventud conceptuosos elogios en su discurso del martes ante la asamblea legislativa y los puso en el pináculo, casi como si de la noche a la mañana hubiese cambiado la tradicional “columna vertebral” del peronismo. La referencia al gremialismo no es vana, ya que en esa alocución la Presidenta les dijo a los sindicalistas que ella quiere “seguir siendo compañera de mis compañeros de los sindicatos y no cómplice de maniobras que siempre terminan perjudicando a los trabajadores”.

El periplo discursivo de Cristina, que comenzó ese día con las “certezas” del modelo por las cuáles “queremos quedarnos nosotros”, cerró con un pedido (“no tengan miedo a la juventud, a esos miles y miles de jóvenes que se han volcado nuevamente a la política... que no creían en nada ni en nadie y que han vuelto a creer”) y con la seducción electoral hecha deseo de darle “la oportunidad a los jóvenes de tener un país diferente”.

El segundo punto a verificar es si la frase de Abal Medina estuvo dirigida por elevación también a la Presidenta, lo cual abre un interesante matiz al ir “por todo”, ya que ésta se distinguió en la semana por ponerle paños fríos a cuanto exceso de los ultras observó como piantavotos. Política de raza al fin y en un equilibrio muy evidente, la propia Cristina puso mucho empeño y tacto en desarmar todo aquello que le suena irritante a los votantes independientes, dentro de los cuáles tiene mucho peso la clase media, que en su mayoría es políticamente “gorila” por formación, pero que suele adorar a quien le ayude a solucionar sus penurias económicas de coyuntura y que, por estos días, hasta parece comerse gustosa el caramelito de la inflación.

En esa línea, hay que anotar la relativización de la reelección eterna que impulsó y no por “tonta”, como ella justificó, la diputada Diana Conti. La Presidenta dijo en el Congreso que “si no he podido lograr que me aprueben el presupuesto... ¿alguien me puede explicar cómo voy a lograr una reforma constitucional?” y ante la pregunta, la respuesta más simple que viene a cuento es un añadido: “Si en octubre me votan a mí y a mis legisladores”. También Cristina se mostró activa para apagar el dislate de los llamados intelectuales K, tras la ofensiva que propiciaron algunos de ellos para prohibirle al último Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, que abra la Feria del Libro, debido a que se había referido desdorosamente, alegaron, “a la Argentina y al matrimonio Kirchner” y, de paso, porque expresa “las recalcitrantes ideas de la derecha”. Más allá del evidente macartismo de la situación, el primer revuelo partió de la simbiosis entre país y gobernantes que blandieron esos pensadores para solicitar la censura, que disfrazaron diciendo que no se oponían a sus conferencias de escritor, pero que consideraban una “provocación” que sea él quien inaugure la feria. Pero además de la bajeza ideológica, la situación demostró que la pretendida reserva intelectual del kirchnerismo está mal informada, ya que las ideas de Vargas Llosa, que desde su marxismo más juvenil transitaron hacia un liberalismo muy amplio, incluyen desde hace bastante tiempo la defensa de principios muy caros al progresismo, entre ellos la legalización de la droga, la igualdad para los homosexuales o el derecho al aborto.

En octubre pasado, apenas recibió el Nobel, el escritor español Javier Cercas, un insospechado intelectual “de izquierdas”, describió en el diario El País una de las virtudes más nobles de Vargas Llosa, de quien dijo que “nunca considera a un hombre equivocado un hombre inmoral”, tal como pretendieron mostrarlo los pensadores K y hasta el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.

Hoy, a la distancia, vale la pena repasar un párrafo de ese artículo dedicado a describir la amplitud de ideas del peruano que, por contraposición, debería hacer poner colorados a quienes organizaron esa ofensiva desde una postura tan autoritaria, porque actuaron exactamente a la inversa:

“Cuando ataca las ideas, (Vargas Llosa) nunca lo hace caricaturizándolas, es decir debilitándolas, lo que en un pensador es síntoma de intolerancia y de impotencia, cuando no de vileza, sino exponiéndolas con la máxima fuerza, rigor y nitidez para luego lanzarse a refutarlas en buena lid y en campo abierto. Esto no es de derechas ni de izquierdas, ni reaccionario ni progresista: esto es algo que está mucho antes que todo eso y se llama honestidad y coraje”.

En su tarea de reparación de entuertos, la Presidenta tuvo que levantar el teléfono para ordenarle al líder de Carta Abierta, Horacio González, que retire la carta que había mandado a los organizadores de la feria. Además, y en medio de la advertencia a los gremios que hizo en el Congreso, Cristina retó muy fuerte a los sindicalistas por los trastornos en los servicios públicos, lo que fue también un modo de congraciarse con quienes sufren desde hace muchísimos años complicaciones en sus viajes en tren o en avión.

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