LA ÚNICA CHANCE
LA ÚNICA CHANCE DE SALIDA
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (13/5/2008)
Lo insoportable para ella, es que se le noten demasiado los gestos de miedo.
Sin la menor exageración, tiene tres cuartas partes de la estantería nacional desparramada por el piso.
Copió la peor parte de la comunicación gestual demagógica de su marido y le agregó por su cuenta una fábula de capítulo victimal por su trágica condición de mujer que supuestamente es rechazada y atacada.
Ha imaginado, no sin causa, un escenario negro demasiado cerca, y aún sin conocer la teoría de la inevitabilidad del conflicto y el colapso que planteara Tucídides en el 400 (a.c.), tuvo el reflejo del boxeador que siente por primera vez un golpe terrible. Mareada y sonriente, miró al rincón buscando ayuda.
No ha de saber nada , ni ella ni el gobierno hasta dentro de un tiempo, pero al ser participantes promotores y activos de un conflicto, deberían recordar la advertencia de Tucídides, hace más de dos milenios, sobre que la creencia en la inevitabilidad de un conflicto puede convertirse en una de sus principales causas. Cada bando, creyendo que acabará en guerra terminal con el otro, realiza entonces preparativos bélicos razonables, que son interpretados por el bando contrario como una confirmación de sus peores miedos.
A partir de ese momento, ha empezado a preparar su defensa personal para cuando llegue aquel escenario inevitable. Pero no prepara, como se cree, la defensa del país, sino la de ella misma, en modo objetivamente personalísimo y como único bien en peligro a preservar.
Un criterio tan autocontemplativo, como que está inspirado en su instinto de supervivencia.
Imagina, apoyada en una ceguera que es desquiciadamente soberbia :
Cuando llegue el momento más complejo, deberá ser salvada por los grupos que ella y su esposo decidieron disfrazar de “pueblo”. Que son todos los que fueron forrados con la chequera oficial, la C.G.T., los piqueteros y los grupos de acción intermedia que tomaron por asalto el control patrimonial de los derechos humanos (los fiscales populares de la verdad revelada sobre la lesa humanidad).
Todos ellos están virtualmente designados y preparados para actuar como los representantes del pueblo. Y en tal condición, saldrán a la plaza o a la calle a defender a una señora que encarna la democracia y las instituciones.
Lo harán con la enorme ventaja de poder actuar en forma orgánica y con la estructura conductiva de las falanges.
Romperán la crisma de cualquier persona que salga a la calle a protestar y se presentarán como la verdadera expresión popular : Los Guardianes de la Democracia. La Policía Ciudadana que puede ejercer la coerción del Estado en mérito al colapso programado en el ejecutivo, de esa augusta potestad.
Por eso… debe hablarles, cada día.
A ellos se dirige en sus discursos de foco y de cubículo.
Ellos son el “público” ortopédico que es llevado en colectivo para rodear sus atriles por todo el país.
Y ellos serán también el público convertido en “pueblo verdadero”, que tendrá a su cargo salir a la calle a defenderla y a protegerla.
A ellos les habla en estos días… transida de miedo… y a ellos les hace llegar los fondos de la caja para que tomen conciencia de su rol insustituible :
Se cae ella y no habrá más fondos para nadie.
Son el pueblo “armado” y financiado por ella.
Son sus custodios ahora y lo serán mañana.
Retomarán rápido cualquier plaza o cualquier ruta, a los golpes, y serán los árbitros policiales de cualquier expresión adversa que no haya conseguido su permiso o su bendición. En este esquema, radica una profunda y abierta instigación a la división social que se viene haciendo desde su atril, como práctica política mussoliniana.
Así, ha establecido esta señora, la tajante y clara demonización de las elites para señalárselas a estos “grupos” como los íconos definidos de la mayor amenaza democrática de la historia.
En eso apoya su prédica y su velada invitación permanente al enfrentamiento civil entre ricos y pobres, entre los desposeídos y los especuladores, entre trabajadores y empresarios perversos, entre los protestatarios justos y los que son conspiradores.
Y así es, como comete abiertamente, sin dudas, el grave delito de promover la fractura social y de estimular su descomposición en vectores de violencia que ya han sido puestos a funcionar para inscribirse en cualquier escenario de choque.
La protesta popular generalizada es hoy el trágico correlato de la inexistencia absoluta de una oposición que pueda liderar, concentrar y/o representar el disenso de la ciudadanía.
Y por idéntico motivo, lucen fulminados los mecanismos de sustitución de la democracia. Suman con ello, el argumento de su valor como última ratio.
El delito del poder es más grave aún, porque lo que se ha propiciado aquí, es no sólo la fractura social y acaso el enfrentamiento civil, sino, peor que eso, que no haya otra chance de salida que no sea la anarquía.
Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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