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domingo, 6 de marzo de 2011

TONTERÍAS


El gobierno sin otro adversario que sus propias "tonterías"

La estrategia kirchnerista avanza sin obstáculos. La presidenta
prepara su candidatura -aunque en el Congreso haya dicho otra
cosa-, se aleja del PJ y confía en que la oposición no se una.

por Sergio Crivelli

La apertura de las sesiones del Congreso ofreció una instantánea exacta de la actualidad política. En el centro, la presidenta Cristina Fernández, dueña de la iniciativa y con un discurso reelecionista. En las bancas, un tercio de la dirigencia aplaudiendo alegremente hasta las erratas y los dos restantes en silencio, divididos y sin respuesta; la imagen viva de la impotencia.

¿Se mantendrá invariable esta imagen hasta octubre? El gobierno apuesta a que sí. Por eso construyó un discurso cuyo punto central es el consumo, aunque recaliente la economía. No va a renunciar a esa herramienta, porque es la más efectiva para quedarse otros cuatro años en la Casa Rosada. Por eso la palabra inflación está prohibida.

Por eso también la política monetaria expansiva que en el mediano plazo tendrá efectos nefastos; por eso se convalidan aumentos salariales superiores al 30% y se sigue pagando deuda con reservas. Hasta se multiplican los feriados para facilitar el consumo masivo. Producir no importa, lo que cuenta es que la mayoría de los votantes sean consumidores satisfechos a la hora de entrar al cuarto oscuro.

El complemento político de la apuesta al consumo es el personalismo. Desde el poder se insiste con el culto a la personalidad de Néstor Kirchner, pero la batalla electoral la librará su viuda sin otro auxilio que el aparato de propaganda oficial y paraoficial. El kirchnerismo cree que la que puede ganar la votación es ella y que la estructura partidaria no cuenta, lo que sumió en el estupor primero y el enojo más tarde al grueso del peronismo.

Los gobernadores pasaron a ser comparsas de segunda fila y los intendentes de tercera. Entre los primeros la excepción la constituyen Jorge Capitanich -que podría completar la fórmula con la presidenta- y el tucumano José Alperovich. En la provincia de Buenos Aires, los ultra "k" no solo quieren sacar ministros, sino hasta ponerle el compañero de boleta a Daniel Scioli. La corporación política está en retroceso y la sindical, también. Hugo Moyano recibe un trato frío de la Casa Rosada y no tiene ninguna garantía sobre su incierto futuro.

El voluntario alejamiento en vísperas electorales de un candidato peronista del aparato partidario y sindical es una novedad absoluta. El martes hubo una visible disminución de manifestantes en los alrededores del Congreso. La policía calculó un 30% menos que en 2010. La razón sería la decisión de los intendentes del conurbano de no aportar micros, ni movilizar "militantes". Nadie sabe con exactitud cuántos votos suma la máquina del PJ, pero apenas un 1 o 2% pueden resultar decisivos para ganar en primera vuelta.

La oposición, entretanto, no consigue producir candidatos competitivos. Durante la semana que acaba de concluir lanzó su candidatura el radical Ernesto Sanz, pero no tiene chances reales de vencer a Ricardo Alfonsín. Su objetivo es legitimar al hijo del ex presidente y recuperar la dirigencia que había apoyado inicialmente a Julio Cobos, el único radical que tuvo en algún momento posibilidades ciertas de vencer a los Kirchner.

Alfonsín parece funcional al gobierno y después de numerosas muestras de adhesión hizo un gesto "opositor" abandonando el recinto antes de que concluyera el discurso de la presidenta, pero los verdaderos opositores -por ejemplo, Elisa Carrió- ni siquiera concurrieron.

Mauricio Macri, por su parte, debe esperar a que se reordene el peronismo federal para poner las bases de una alianza que le permita competir más allá de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano.

En este panorama las únicas amenazas que enfrenta la presidenta provienen de sus propios dirigentes. La diputada Diana Conti lanzó la idea de una reforma constitucional para habilitar la reelección indefinida que debió ser desmentida ante las dos cámaras del Congreso. Admitió haber estado "tonta" con esa iniciativa, pero el problema no reside en su agilidad mental, sino el hecho que desde el oficialismo cualquiera dice cualquier cosa sin el menor filtro, algo que en vida de Néstor Kirchner no ocurría.

Con la torpeza de Conti sucedió como con la brillante propuesta de un bibliotecario de censurar al Premio Nobel Mario Vargas Llosa. El error lo comete un funcionario que la opinión pública ignora, pero lo paga alguien muy conocido: la presidenta.

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