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sábado, 22 de agosto de 2009

CARIPELAS DEL BAÑERO



Las dos caras del doctor Duhalde
El ex presidente genera tantos consensos como rechazos en su intento por erigirse en el gran “articulador” del postkirchnerismo. Balancea a de Narváez con Scioli y a Reutemann con Solá. El deseo profundo de volver a la Presidencia y la obsesión por “blanquearse”.
Por Ignacio Fidanza

“El primer objetivo de Duhalde es limpiar su imagen, todo lo que hace se vincula a recuperar prestigio para su apellido. Si después, logra reconstruir una fuerza política poderosa y hasta terminar en la Presidencia, buenísimo, pero eso es secundario”, afirmó a La Política Online uno de los hombres que suele hablar con el ex presidente.

¿Qué pecados, que secretos inconfesables, atormentan a Duhalde que está tan preocupado por “limpiar” su imagen? Sólo él lo sabe, pero no es un tema para minimizar, en cualquier análisis que se haga sobre el ex presidente.

Sin embargo, esta lectura apunta a una parte, no todo el comportamiento del ex presidente. Complejidad que explica el discurso contradictorio de Duhalde en relación al poder. Es verdad que algunas de sus acciones –mandar a escribir libros, dar conferencias, jugar a gran componedor-, apunta en la dirección de sumar prestigio.

Pero como animal político que es, en el camino suma poder, se tienta, observa espacios y avanza. Esa dialéctica y su habilidad natural para el juego lo ubican objetivamente, en una disputa por el poder en la que ofrece no pocos flancos y contradicciones.

Como nunca quedaron en claro los límites de su buscado rol de gran elector, con la reciente desautorización violenta que le dirigió Carlos Reutemann. El senador se violentó cuando leyó a Duhalde en La Nación intimándolo a que lance su candidatura presidencial. Y con una viveza que no se le conocía, le devolvió la jugada postulándolo a su vez. El santafesino sabe muy bien que Duhalde hoy enfrenta niveles de rechazo social al nivel de los Kirchner o incluso mayores. Fue una manera de exponerlo a preguntas incómodas.

El cerebro detrás de esa movida fue el salteño Juan Carlos Romero, que al igual que muchos dirigentes del interior tienen una profunda desconfianza hacia el ex presidente.

Frente a esto, Duhalde alienta la candidatura presidencial de Felipe Solá, que mañana se lanzará en el camping del sindicato de empleados municipales de Luján. Se trata claro está de un lanzamiento vergonzante el que están organizando los felipistas Ismael Pasaglia, Eduardo Amadeo, Raúl Rivara y Roberto Mouillerón, disfrazado de “congreso de la militancia”.

La anticipada salida de Solá es una manera de empezar a marcarle la cancha a Reutemann –en la mirada de Duhalde-. Esto no significa que el ex gobernador sea un peón -o un alfil- dócil en la mesa de arena del ex presidente. Son procesos dialécticos con interlocutores que se conocen tanto como se desconfían. Alianzas forzadas por intereses, que pueden cambiar.

Como sea, la posibilidad de choques y desgastes entre los potenciales candidatos peronistas a suceder a Kirchner, no deja de ser funcional a Duhalde. "Siempre hizo lo mismo, te rodea, ya sea para controlarte o para desgastarte, así al final, por descarte, queda él. De ninguna manera Duhalde niega la posibilidad de candidatearse a Presidente, si ve una mínima luz se va a lanzar", afirmó a La Política Online un ex intendente del Conurbano que conversa habitualmente con el ex presidente.

Mientras que un diputado que suele frecuentarlo agrega misterioso: "Sigue negándo que le interese la Presidencia, pero con menos énfasis que antes".

Es que la relación en general de los peronistas que interactúan con Duhalde tiene esa doble faz. Le reconocen cierto talento político, pero al mismo tiempo arrastran recelos y acumulan historias de pequeñas traiciones, que terminan cediendo ante una realidad: la orfandad notable en el peronismo no kirchnerista de un liderazgo aglutinador que reemplace al que insinúa el ex intendente de Lomas de Zamora.

