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sábado, 23 de mayo de 2009

EL PERIODISMO OPERADOR


EL PERIODISMO OPERADOR, PARTE II
AMIA: DE MENTIRAS Y SOBRES DE LA SIDE
Por Christian Sanz y Fernando Paolella


No hay peor cosa en periodismo que la falta de independencia. Se supone que el periodista antes de ponerse a escribir sobre el tema que sea, cuenta con la suficiente independencia como para no contaminarse de compromisos preexistentes ni de historias oficiales. Sobre todo cuando se trata de temas sensibles a la población general.
Uno de esos temas, quizás el más sensible de todos, es justamente el atentado a la AMIA, el peor magnicidio sufrido por nuestro país en los últimos años de su historia.
Y si a la fatalidad de lo sucedido le agregamos el pésimo manejo que dieron al tema muchos de los medios y periodistas "prestigiosos" vernáculos, la bronca se multiplica.
En estos días, por suerte, empieza a descorrerse el velo de la historia oficial y muchas de las mentiras enquistadas en la sociedad comienzan a ver la luz.
Ya casi no quedan argumentos para sostener la existencia de la -nunca vista- Trafic-Bomba y las pruebas contra Irán parecen no querer asomar por ningún lado. Asimismo, en estas últimas horas, se empieza a instalar la verdadera trama del asunto, la pista Siria, lo cual gratifica a quienes escriben estas líneas: significa que durante tantos años no se ha trabajado en vano.
En dicho marco, resulta pertinente terminar de "quitar la venda" a la sociedad sobre el último eslabón de la cadena de encubrimientos que permitió que el atentado a la AMIA permaneciera impune. Es el que tiene que ver con la "pata periodística", a través de aquellos ¿colegas? que le hicieron el juego a la desinformación y las pistas falsas. Se trata de personajes que, en lugar de actuar como hombres de prensa, fueron meros voceros de la historia oficial armada por el corruptísimo juez Juan José Galeano y algunos organismos de Inteligencia.
La trama comenzó en el mismo momento que tres de los diarios más importantes del país -Clarín, La Nación y Página/12- aceptaron adherir a la teoría de la inexistente Trafic-Bomba y la culpabilidad de Irán en el atentado.
Clarín, por caso, bajo la pluma del "inefable" Daniel Santoro habló desde un primer momento, no sólo de la fantasmal camioneta explosiva, sino del "detonador usado luego para hacer estallar los 300 kilos de amonal". (!!)
Pero Santoro llegó más lejos aún al hablar puntualmente del "comando suicida que se inmoló en la Trafic que se incrustó contra la AMIA (que) era el libanés Ibrahim Hussein Berro". De más está decir que la Traffic nunca ha sido vista por ningún testigo, sólo por Santoro.
Increíble, pero real...


Testigo de cargo

El periodista Gabriel Levinas en una casi inadvertida entrevista concedida al desaparecido periódico La Maga, el 26 de agosto de 1998, dio algunas pistas acerca de cómo se manejo el tema AMIA en los medios:
"El periodista Omar Lavieri, el día 21 (de julio de 1994), hace un pacto con Galeano. Hubo testigos del pacto y aparte se puede demostrar solamente leyendo el Clarín. El pacto es así: 'Vos solamente mandás adelante la teoría de la Trafic, y tenés acceso irrestricto al expediente'. El pacto se cumplió. Yo lo fui a ver en el 95 ... y el tipo me dijo claramente que él no publica nada que no constara en el expediente. Ahora, le dije a Lavieri, si en el expediente no hay nada, ¿vos vas a publicar nada? Eso no es periodístico.
El 20 (de julio de 1994), Clarín decía que, a juzgar por la forma en que se encontró el volquete, que estaba bajo los escombros, que estaba desflorado, desgastado en todas sus partes, eso era porque algo había explotado adentro. El 21 se olvidó de lo que había publicado el 20, se olvidó de lo del volquete y habló de la teoría de la Trafic. El 20 a la noche, en Clarín, fue la reunión con Galeano con un testigo que era amigo mío y que está dispuesto a declarar. Pero no hizo falta ya, porque Lavieri habló, en esos días, en el programa de Aliverti y le dijo que el pacto no lo hizo él, que lo hizo directamente Clarín.
La Nación, por ejemplo, durante un año y medio no pudo acceder al expediente porque no aceptó ese tipo de pacto. Al año y medio tuvieron que transar. La prensa funcionó mal, a favor del encubrimiento, a veces sin darse cuenta, otras veces sí"
A la hora de hablar de Página/12, Levinas señala la figura de Román Lejtman, quien "es el tipo que hace el negocio con Telleldín y Galeano, para hacer el libro famoso, con el video de por medio y que también aceptó la versión oficial de la Trafic para tener acceso irrestricto al expediente.
Lejtman me llegó a decir que para él no tenía ninguna importancia que el juez no haya citado a los casi 300 heridos. Sólo se ha citado a 20. Si no es importante ¿para qué se citó a 20? A Román Lejtman le parecía que eso carecía de relevancia, porque para su hipótesis no era importante"
El pésimo trabajo de Lejtman hoy puede ver su continuidad en la figura del "periodista-operador" Raúl Kollman, quien sigue la trama oficial aportada por el Juzgado de Galeano.


