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martes, 7 de julio de 2009

BOCHORNO


Bochorno
Al ministro de Salud habría que colocarle una mordaza para que no ofrezca el espectáculo bochornoso que dio en conferencia de prensa.
Por Susana Viau.
Si la ex ministra de Salud Graciela Ocaña administró dos epidemias a fuerza de mordaza, a su sucesor, Juan Luis Manzur, habría que colocársela aunque no para que callara las verdades, sino para que no ofreciera el espectáculo bochornoso que dio en conferencia de prensa. No hubo directivas, se limitó a apelar a la responsabilidad individual; no hubo novedades, se limitó a repetir lo que es sabido; nombró la “curva epidemiológica” pero no dijo nada sobre sus características; no indicó la actual distribución geográfica de la enfermedad; reiteró el número oficial de muertos, pero no hizo mención a la cantidad de fallecimientos sospechosos ni de pacientes ingresados con cuadros respiratorios graves atribuibles, en principio, a la misma patología; homologó el comportamiento de la epidemia a la situación internacional, cuando se sabe que hoy la Argentina es el centro de las miradas que tratan de investigar el fenómeno para anticipar qué ocurrirá en el invierno boreal y, quizá, sobre todo, para saber cuáles son los errores que un Estado no debe cometer.

El ministro hizo, en fin, una ensalada con los criterios de tratamiento con oseltamivir, ensalada que desató un murmullo entre los periodistas y una evidente desazón entre funcionarios y expertos que lo flanqueaban. Mareado, dijo ante el asombro de la platea que el 93 por ciento de la población había tenido contacto con el virus. Finalmente sacó de la manga la noticia de que no hacía falta declarar la emergencia sanitaria nacional porque había sido dictada en 2002 . El dato explica mejor que ningún otro la disparatada conducción que este proceso ha tenido por parte del Gobierno, aunque Manzur pretenda hacer pasar gato por liebre sosteniendo que fue en razón de su vigencia que no se adoptó nuevamente la medida (“¿Cómo se iba a aprobar lo que ya estaba aprobado?”). La irresponsabilidad se disfrazó de previsión. Y si no fuera así habría que preguntarle qué demonios hacía el Poder Ejecutivo cuando permitió que la emergencia fuera debatida en el Senado, a pedido de su entonces ministro y con la anuencia de su bloque.

Graciela Ocaña es licenciada en ciencias políticas y el actual titular de la cartera, especialista en medicina laboral y legal, avalado, eso sí, por un experto en sanitarismo: Ginés González García, el hombre que firmó la emergencia en 2002. O el kirchnerismo siente aversión por epidemiólogos y sanitaristas o le importa un comino la salud pública. Alguien dijo alguna vez que “si los pueblos supieran cómo los gobiernan, se suicidarían en masa”. Éste lo sabe y no hace falta que se suicide.

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