QUÉ ES GANAR EL 28 DE JUNIO ??
Por Jorge R. Enríquez
¿Qué es ganar el 28 junio? El presidente de facto declaró que ganar es ganar por un voto.
Es claro que ya está abriendo el paraguas porque las encuestas no le son nada halagüeñas.
¿Qué quiere decir ganar en esta elección?
Es importante detenerse en este punto, ya que tengo la impresión de que hasta los dirigentes opositores están cayendo en la trampa del kirchnerismo.
Hay que empezar por señalar que las del 28 de junio serán comicios de renovación legislativa. Para usar la expresión que se emplea en los Estados Unidos -y que últimamente circula también entre nosotros- son elecciones de medio término.
Por lo tanto, no se elige presidente, ni gobernadores, ni intendentes. Se eligen diputados, conejales y, en algunas provincias, senadores nacionales.
Como es una elección de legisladores, lo que determina el éxito o la derrota en ella es la cantidad de bancas que se obtienen. Si el oficialismo, como todo lo indica, perderá algunas bancas de senadores y muchas de diputados, entonces habrá perdido la elección.
El cómputo, además, debe hacerse globalmente, es decir, a nivel nacional. Lo que interesa es la nueva composición del Congreso, que es la que surge de esa evaluación.
Pero Kirchner y su poderoso aparato de propaganda -que pagamos todos- se las han ingeniado hasta ahora para delimitar el escenario de la contienda a la provincia de Buenos Aires.
Nadie duda del peso que tiene esa provincia en la composición del voto nacional, pero esa significación, con ser muy grande, no lo es tanto como para oscurecer completamente lo que suceda en otros distritos, en especial, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe o Mendoza, en los que el oficialismo perderá de manera abrumadora.
Como Kirchner lo sabe, intenta poner todos los focos en el único distrito electoralmente importante en el que aún conserva cierto caudal de votos. Si lograra en la provincia de Buenos Aires sacar un voto más que sus competidores -aunque muchos menos que la suma de los votos de éstos-, intentará exhibirse como el gran ganador de las elecciones del 28 de junio.
Es un recurso muy obvio y muy burdo, pero por eso mismo es, también, muy kirchnerista.
Ahora bien, ni siquiera con esta lectura tergiversada de los resultados existe ninguna certeza sobre ese triunfo. Ni el primer cordón ni el interior de la provincia de Buenos Aires votarán por el oficialismo. Toda la esperanza de Kirchner se juega en los estratos más postergados del Gran Buenos Aires, en los que el indigno clientelismo sigue vigente.
No obstante, las últimas encuestas también señalan que su hegemonía en esos sectores no es inconmovible y da evidentes muestras de resquebrajamiento. Sin un triunfo apabullante en el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires, Kircher no tendrá ese voto adicional con el que procurará disfrazarse de ganador la noche del 28 de junio.
Y si no saliera primero ni en la provincia de Buenos Aires, no es aventurado ni "destituyente" pronosticar que llegarán tiempos agitados, pero muy esperanzadores, para la política argentina.
COMUNES DENOMINADORES
El gobierno siempre nos da tema para hablar. No aprende, es un militante de sus propios errores.
Pero, ¿y la oposición?
No tengo dudas de que es mejor que el oficialismo, pero muchos nos preguntamos si realmente está dando las respuestas adecuadas al desafío.
Por eso, si queremos que el 28 de junio gane el país, es imprescindible que los principales líderes dejen atrás viejos recelos y personalismos paralizantes, para que ese espíritu que ya ha nacido en la sociedad se traslade a las cúpulas políticas.
No se trata de licuar identidades; se trata de un proyecto muy ambicioso que, por el contrario, necesita de identidades plurales: refundar la república.
En este marco, hay que hacer todos los esfuerzos posibles por acordar una agenda mínima, un conjunto de ideas fuerza comunes.
Veamos cuáles pueden ser algunas de esas ideas fuerza, que deberían instalarse como grandes acuerdos de estado, al margen de la política coyuntural:
Efectiva división de poderes y modificación del Consejo de la Magistratura para garantizar idoneidad e imparcialidad en los jueces, y que no teman ser removidos por sus ideas o por investigar al poder.
Derogación de los superpoderes a efectos que el Congreso recupere su rol primario de sancionar y modificar el presupuesto.
Sanción de una ley de coparticipación federal de impuestos, para evitar, así, el manejo discrecional de los fondos por el poder central.
Control efectivo de los fondos del ANSES, a fin que se los administre con la mirada puesta en los jubilados actuales y futuros, y no como un botín para el proselitismo político.
Construcción de pautas objetivas y universales para la publicidad oficial, impidiéndose, de ese modo, el ahogo económico a la prensa libre.
Prohibición del uso de fondos públicos para campañas de política partidaria.
Efectiva autonomía del Banco Central y de las agencias regulatorias y de control.
Concursos públicos para la designación de los funcionarios de la Administración Pública, salvo los electivos y los más altos, de carácter político y, por lo tanto, sin estabilidad.
Y, en el abordaje a cuestiones más prácticas, la agenda debe incluir, necesariamente los siguientes tres puntos:
Política de estado contra la inseguridad: no bastan las acciones aisladas y espasmódicas. Se requiere una política integral, llevada a cabo en forma persistente a lo largo del tiempo, con eje en la prevención, pero dotando a las fuerzas de seguridad de la capacitación y los instrumentos para atacar la criminalidad en su gestación. Paralelamente deben actualizarse las normas sustanciales y procesales.
Fortísimo impulso a la educación en todos sus niveles, pero especialmente en el primario. Hay que restituir la autoridad a los docentes y producir una reversión de los criterios facilistas, que son socialmente regresivos, porque aquellos que menos tienen son los más necesitados de una formación de excelencia.
Enérgico combate contra la pobreza y la exclusión social, mediante políticas universales y criterios objetivos de asignación de recursos, sin intermediación partidaria. Restitución de la propia dignidad de los más sumergidos, a través del trabajo genuino y la formación y capacitación profesional permanente.
Estos comunes denominadores deben ser la piedra basal para la reconstrucción de la República abandonada que anhelamos todos los argentinos que amamos esta bendita tierra.
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