La cadena de la felicidad

Cuando se habla de "manipulación" de la causa AMIA a nivel periodístico comienza a aparecer un concepto que todos conocen pero nadie se atreve a mencionar en voz alta: la cadena de la felicidad.
Dicha denominación se refiere a fondos reservados que salen de dependencias de organismos como la SIDE a efectos de "adornar" a diferentes comunicadores para que operen a favor de ciertos intereses.
Si bien el listado de los beneficiarios de dicha cadena es guardado bajo siete llaves y sólo es conocido por tres personas del estamento gubernamental -uno de ellos es el presidente de la Nación-, muchos de los nombres de los que cobran es conocido en el ambiente periodístico.
De hecho, un par de esos nombres fue pronunciado en voz alta por otro colega hace poco más de un mes en el marco de la causa AMIA: Román Lejtman (ex Página/12) y Gabriel Pasquini.
Dicha mención, que no fue reflejada por ningún medio importante, fue vociferada por el mismísimo Jorge Lanata, ex compañero de Lejtman en el programa radial Rompecabezas, quien frente al estupor de todos los presentes, aseguró que los citados periodistas eran "colaboradores de los servicios".
Dichos comentarios, que ya circulaban en los corrillos periodísticos desde hace años, lo único que hicieron fue blanquear una situación que se conoce sobradamente. Se sabe que muchos comunicadores reciben mensualmente suculentos sobres, no sólo por parte de dependencias de inteligencia, sino también del generoso bolsillo de algún importante empresario o de algún ignoto político con ansias de trascender.
Las preguntas, entonces, surgen inevitables: ¿Qué otros periodistas cobran o cobraron dinero en negro para hablar de la historia oficial de la AMIA?


¿Santoro? Ese nombre me suena

Daniel Santoro es tenido por muchos como periodista estrella de Clarín por sus -supuestas- profundas investigaciones, muchas de las cuales sueles ser "birladas" a conocidos colegas de gran relevancia. "A mí Santoro me robó en su momento y sin ponerse colorado toda la investigación sobre las cuentas de Carlos Menem en Suiza. No sólo no me citó, sino que publicó la nota con su propio nombre", admitió hace unos años un prestigioso hombre de prensa que hoy vive fuera de la Argentina.
Santoro ha trascendido, y mucho, por un premio recibido a raíz de la investigación hecha sobre el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, la cual pudo verse en forma de libro en nuestro país hace un par de años, con el sugestivo título de Venta de armas, hombres del Gobierno.
Lo primero que llama la atención de la obra es que en su título Santoro no hable de "contrabando de armas", que es de lo que realmente se trató.
Luego de eso, a quien escribe estas líneas le consta que Santoro recibió, antes de terminar de escribir su libro, información concreta que involucraba al traficante Rubén Ormart, un hombre muy vinculado a la CIA, Al Kassar y el menemismo, en la citada operación de "venta" de armamento.
Extrañamente, Santoro nunca llegó publicar lo que le fue enviado. Mejor dicho, sólo lo publicó parcialmente y desviando la verdadera línea del tema.
A los ejemplos me remito:

