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lunes, 18 de enero de 2010

RELATO VERSUS REALIDAD




Los argentinos deben comenzar a discernir la verdadera problemática que subyace inalterable desde el comienzo mismo de la llegada de Néstor Kirchner a la Presidencia: ambición personal y la vocación de poder hegemónico.

Por Gabriela Pousa (*)

Más allá del entramado de internas, dichos y diretes que rodean a la crisis institucional argentina, hay una realidad inexpugnable que ha quedado en evidencia. Los Kirchner están sin fondos para hacer frente al desorbitante aparato clientelista que vienen manejando desde el principio de su mandato, y a la instrumentación de su concepción política.

Ese dato surge, entonces, como un punto de inflexión indiscutible frente a los posibles escenarios futuros en contrapartida a aquello que pasó hasta tanto la mentada “caja” estuvo abultada. La metodología kirchnerista que permitió al matrimonio presidencial permanecer en el poder más allá de lo razonable -si sólo se considera lo que han hecho (o deshecho) a lo largo de su “gestión”-, se basó justamente en el manejo discrecional de fondos, y en la severa crisis ética y moral que subyuga a la sociedad argentina en general, y a la dirigencia en particular.

Su poder se construyó a fuerza de aprietes (Guillermo Moreno, Secretario de Comercio, fue sin duda el gran bastión), extorsiones, clientelismo sin limitaciones, y manejo arbitrario de las intendencias y gobernaciones. A su vez, el Congreso Nacional fue eje de similar operativa en tanto la compra-venta de voluntades estuvo a la orden del día. Para que todo ese engranaje, que conforma el corazón mismo de la concepción política del kirchnerismo, funcionara aceitadamente, sin obstáculos, fue necesario dilapidar los famosos “superávit gemelos” que tanto ponderaba Cristina Fernández en sus constantes diatribas, elocuentes en el modo pero vacías en el fondo.

Hoy, el gobierno ha quedado sin su principal herramienta de “trabajo”. Mantener a los gobernadores alineados, controlar la calle (es decir a los diferentes grupos piqueteros satisfechos), y lograr que diputados o senadores se den vuelta en sus opiniones de la noche a la mañana será una tarea de Sísifo.

Por estas horas, Néstor Kirchner pergeña el reemplazo de aquella arma de fuego con la cual supo dominar la escena para no quedar como el rey desnudo de la fábula. La pregunta del millón es si acaso, Kirchner, podrá hallar una alternativa tan efectiva como le ha sido, en los primeros años, el manejo de la “caja” como sinónimo de “administración”.

Las posibilidades no parecen ser muchas. Por otra parte, es dable aceptar que la sociedad en su conjunto ha dado muestras de un incipiente “darse cuenta”, aun cuando -en ocasiones- pueda observarse una letanía semejante a un estado de tregua. Ni antes ni después, y muchísimo menos en estos días, puede hablarse de intención alguna por desestabilizar al gobierno si se tiene en cuenta la conducta ciudadana de paciencia casi ilimitada, y la parsimonia de aquello que, quizás en un dejo de esperanza, sigue llamándose globalmente: oposición.

Esas posturas disidentes que enfrentan al Ejecutivo se esparcen a lo largo y a lo ancho del país abarcando no sólo a los restantes partidos o estructuras políticas sino al seno mismo de aquello que se dio en llamar “kirchnerismo”. Funcionarios cercanos al ex mandatario son concientes de la seguidilla de errores que comete su jefe a diario. Sin ir más lejos, basta analizar el proceso que derivó en la crisis relacionada con el uso de reservas del Banco Central para advertir que el problema ha sido originado, ni más ni menos que en la alcoba de Olivos o en el despacho presidencial de Balcarce 50 más que en ningún otro sitio.

De no haber existido el atropello del decreto de necesidad y urgencia que firmara Cristina Kirchner, la ciudadanía no habría reparado en la existencia de reservas en pleno receso veraniego, y mucho menos en el uso que se le dio y da, o pretende dársele a éstas. Recuérdese que no ha habido reacción alguna cuando esos fondos fueron utilizados para el pago al Fondo Monetario Internacional sin que existiera tampoco necesidad ni urgencia.

Por otra parte, cabe sincerarse y aceptar que crisis tan complejas como la actual han sido, sino superadas por el gobierno, a mejor dicho dejadas de lado utilizando un siniestro manejo de distracción, y manejo de masas a través de los medios de comunicación. En este aspecto, se observa también un cambio sustancial aunque aún no definitivo.

El kirchnerismo ya no tiene pleno dominio sobre los medios masivos, por el contrario puede decirse que la sanción de la Ley de Medios y el constante batallar contra el periodismo le ha dado vuelta la taba y la misma no cayó a su favor. Aún así, negocios son negocios y en ese encuadre busca ahora Néstor Kirchner hallar la llave para destrabar una gestión socavada desde su base.

Así como la mirada debe centrarse en el Poder Judicial que, en los últimos meses, ha marcado o intentado demarcar el límite del accionar oficial, es menester que la ciudadanía comience a discernir entre realidad y relato oficial más allá del chisme, el anecdotario y la “primicia” que muchas veces resulta furtiva o efímera, mientras la verdadera problemática subyace inalterable desde el comienzo mismo de la llegada del santacruceño a la Presidencia, y se reduce a su ambición personal, al poder hegemónico y al intento de permanencia en un rol que ya ha dejado de ser válido a un gobierno democrático.

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