INCOMUNICACIÓN................
“INCOMUNICACIÓN Y PENSAMIENTO CONCRETO OFICIAL.”
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse
La predilección más desarrollada del actual poder conyugal, es el ataque a la prensa independiente y su descalificación sistemática.
La presidente hizo más de veinte discursos oficiales desde que asumió y en todos ellos, sin excepción, atacó a algún medio de comunicación, haciendo a veces sintonía fina sobre alguna persona, periodista, dibujante o directivo.
Ya ha llegado a un límite, casi enfermizo, que parece sin retorno.
Como el que tenemos es un gobierno que no tiene el menor interés en comunicar los actos de su gestión a quienes han sido y son sus mandantes (el pueblo) entonces cabe preguntarse si se trata de un gobierno mandatario, o de un gobierno “comandador”.
Pero los gobiernos comandadores, se hallan, sin excepción, inscriptos en ejemplos de la historia como las más famosas monarquías absolutistas o como las tiranías de las comarcas arrasadas y conquistadas por algún señor feudal o un príncipe totalitario. Y en esos climas, sin la menor comunicación, ha campeado siempre por doquier el “rumor” y la “versión”, acciones humanas que naturalmente tratan de llenar aquel vacío con suposiciones o creencias armadas en base a indicios absolutamente subjetivos.
Pero también, por idéntica razón, se perfecciona como un anticuerpo, la investigación objetiva del periodismo sano, convirtiéndose en el acto en el mayor terror del poder.
La información bastarda cualquiera sea, de las improvisaciones del gobierno (como que planes no tiene ni quiere tener) es vendida por veinte dineros a algunos medios de comunicación que prometen lealtad, bien conocidos ellos, o es deslizada para que se haga decir al pueblo de modo informal, por boca de algún lacayo de apellido español, siendo siempre tan ambigua como para que pueda ser desmentida muy fácil luego, con simétrica ambigüedad.
Pero el rumor en un gobierno “comandador” no es algo de lo que sea víctima por su hermetismo “prudente”, sino, precisamente, resulta en la mayoría de los casos, producido por sus propios siervos, naturalmente cumpliendo órdenes del autócrata que manda y que ha sido quién ha diseñado tal especie propaladora con algún fin determinado.
En otras ocasiones, ocurre que la solución que se adopta en el gobierno es, precisamente, la que le está indicando la versión ó el rumor que fue engendrado en el pueblo mismo, como el más lógico escenario esperable para un momento determinado luego de haberse observado el clima irresoluto.
Casi todos estos regímenes caen, más tarde ó más temprano, víctimas del rumor. Del propio rumor ingénito, del inducido o del externo, toda vez que la incertidumbre y el descreimiento, convierten a la sociedad en una masa refractaria que se aísla y se “protege” hasta de las verdades más puras reluctando sin distinciones lo que viene y lo que va.
Y así, por ejemplo, una “desmentida” se toma como confirmación, una “proclama” como el aviso del próximo engaño y un “gesto político” como burda señal de algo contrario a su sentido normal ó cotidiano.
Todos se obligan, así, como autodefensa, al fariseísmo, a la apostasía y al cinismo en niveles superlativos.
Un pueblo de ácratas reacciona luego de un modo que es función directa de su mansedumbre y de su instinto de conservación.
Pero el instinto de conservación colectivo suele no existir en una Nación sin Estado y es por eso que sólo han de prevalecer allí las conductas individuales como estigma de los bordes confusos de la tolerancia y la dignidad. El rumor y la versión, subproductos pues del colapso de la comunicación de los actos de gobierno, son también un correlato de una evidente primacía de la incultura y del llamado pensamiento concreto.
La cultura no tiene una relación lineal con la honestidad y tampoco con la eficiencia. Sólo se puede decir que provee un poco más de herramientas objetivas para creer en ellas como modo de vida.
El llamado “pensamiento concreto” está definido por un decálogo de características que puede encontrarse con mayor frecuencia en determinado tipo de individuos, en general sin cultura.
Lo peligroso de este tipo de personas, es que algunas veces, acceden a cargos de una enorme responsabilidad y, desde ellos, producen un daño contingente radial que emerge naturalmente de una conducta aplicada al mando, dictada por las convicciones de un subesquema inflexible.
Trátase de una “visión de túnel” que supera incluso a cualquier convicción religiosa y que ellos deciden incorporar como dogma a sus comportamientos y a sus reacciones sociales.
Las personas de poca cultura no llegan, comúnmente, a desarrollar un pensamiento abstracto elevado.
Se mueven, por el contrario, en unos niveles intelectuales simples y concretos, de los que son notas características las que pueden verse en el siguiente decálogo:
1) Dificultad para distinguir entre medios y fines.
No se logra disociar, por ejemplo, ciertas prácticas religiosas concretas, de los objetivos espirituales a cuyo servicio se hallan semejantes prácticas.
2) Dificultad de adoptar puntos de vista hipotéticos, de ponerse en el punto de vista de las personas ó los grupos cuyos criterios no se comparten.
Inhabilidad para usar la categoría intelectual del “como si”.
3) Necesidad de clasificar los acontecimientos en categorías descriptivas simplistas y escasas.
Se toleran mal las situaciones ambiguas, y se reduce la variedad tonal del mundo, a un drástico claroscuro, donde las cosas han de ser ó blancas ó negras necesariamente.
Los matices y las posiciones intermedias se rechazan.
4) La toma de datos es escasa y breve, se clausura pronto el sistema informativo del sujeto, y éste emite juicios simplistas rápidamente.
El individuo necesita estar seguro en el acto, y ello alimenta su credulidad y la ligereza en el juicio.
5) Ausencia de indagaciones etiológicas, esto es, en torno a las causas de los acontecimientos.
Escasez de reflexiones sobre las consecuencias de los mismos.
Se tiende a describir y evaluar lo que ocurre, sin entrar en los porqués, ni en las repercusiones de los acontecimientos.
6) Juicios morales tajantes, generalmente condenatorios de todo aquello que no entra en sus expectativas usuales.
Rechazo de lo insólito, hasta que es sancionado por los usos.
Etnocentrismo y creación de fronteras muy marcadas entre el grupo propio y grupos distintos.
7) Predominio de los tabúes, condena muy dura de los desviacionismos de todo tipo (ideológicos, políticos, etc.).
8) Escasa distinción de las fronteras psicológicas entre el yo personal y las actitudes y la conciencia del grupo.
Monismo psicológico, vida en simbiosis con la comunidad.
Lenguaje estereotipado.
9) Escasa conciencia de auto disponibilidad, como agente libre de su propia vida. Autodefinición en términos de instrumento de una voluntad ó poder superior. Identificación sumisiva con las figuras de autoridad y espíritu de dominancia respecto de los inferiores.
10) Concepción del poder como un estadio moral desde el que se debe “iluminar” a los demás en la convicción de los dogmas propios.
Quien no entra en esa convicción, debe ser señalado y demonizado por cualquier medio y modo.
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