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jueves, 7 de mayo de 2009

EL ESTALLIDO


Primero habló el que manda: el ex presidente argentino Néstor Kirchner advirtió que si el oficialismo resulta derrotado en las elecciones parciales de junio, entonces sobrevendrá “el caos, una explosión o un estallido” y Argentina “retornaría” a su peor momento de la historia reciente: la brutal crisis del 2001-2002. Después habló la que reina pero no gobierna: su esposa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dijo que si pierde se pondrá en riesgo nada menos que “la estabilidad democrática”. El tercero en la fila fue el gobernador peronista de Buenos Aires, Daniel Scioli: como si agitara una sábana blanca ante su auditorio, alertó que si el gobierno no gana, “el país se para”.


Se trata de mensajes extremadamente peligrosos y, por supuesto, profundamente antidemocráticos y despreciativos de la voluntad popular. Son muy parecidos, además, a los que suelen emitir algunos gobernantes “democráticos” y “progresistas” de América Latina, como Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y, en menor medida y bajo otro signo ideológico, Alvaro Uribe en Colombia.


¿Así que si la ciudadanía argentina decide libremente cambiar de gobernantes viene el “caos”, la “crisis”, la “explosión”, el “estallido”, la “inestabilidad institucional” y la “parálisis”? Pero, ¿la democracia no consiste precisamente en eso? ¿No se trata del “gobierno del pueblo”? Y si el pueblo decide que gobiernen otros, distintos a los que están ahora, ¿por qué habría que esperar el infierno? ¿No era que la voz del pueblo es la única que no se puede contradecir en las sociedades democráticas?


Todas estas preguntas tienen respuestas simples y obvias para los que creen en la democracia y en el sistema de libertades que impone la existencia de una república. Gobernantes como los Kirchner, en cambio, pueden declamar su apego por la democracia y su respeto por la voluntad de los ciudadanos, pero en verdad sólo creen en estas cosas si ganan ellos. Por lo tanto, en el fondo, la verdad es que no creen en nada de eso.


Las elecciones previstas para el 28 de junio en Argentina renovarán 127 bancas de diputados y 24 de senadores nacionales, así como 315 de diputados y 70 de senadores provinciales. También serán electos dos nuevos gobernadores: uno en Corrientes y otro en Santiago del Estero. El kirchnerismo se bate en estos días para ganar estos comicios y, sobre todo, para impedir, al costo que sea, quedar en minoría parlamentaria. Néstor y Cristina están nerviosos porque algunas encuestas muestran que es posible que su proyecto de mandato matrimonial eterno puede sufrir una derrota.


Pero pase lo que pase en las elecciones, será lo que el pueblo argentino quiere que ocurra en el país. Los Kirchner deberían estar dispuestos a aceptar los resultados, tanto si ganan como si pierden. Los abismos de dolor y sufrimiento que pronostican en caso de que la ciudadanía no los acompañe son propios de individuos desesperados, que parecen preferir que la Argentina caiga en una catástrofe si ellos no conservan el timón en sus manos. Y esa es la mejor hipótesis para ese pensamiento enfermizo. La otra es que se hayan creído de verdad que algún designio divino les ha impuesto el mandato de permanecer en el poder por siempre. Algo así como “si no estoy yo, entonces el diluvio”.


Si este fuera el caso, entonces el “estallido” llegará, indudablemente. Pero será diferente al que imagina el matrimonio presidencial: ambos serán echados a patadas de la Casa Rosada por el mismo pueblo al que dicen representar.



Claudio Paolillo (*)
cpaolillo@busqueda.com.uy


* - El autor es Director del semanario uruguayo “Búsqueda” y miembro de la Junta de Directores de la Sociedad Interamericana de Prensa

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