EL GORDO Y EL FLACO
El gordo y el flaco
Daniel Scioli y Hugo Moyano son los únicos kirchneristas con peso propio. Uno le aporta al oficialismo votos, el otro, la estructura sindical. Ambos apoyan hoy al Gobierno pero están preparados para tomar la posta el día que la sociedad defenestre a los Kirchner.
Por Jorge Fontevecchia
Daniel Scioli y Hugo Moyano son los únicos kirchneristas con peso propio. Uno le aporta al oficialismo votos, el otro, la estructura sindical. Ambos apoyan hoy al Gobierno pero están preparados para tomar la posta el día que la sociedad defenestre a los Kirchner. Algo que saben no sólo inevitable, sino próximo. Por eso, a la vez que se muestran parte del modelo, hacen gestos de diferenciación. Cuándo profundizar esa separación es la gran duda. Hacerlo demasiado tarde y que la ola los defenestre también a ellos es el gran temor.
Defenestración de Praga. Homero Alsina Thevenet, célebre crítico de las revistas Marcha y Primera Plana fallecido en 2005 (en 1984, a su regreso del exilio, trabajó en Editorial Perfil), escribió una enciclopedia de curiosidades donde cuenta la historia de Jan Hus, autor involuntario de la palabra y el acto de defenestrar a un gobernante.
Hus fue un sacerdote católico reformista checo que cien años antes de Lutero ya predicaba desobediencia al Vaticano. En 1409 fue decano de la Facultad de Arte y Filosofía de Praga; en 1406, fue rector de la Universidad de Praga, y en 1415 fue asesinado en una hoguera por orden del papa Alejandro V. Sus discípulos, los husitas, continuaron una Iglesia cristiana rebelde a Roma, la cual inauguró y repitió la costumbre de tirar por la ventana a los gobernantes que habían dejado de ser útiles, creando así el término “defenestrar”, cuya raíz alude a ventana en muchos idiomas, por ejemplo finestra en catalán e italiano, fenster en alemán y fenêtre en francés.
Los husitas comenzaron con su “método” en 1419, cuando una turba de checos tiró por la ventana a siete miembros del consejo de la ciudad de Praga. El procedimiento se convirtió en ritual durante la segunda defenestración de Praga, en 1618, cuando los husitas penetraron en el castillo Hradcany y tiraron por la ventana a los regentes imperiales y a varios de su ministros (ninguno murió porque la caída fue amortiguada por sus voluminosas vestimentas y, según se cuenta, porque cayeron sobre un montículo de estiércol). Con los años, la defenestración se transformó en una tradición checa. Por ejemplo, el primer ministro Jan Masaryk murió en 1948 al caerse de una ventana después de informarse que Checoslovaquia tendría un gobierno comunista al que él se oponía. Las autoridades comunicaron que fue un suicidio pero todos los indicios confirman que su defenestración fue –literalmente– tirarlo por la ventana.
El “que se vayan todos” argentino fue una forma nativa de defenestración, algo ineficiente pero afortunadamente mucho más pacífico que la costumbre checa, aunque metafóricamente con el mismo efecto. ¿Lograrán Scioli y Moyano pasarse a tiempo al bando que evite que a ellos también los “tiren por la ventana” junto con los Kirchner cuando llegue esa hora?
Formalmente, hoy son competidores (Nacha Guevara, candidata de Scioli, relegó a un postulante de Moyano en las listas) porque a las más antiguas aspiraciones presidenciales de Scioli se sumaron ahora las de Moyano, quien aunque en tono de humor, pasó del discurso “algún día un sindicalista como Lula debería presidir la Argentina” a decir “yo soy más alto que Lula... acá se vio que cualquiera puede ser presidente, quién no puede tener la pretensión de serlo, pero yo todavía no sé qué voy a hacer en 2011”.
Pero lo más probable será que, llegado el momento, los dos refuercen su alianza tras la candidatura presidencial de Scioli porque Moyano remarcó que “los peronistas somos tantos que hay miles de sucesores... lo importante es que cumplan la doctrina de Perón porque hay algunos que hicieron todo lo contrario... si ganan los bien peinaditos y los ojitos verdes, retrocedemos 40 o 50 años”, y Reutemann parecería encajar en el physique du rôle inapropiado para Moyano.
El sistema político argentino es único en Latinoamérica no sólo por el especial fenómeno del peronismo sino, principalmente, por la muy superior fortaleza del movimiento sindical argentino sobre el resto de toda América, al punto que la palabra peronismo no sólo denota sino también connota a la palabra sindicalismo.
La historia moderna argentina está atravesada por la historia del sindicalismo. Desde los enfrentamientos y pactos militares-sindicales durante las dictaduras, hasta nuestra historia reciente en democracia. Casi se podría decir que cada gobierno se caracteriza por el tipo de relación que estableció con la cúpula sindical. Alfonsín pereció aplastado por 14 paros generales, Menem los compró y dividió, De la Rúa no supo qué hacer y Kirchner se alió a la CGT. O sea, hay tres posibilidades de presidentes: los que son vencidos por la CGT (Alfonsín, De la Rúa), los que la vencen (Menem) y los que se asocian (Kirchner). El perfil pragmático de Scioli lo hace más afín al modelo asociativo que al confrontativo.
Mucho se habló la semana anterior del deseo de Moyano de ser gobernador de la provincia de Buenos Aires, para lo cual debería suceder a un Scioli que no aspirara a ser reelecto en su actual cargo. Si bien siempre queda la posibilidad de que Scioli asuma como diputado, la hipótesis más probable es que no se presente a la reelección como gobernador bonaerense porque lo haría como candidato a presidente.
Si las elecciones en Santa Fe se le complicaran a Reutemann, sumado a que la alianza De Narváez-Solá viene dando señales de las dificultades que tiene el PRO-peronismo de incorporar al peronismo clásico, y el oficialismo resultara un claro ganador en el mayor distrito electoral del país, Scioli se convertiría en, casi, el principal candidato. Si así fuera, se podría reeditar la batalla electoral que no se dio en 2007 para jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: Scioli versus Macri. Para ello, habrá que ver a quiénes decide comenzar a defenestrar la sociedad en las elecciones 2009.
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