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miércoles, 1 de julio de 2009

A 35 AÑOS DE LA MUERTE DE PERÓN


TERCERA POSICIÓN
CONMOVEDOR RELATO SOBRE LA MUERTE DE JUAN D. PERÓN
Por Jesica A. Crespo


A la memoria de mi abuelo, peronista

P.S.: "¿Y, cree que va a volver, General?"
G.P.: "La tragedia de esto es que es muy tarde para mí y temprano, para ustedes."

El viento helado le pega en la cara. Cruz camina con las manos metidas en los bolsillos de la campera. Es muy temprano y está nublado. Son diez cuadras largas hasta llegar al Comando de Institutos. Las ramas de los árboles se mueven hacia la izquierda del camino de tierra. Cruz escucha el sonido del viento y se abstrae en sus pensamientos. Desea que desaparezcan los rumores. Que se callen esas voces que anuncian un final inminente. Allí está Cruz entre toda esa gente, esperando. En la calle Gaspar Campos, espera, paciente. Las cortinas se corren y aparece esa figura en la ventana. Lo ven y gritan y cantan. El saluda a la gente que canta. Hay algo que no se puede explicar, piensa Cruz. Hay algo que no se puede explicar. Se siente. Se hereda. Y no se discute.
El frío atraviesa la piel de Cruz y lo hace bajar a la tierra, ya casi llegando a Comando de Institutos. Cruz levanta el panfleto que está en la entrada. Siempre que vuelve del franco ve panfletos del ERP, tirados en la entrada. Cruz lee las consignas del ERP y se pregunta, ingenuamente, cómo es que llegan esos panfletos hasta allí. El flaco Sosa tiene un montón de panfletos guardados en la cuadra. El flaco Sosa lee con acento tucumano las consignas del ERP y se rie.
Los gremialistas gritan. La casa de Cruz, invadida por gremialistas que gritan y fuman. El padre, eufórico, le cuenta que a partir de ese momento "se creó una economía". "Antes no había economía. Él creó una economía, ¿entendés?". Cruz, escucha con atención las explicaciones reduccionistas. Los gremialistas asienten y planifican lo que van a decir en el Sindicato. La madre de Cruz resopla y desea que los gremialistas se vayan pronto de su casa. Hay muchos autos en la puerta y la noche se prolonga entre hombres que discuten "en voz alta".
-Está muerto.
-¿Qué decís?.
El cabo López le ordena que se vaya con el camión a buscar la comida para el almuerzo. Cruz le pide al flaco que lo acompañe. El flaco Sosa es un personaje divertido. Sueña con besar la piel de una mujer oriental. "Quiero moldearle los pies a una geisha", afirma el flaco con ansiedad. Cruz se rie. "Estás loco, muy loco".
-Eso, lo que oís. Está muerto.
-No, no puede ser.
Los cabos discuten en la sala cerca del comedor.
"Esta comida es una mierda", reconoce, indignado, el flaco Sosa luego de haberse devorado tres platos consecutivos de guiso quemado. Sosa es extremadamente delgado pero come como un animal. Lombriz solitaria, lo llaman algunos.
Los muchachos de Villa Concepción le hacen escuchar a Cruz las grabaciones. Instrucciones "precisas y adecuadas" para el momento que se está viviendo en el país. Todo es lógico, todo es sencillo y fácil de ver cuando él habla. Flotan las eses bien marcadas en la cabeza de Cruz.
-Lleváte a tres.
-Salimos a la madrugada.
-Lleváte a Sosa, a Ledesma y a Cruz. Te van a servir. Yo los evalué en Plaza de tiro.
Armas y libros descansan debajo de la casa de Cruz. Armas, libros y bustos, enterrados en el fondo de la casa. El padre envuelve las armas en una tela gris y las coloca al lado de los libros en la base del pozo. Luego levanta la pala y comienza a echar tierra. La madre de Cruz lo mira desde la puerta, indignada. Ella quería una vida más sana.
-Levantáte.
-¿Qué pasa?
-Nos tenemos que ir con López.
-¿Qué?
-Hay que ir a buscar a Ledesma.
El flaco Sosa cierra la puerta. Cruz se viste, desconcertado y se pregunta qué hora es.
La noche silenciosa intimida. Los cabos esperan a los soldados en la puerta mientras fuman incontables cigarrillos. A continuación, explican la situación y dan órdenes.
La confirmación arroja a Cruz al vacío.



El viaje se hace eterno. Sin embargo, esa extraña dimensión que aleja a los soldados de la realidad desaparece en cuestión de minutos. El flaco Sosa piensa en las horas que puede llegar a pasar sin comer y maldice en voz baja al cabo López. Ledesma saca un rosario de su bolsillo y se lo coloca alrededor del cuello. Cruz piensa en su padre.
El camión estaciona en frente de la plaza. Los soldados se cruzan con gente que llora. Hay muchos jóvenes que tienen la cara desencajada. Cruz mira hacia todos lados. Los rostros expresan incertidumbre y dolor. A Cruz se le hace un nudo en la garganta. El cabo guía a los soldados hasta un edificio. Los soldados ingresan detrás del cabo al edificio y ascienden hasta el último piso. Luego suben por una escalera interna que da a la terraza. El frío es intenso y en el cielo no hay estrellas. El cabo López dispone a los soldados y le pide al flaco Sosa que no se haga el idiota. "Vigilen", ordena el cabo... "y si llega a haber disturbios, esperen la orden", agrega. El cabo se aproxima hacia la escalera y desaparece. Los soldados, parapetados en el techo del edificio, ven avanzar a la multitud. Cruz gira su mirada hacia el Congreso, tratando de convencerse de que todo lo que está sucediendo es real. La cola de gente es extensa.

Avanza el monstruo descabezado hacia su creador...
El flaco Sosa juega con su fusil FAL. "A un blanco móvil", bromea.
Ni todas las armas del mundo han podido...
-¿Tenés conciencia política, flaco?
Contra ese monstruo que muere y renace...
"Pizza con fainá", responde el flaco con impunidad.
Y vuelve a morir...

Jésica Crespo



Buenos Aires - Argentina
info@PeriodicoTribuna.com.ar

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