Scioli y De Narváez

En ese rol de tirititero que tan bien le sienta, Duhalde repite in extremis una vieja y efectiva receta: generar enfrentamientos, para reservarse cuando llegue el momento adecuado, el lugar de la última decisión. A veces le sale y a veces no, pero no por ello abandona el método. Es que sin el factor ordenador de la caja, Duhalde se ve en la necesidad de recaer ni mas ni menos que en la política más tradicional, con todo lo fascinante que tiene de intrigas y jugadas a varias bandas.

Por ello, luego de la derrota retomó los contactos con Daniel Scioli, en un mensaje directo a Francisco de Narváez. Mientras garantiza cierta “protección” a quien han empezado a rodear viejos lobos de mar del duhaldismo; le está mandando un mensaje al ganador del 28 de junio: “Ojo, que el peronismo –incluido el disidente- se puede abroquelar detrás de la reelección de Scioli”.

Este doble juego también lo sufre el gobernador que en reuniones con intendentes tiene que soportan que le pregunten: “¿Pero vos hablaste con Duhalde?”, cada vez que esboza alguna iniciativa política.

Mientras que De Narváez sabe muy bien cual es la garantía que le exige Duhalde para darle un apoyo definitivo: que su mujer, Chiche, sea la candidata a vicegobernadora. Para el empresario es un costo altísimo, que por ahora está resistiendo.

Se trata de un tablero de gran volatilidad, en el que los posicionamientos cambian día a día. El úñtimo parte indica que Duhalde no logró convencer a Scioli de romper con Kirchner. Pero falta mucho y el gobernador ya no sólo descartó su proyecto presidencial, sino que ahora tiene que soportar insolencias de intendentes que afirman que "provisioriamente" apoyan su reelección.

La dificultad de liderar (peronistas) desde el llano

El método de Duhalde se combina con otra acción que desde afuera del poder enfrenta sus dificultades. Se trata de ir comiendo de a una las piezas de un determinado entramado de poder, hasta llegar al jaque mate. Meticulosidad gradualista propia de una mente acostumbrada a jugar al ajedrez.

Se lo hizo a Carlos Menem, cuando le desarticuló la red de gobernadores que solían apoyarlo, movida que terminó cristalizando en el famoso congreso de Lanús que eludió las internas y le abrió las puertas de la Casa Rosada a Néstor Kirchner.

Claro que entonces tenía el aparato de la Presidencia para disciplinar voluntades. Hoy esos resortes están en manos de Kirchner y a Duhalde le queda el premio consuelo de reunirse con piezas secundarias como el entrerriano Jorge Busti, que no es gobernador y encima perdió las elecciones. Suena a poco como “línea nacional” para desalojar al actual matrimonio presidencial del peronismo.

“Lo de Duhalde por ahora no camina, Reutemann lo mató y Kirchner perdió la hegemonía, pero conserva el poder. No se va a producir esa ruptura del peronismo con los Kirchner que él esta esperando”, afirmó a La Política Online un dirigente del PJ bonaerense que lo conoce bien.

El escenario de caos institucional

No es un secreto que en la política no se descarta un escenario de caos institucional, empujado por el desmadre de las variables económicas. Riesgo que como suele suceder empieza a insinuarse por la provincia de Buenos Aires.

En ese marco, no pocos ex laderos de Duhalde le recriminan que no haya participado de las recientes elecciones. “La discusión fuerte que se viene es en el Congreso. Kirchner va a estar sentado ahí y si Duhalde quiere liderar un grupo de legisladores para hacerle frente, eso no se puede hacer por control remoto”, le reprochan.

Incluso, un discreto enviado de la Iglesia, el obispo de San Miguel, José Luis Mollaghan, sondeó a Duhalde antes de las elecciones. Le deslizó que para garantía del “sistema”, sería bueno que se presentara a las elecciones de legisladores. El fantasma de una Asamblea Legislativa regresa en esas conversaciones, como un chiste malo. Se sabe que la historia se repite como comedia.

Pero a no confundirse, por ahora Duhalde es el primer interesado en desalentar cualquier fantasía de recambio anticipado -como si alimentan sectores sindicales que lo acompañan-, sabe que en caso de trauma institucional será a él a quien le carguen la cuenta, cuando todavía no terminó de pagar la anterior.

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