La gente INTELIGENTE habla de IDEAS, La gente MEDIOCRE habla de COSAS, La gente IGNORANTE habla de la GENTE

adsense

jueves, 10 de marzo de 2011

PARÁSITOS


CUESTIONAR A LOS PARÁSITOS

Por Alberto Medina Méndez

La degradación moral de una sociedad tiene muchos síntomas. Pero misteriosamente algunos prefieren apuntar su artillería buscando culpables en retorcidos ámbitos, cuando en realidad las explicaciones están a la vuelta de la esquina, mucho más cerca de lo que creemos.



Y es que hemos naturalizado el concepto de que muchos, demasiados deben esforzarse, trabajar y producir, generando riqueza, para que otros, sin hacerlo puedan gozar de los beneficios del mérito ajeno. Estamos rodeados de parásitos, y lo más grave del caso es que nos estamos acostumbrando a ello. Convivimos a diario con gente que ha elegido la más fácil, la de no hacer, la de dejar que otros lo sostengan, la de victimizarse responsabilizando a cuanto monstruo real o imaginario tenga a su alcance.



Que los beneficiarios directos de ese magnífico negocio de vivir del esmero ajeno, apruebe esta actitud generalizada no debe sorprender. Después de todo, maximizan su propia ecuación. Mínimo sacrificio, largamente compensado por cuantiosas ventajas recibidas sin más merecimiento que el de autodefinirse como postergados, minusválidos y mártires del sistema.



Lo paradigmático, es que los esquilmados, los que se esfuerzan, los que han elegido el camino más complejo y agotador, pero más honroso por cierto, se hayan acoplado tan mansamente y acepten con tanta condescendencia esta nueva moralidad impuesta, convirtiéndose en verdaderos esclavos.



Los creadores, los que están dispuestos al riesgo, los que trabajan de sol a sol, poniendo en ello no solo su esfuerzo físico, sino fundamentalmente su cerebro, su ingenio y talento, su preocupación y compromiso, se vienen resignando a esa nueva posición, la de los expoliados, esos que trabajan para que otros disfruten de su empeño.



Hasta que punto hemos perdido el norte en esto, que quienes crean riqueza y producen, no solo son exprimidos, sino que además son fuertemente criticados, convirtiéndose en el blanco preferido de las ideologías dominantes.



Los parásitos han ganado la más importante de las batallas, la moral. Nos vienen convenciendo que son merecedores de este presente, que este es el camino adecuado, y que los esquilmados deben, además, aplaudir esta modalidad. Están ganando la contienda intelectual, al punto que ningún partido, movimiento político, ni sectores de la intelectualidad, se anima a cuestionar en voz alta, en público, esta atrocidad sistémica y estructural que ni siquiera propone retirarse progresivamente y ya ni precisa justificar su transitoriedad como en otros tiempos.



Cuando alguien intenta objetar esta realidad, lo hace con culpa, pisando como en terreno minado, eligiendo las palabras justas para no decir lo políticamente incorrecto. Definitivamente nos vienen torciendo el brazo, al punto de acallarnos. Nos están convenciendo de que lo moralmente adecuado es que algunos trabajen duro, para que otros disfruten de los frutos del esfuerzo ajeno.



Con esa lógica, no solo han conseguido la aceptación popular de que los que más tienen los deben sostener económicamente, sino que además deben hacerlo sin chistar. La represalia es automática y la amenaza constante es ser considerados indecentes, insensibles, avaros y ambiciosos. Es que los aprovechadores no admiten cuestionamiento alguno a su forma de vida.



Y a no equivocarse, cuando hablamos de parásitos no solo nos referimos a los que reciben la dádiva estatal del eufemístico concepto de las políticas sociales, también hablamos de los pseudoempresarios que viven de la prebenda y crecen a la sombra de los favores públicos, a los que han elegido como medio de vida a la política para financiarse con puestos públicos, porque son incapaces de triunfar en sus profesiones u oficios y a los buscadores de privilegios que pululan por doquier.



Alguna vez Ayn Rand dijo “El hombre que produce mientras los demás disponen de su producto es un esclavo“, y un poco más profundamente valdrá recordar otra de sus reflexiones “Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario."



El escenario es difícil no porque ellos vengan ganando la disputa, sino porque los que financian esta fiesta con su esfuerzo han decidido callarse, entregarse dócilmente, casi como esclavos, asumiendo que deben trajinar incansablemente no solo para sí mismos, sino también para mantener este perverso sistema que se profundiza cotidianamente sin indicios de modificar su rumbo un solo centímetro.



Habrá que juntar coraje para dar la batalla donde corresponde, en el campo de las ideas, perdiéndole el miedo a los fantasmas, a las corporaciones y al intimidante poder del discurso hegemónico.



Será importante tomar fuerzas, y para ello es relevante asumir quienes están haciendo lo correcto, y quienes no. Porque los parásitos podrán seguir esquilmando a la sociedad por algún tiempo, le podrán quitar sus recursos, sus esfuerzos, vivir de sus talentos e inteligencia, y al mismo tiempo criticarlos con vehemencia. Lo que no podrán obtener nunca de ese modo es dignidad, respeto y autoestima. Eso solo se consigue cuando se tiene integridad moral.



Por algún lado debemos empezar. Tal vez sea buena idea, al menos dejar de aplaudir a los parásitos. Ellos también se alimentan de la aprobación de todos. Señalarlos con un dedo puede ser el camino. Identificarlos todos los días en vez de adularlos puede ser un primer paso. Tal vez sea hora de cuestionar a los parásitos.

No hay comentarios.:

Chiste de la semana

Chiste de la semana