LA LISTA DE KIRCHNER

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La lista de Kirchner

La pobreza, cuando es estructural, no se soluciona con programas que sólo son limosnas mensualizadas. La dignidad del hombre parte de valorizarse con su trabajo y de autosatisfacer sus necesidades.



¿Quién sentenció que todos los ricos son malos por ser ricos y todos los pobres buenos por su pobreza?

Por distintas razones, a la Presidente le fastidian los ricos y los pobres. ¿Sirve demonizar a los ricos? Más allá de la envidia que puede suscitar la riqueza, no debería ser condenable cuando es bien habida y cuando el rico cumple con sus responsabilidades cívicas. Ella dice que no puede ser que haya un registro de pobres y ninguno de ricos. Si no lo hay, ¿cómo se cobran los impuestos?

A los Kirchner les gusta enfrentar: afines o enemigos, oligarquía o democracia, ricos o pobres. Si el fisco cumpliera sus funciones debidamente, el “castigo” para la riqueza sería aplicar, a cada peso de ganancia, los correspondientes impuestos. De hacerse bien las cosas, el Estado debería exigir que TODOS los que ganan dinero, tributen; y con esa recaudación cabalmente administrada, le sería posible asegurar escuelas, hospitales y trabajo para los que menos tienen.

Antes, la peyorativa expresión “nuevo rico” etiquetaba a quien, sin alcurnia y con esfuerzo, había logrado trepar en la escala social, pero raramente se desconfiaba del origen de ese dinero: se había conseguido trabajando.

De eso no pasó tanto tiempo y sí, mucho batido de moral.

Hoy hay “nuevos pobres”, que aumentan por miles cada día; la clase media no sabía los códigos de la pobreza, hasta que el “sistema” que los expulsó se los hizo conocer.

En paralelo, hay un puñado de otros “nuevos ricos” que arribaron al club haciendo obscenos negociados desde el poder. En la impudicia de los personajes que manejaron y manejan el país y en sus amigos, están los flamantes nuevos ricos. Porque ¿qué son sino los Jaime, los De Vido, los Moreno, las Micheli, los Moyano, los López, los propios Kirchner? De haber tenido gobernantes honestos, la pobreza de millones de argentinos no sería tema de preocupación hasta del Papa.

Ser rico no es necesariamente condenable, lo vergonzoso es que en este país haya pobres.

La pobreza, cuando es estructural, no se soluciona con programas que sólo son limosnas mensualizadas. La dignidad del hombre parte de valorizarse con su trabajo y de autosatisfacer sus necesidades. No es eso lo que se consigue con esos planes sociales por los que, ya casi tres generaciones de personas, desconocen lo que es ser libres, ganar su propio dinero, negarse a los caprichos del amo de turno.

Si la lista de ricos se escribe, será interesante saber quiénes estarán a la cabeza; ¿quedará en el anonimato algún amigo de los Kirchner?

Aunque la obstinación la ignore, existe la percepción generalizada de que los destinos de todos están en manos de perversos alejados de toda ética, los que, ineptos a la hora de medir riesgos, les gusta hacer malabares con bolas de fuego al borde del precipicio.

Editorial Diario El Litoral

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