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sábado, 9 de mayo de 2009

EDUCAR EN LA VERDAD


EDUCAR EN LA VERDAD

Por Javier Vigo Leguizamón (*)

Uno de los problemas más graves de la sociedad argentina es su incapacidad para asumir la verdad. Nos apresuramos a buscar chivos expiatorios que hagan olvidar nuestras culpas, quedándonos habitualmente en la superficie del mal, sin el coraje de bucear sus raíces más profundas.


La dramática década del setenta es el ejemplo más doloroso de esta actitud. ¿Qué necesitamos para que exista verdaderamente un “Nunca Más”? ¿Memoria o historia?

La memoria- nos enseña el Académico francés Pierre Norá - es afectiva, emotiva, vulnerable a toda manipulación. Sólo acepta lo que le conviene. Idealiza y sacralizar lo propio, abominando y demonizando lo ajeno. Es proclive a organizar intelectualmente el odio mediante versiones manipuladoras, rencorosas y maniqueas del pasado.


La historia, por el contrario, es una operación intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos. La historia reúne; la memoria divide.


Jean François Revel supo advertirnos que los peores enemigos de la libertad son aquellos que en modo sutil e indirecto tratan de derrumbar la verdad en nombre de la verdad. La mentira es la primera de las fuerzas que dirigen el mundo.


La lógica de violencia que hizo que guerrilleros, militares, políticos y educadores olvidaran el sagrado valor de la vida, no ha sido extirpada, está exultante. Al amparo de la impunidad reinante es posible leer en prominentes medios periodísticos que el Capitán Humberto Viola fue “ajusticiado”, no cobardemente asesinado.


La estrategia gramsciana diseñada para cambiar la cultura y crear una nueva hegemonía es incesante. No ha trepidado en modificar el prólogo del “Nunca Más” borrando los párrafos que denunciaban la existencia del terrorismo de izquierda y contradecían el paisaje imaginario donde sólo vivían “jóvenes idealistas”.


Como abogado de los familiares de Argentino del Valle Larrabure, Humberto y María Cristina Viola y Néstor Horacio López, libro una ardua y apasionante lucha para que sus crímenes sean declarados de lesa humanidad.


La memoria, en la voz de algunos fiscales dóciles a las instrucciones del Procurador General Righi, afirma que son delitos comunes prescriptos, porque no medió de parte de los poderes del Estado instigación, o consentimiento a sus sangrientas prácticas.


La historia – rescatada valientemente por el Fiscal General Claudio Palacín- los desmiente recordando el plan criminal trazado por John William Cooke, quien propuso infiltrar las masas peronistas y generar una sucesión de hechos revolucionarios que forzaran a Perón a consentir la instalación de un régimen marxista.


Los eslabones de este plan criminal fueron paulatinamente colocándose a partir de la campaña electoral de Cámpora, donde los cuadros de superficie de Montoneros tuvieron activa participación. Las bases programáticas preanunciaron la amnistía y el indulto otorgados en mayo de l973 volviendo evidente el accionar de un Estado que a través de sus distintos poderes contribuía a la acción terrorista. La masacre de Ezeiza fue una pieza clave de ese plan, momento en que en vez del orden público garantizado por la fuerza del Estado, rigió un orden montonero generado por más de cinco mil guerrilleros armados, lo que llevó a Perón a efectuar durísimas recriminaciones al entonces Ministro del Interior, Esteban Righi y a aconsejar a “los enemigos embozados y encubiertos o disimulados que cesaran en sus intentos porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento”.


Cuando en enero de l974 el ERP intentó copar el Regimiento de Azul, el anciano líder denunció al país que “hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que viene operando en la provincia de Buenos Aires, ante una evidente desaprensión de sus autoridades…”

“No es por casualidad” – agregó- “que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones; es indudable que ello obedece a una impunidad en que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible. Por lo que sería aún peor si mediara como se sospecha una tolerancia culposa”, concluyó en una abierta imputación de terrorismo de estado que se comete cuando desde el aparto gubernamental se facilita, instiga o coopera con la acción terrorista.

Dos días después el gobernador bonaerense Bidegain renunció, pero la memoria lo calla, como a la vez oculta la responsabilidad del estado cubano incentivando la propagación de focos revolucionarios en América Latina.


La historia convoca a analizar el Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, que despoja a Ernesto Guevara de su máscara romántica, revelando el rostro de un hombre que inculcó en los jóvenes argentinos “el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar.”


La memoria alega que combatían contra las dictaduras militares. La historia los rebate preguntándoles por qué durante un gobierno constitucional que lograra el 62 % de los votos, asesinaron a Rucci; (11.8.73), a Mor Roig (15.7.74), al Capitán Viola y su hijita de tan sólo tres años (1.12.74), a Ibárzabal, a Sacheri, a Nilida Cazaux de Gay, a Larrabure, a López, y a tantos otros; asaltaron cuarteles y generaron un marco tal de terror que el propio Congreso se vio obligado a reimplantar la legislación derogada.


La memoria argumenta que no hubo un ataque sistemático a la población civil. La historia muestra una realidad absolutamente diferente regada por la sangre de 1098 víctimas asesinadas por la guerrilla, de las cuales 321 fueron civiles.


La memoria niega la existencia de una guerra. La historia lee la sentencia de la Cámara Federal en el juicio a los comandantes, donde se reconociera que el país vivió una guerra revolucionaria, lo que desde ya no puede justificar la aberrante metodología de las desapariciones.


“La verdad” - me dijo Mario Eduardo Firmenich años atrás, aceptando participar en un diálogo de reconciliación con Jorge Rafael Videla- “es como un corcho en el agua, se la puede tener sumergida a base de presión, de fuerza, pero en cuanto se alivia esa fuerza el corcho tiende a flotar. La verdad emerge; en términos históricos emerge, y en términos divinos, ni que hablar…”

“Es totalmente distinto si se piensa que hubo un conflicto que involucró a la sociedad, a si se piensa que hubo bandas de uno y otro lado, que la gente no tenía nada que ver. La esencia de la cuestión es ésta. Y por supuesto la diferencia es si se admite que ese conflicto tiene una raíz política a que si se piensa que el conflicto tiene una raíz de ambiciones individuales o cosas por el estilo (…) Yo comparto que el peligro de reiteración existe; que una sociedad que no clarifica el problema puede tropezar dos veces con la misma piedra…; la sociedad argentina en la medida que niegue su protagonismo en las luchas violentas que ha vivido durante décadas, pues entonces corre el riesgo de reiterarlo y, por supuesto, no tiene ninguna reconciliación, si niega el hecho no puede haber ninguna reconciliación , eso es de lógica elemental”.


El reciente fallo de la Cámara Federal de Rosario en la causa “Larrabure” demuestra que la verdad comienza a emerger. No se ha pronunciado aún el Tribunal respecto a si tal asesinato es o no un crimen de lesa humanidad, pero ha convalidado la validez formal del dictamen del Fiscal General Palacín, quien, negándose a considerarlo un delito común prescripto, ordenara investigarlo bajo la citada figura.

(*) Javier Vigo Leguizamon es abogado, autor de los libros ‘Amar al Enemigo’ y ‘Ataque a la República’ Crónica y Análisis publica su artículo por gentileza de Perspectivas Políticas.Info

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