En la pagina 144 de su libro, Santoro dice lo siguiente:
... "El otro socio y compadre de Palleros es Ruben Ormart, un empresario argentino-brasileño con conexiones en toda America latina, Estados Unidos y con el banco libanes de Paris y el Audi ... No se pudo comprobar si es cierto que conoce a Menem..."
Quien envió los datos acerca de Ormart a Santoro, le demostró que el traficante sí conocía a Menem y que, lejos de estar relacionado con bancos árabes, Ormart estaba vinculado con el Banco Safra, el banco de capitales judíos mas importante del mundo.
Todo al revés para Santoro. Pero la cosa sigue:

Pagina 227:
... "Recibida la detallada orden, Sarlenga pidió a Palleros el certificado y este a su representante en Venezuela, pero pasaban los días y el documento no llegaba. Entonces, el 6 de noviembre, el empresario argentino-brasileño Ruben Ormart mandó por fax al venezolano Pirella Avila un borrador con indicaciones para la confección de un certificado de uso final falso"...

Cuando Santoro dice que Ormart envió un fax a Venezuela con instrucciones de lo que debía hacerse, en realidad está diciendo que Ormart no falsificó la documentación personalmente. Ergo, lo que Santoro está haciendo en realidad es defender implícitamente a Ormart.
Cabe aclarar que en Venezuela a Ormart se lo acusa de haber dirigido y realizado él personalmente toda la maniobra de falsificación de la documentación, y luego haber procedido a falsificar la firma de un militar de aquel país o ser su responsable mas directo y comprometido.
Finalmente, según la muy confiable fuente que envió los datos al periodista, "Santoro no menciona aunque yo sé que lo sabía -porque yo mismo le había pasado el dato-, que en la agenda de Ormart figuraba Romualdo Pizzini, el vicepresidente de Hayton Trade SA, pero Santoro no lo incluyó en su libro, como tantas otras omisiones que realizó sobre Ormart".
Como al ex embajador James Cheek se le perdió la tortuga -luego encontrada por la SIDE de Hugo Anzorreguy-, a Santoro se le perdió el detonador que le facilitaron Galeano y su amigo ex hombre fuerte del nombrado servicio estatal. Pero, lo que es peor, se les perdió la honestidad a la hora de desentrañar la madeja del atentado.
Como buenos dignos apéndices de un poder corrupto -el menemismo-, todos y cada uno de ellos se limitaron a cumplir el papel que ese mismo poder les dictó. Cuando la trama apuntaba más a Siria que a Irán, en la misma noche del 18 de julio, se apresuraron a distraer, confundir y finalmente obturar la verdad hasta travestirla de fábula.
El periodismo autodenominado "serio", "independiente" y "confiable", mostró a través de esta cadena de encubrimiento su verdadera cara: una usina de información al servicio de la construcción de una realidad paralela.


Finalmente

Es grave que periodistas como Lejtman, Kollman, Lavieri, Santoro y otros -que mucha gente toma como referentes en temas de actualidad e investigación- sean finalmente operadores de historias urdidas desde las peores mentes de los conspiradores de turno.
Si bien no se puede afirmar enfáticamente que a los citados periodistas alguien les haya pagado para hacer semejante maniobra, la sospecha se torna demasiado elocuente cuando uno analiza la evolución de las notas escritas por sus plumas.
Y es que está probado hoy en día que todos estos comunicadores han sido sobradamente advertidos para que no sigan desinformando en el tema del atentado a la AMIA e igualmente lo siguieron haciendo deliberadamente.
Una gran mancha para el periodismo, pero más aún para los familiares de las victimas del atentado a la AMIA.
No hay descanso para ellos... No aún.

Christian Sanz y Fernando Paolella



Buenos Aires - Argentina

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