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martes, 26 de mayo de 2009

UN AMIGO NADA AMISTOSO


Río Negro - 26-May-09 - Opinión

El presidente venezolano Hugo Chávez acaba de lograr algo que hasta hace poco pareció imposible: hacer que virtualmente todas las cámaras empresariales del país cerraran filas en contra del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido. Al ordenar la expropiación de tres empresas del grupo Techint poco después de reunirse con la presidenta en El Calafate, Chávez se las arregló para sembrar la sospecha de que, por motivos que podrían calificarse de ideológicos, la medida cuenta con el pleno apoyo de nuestro gobierno y que por lo tanto se limitará a "pedir explicaciones" con la esperanza de que los empresarios locales lo consideren suficiente. De ser así, la alarma que sienten los empresarios nacionales frente a lo que está sucediendo es perfectamente lógica. Muchos temen que, luego de las elecciones del 28 de junio, el gobierno trate de aprovechar la crisis económica para intervenir todavía más en el funcionamiento de las empresas principales del país, eventualidad ésta que, a juzgar por la reacción ante el zarpazo chavista, preocupa no sólo a los "liberales" sino también a personajes de actitudes muy distintas como el jefe de la CGT, el camionero kirchnerista Hugo Moyano. Puede que tales temores sean exagerados, pero el que Chávez sea el aliado "estratégico" extranjero más notorio de los Kirchner no ha contribuido a atenuarlos.

Según los voceros empresariados, es deber del gobierno nacional defender con el vigor necesario sus intereses en el exterior. Al fin y al cabo, es lo que hacen los gobiernos en todos los países "normales". La presidenta Cristina parece entender el principio así supuesto, ya que hace algunas semanas exhortó a los diplomáticos a movilizarse para impulsar las exportaciones argentinas y por lo tanto apoyar al sector privado. Sin embargo, a partir del estallido de la crisis internacional, la presidenta y su marido han reivindicado el estatismo con su vehemencia habitual en diversas ocasiones y, como resultado de la estatización de los fondos de jubilación privados, y las acciones correspondientes, han ubicado a personas de su confianza en los directorios de diversas empresas, dando a entender que, en vista de que sus equivalentes en Estados Unidos y Europa están tomando medidas similares, están participando de un movimiento que es netamente primermundista.

Desde mayo del 2003, los Kirchner han disfrutado del respaldo a menudo entusiasta del grueso del empresariado local, en parte porque sus integrantes estaban en favor de la política cambiaria y entendían que era de su interés congraciarse con el poder y en parte porque muchos hombres de negocios eran reacios a arriesgarse criticándolos, pero parecería que el largo idilio ha terminado. Ya antes de que Chávez decidiera apropiarse de las siderúrgicas argentinas, voceros de distintas cámaras empresariales, en especial la UIA, se quejaban con amargura de la tasa de cambio actual, que a su juicio es tan mala para la industria como la de las fases finales de la "convertibilidad", pero el gobierno se ha resistido a modificarla por miedo a que la inflación se le escape de las manos. A los convencidos de que el ciclo kirchnerista ya ha llegado a su fin y que por lo tanto es necesario prepararse para una transición agitada, los vínculos estrechos entre el matrimonio santacruceño y el profeta caribeño del "socialismo del siglo XXI" que se ha puesto a nacionalizar empresas argentinas les han brindado un pretexto inmejorable para adoptar una postura opositora. Los Kirchner se ven obligados a elegir entre su amistad con Chávez por un lado y la defensa de los intereses económicos del país por el otro, lo que en principio no debería plantearles demasiadas dificultades, ya que su presunta cercanía al líder bolivariano -"hermano" declarado del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, entre otras cosas- los ha perjudicado mucho al involucrarlos en escándalos como el causado por la famosa valija llena de dólares supuestamente destinados a financiar la campaña electoral de Cristina que fue incautada en Ezeiza, mientras que el apoyo del empresariado los ayudó a "construir poder", pero las perspectivas ante la pareja se han hecho tan desalentadoras últimamente que pocos se sorprenderían si optaran por seguir acompañando al venezolano.

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