CONFRONTACIÓN
LOS EFECTOS DE LA CONFRONTACIÓN
Por Jorge Raventos
Como había sido previsto, el gobierno consiguió en tiempo récord que el Congreso (donde mantiene mayoría hasta diciembre, cuando asuman los legisladores electos el 28 de junio) le entregase obedientemente la ley de medios electrónicos a la que aspiraba. El gobierno empeñó en ese objetivo un enorme esfuerzo y desencadenó una suma de presiones para sumarle apoyos a su proyecto. En esa tarea no miró pelo ni marca: se pegó al catamarqueño Ramón Saadi, al bussista tucumano Carlos Salazar, al derrotado radicalismo K de Corrientes y al ARI fueguino; prometió ayudas económicas a algunos y respaldos de diferente carácter a otros, para disimular esqueletos ocultos en algunos roperos. Tuvo una formidable capacidad de persuasión: senadores que hasta unos días antes calificaban la propuesta oficial de "mamarracho" y hasta habían suscripto documentos de rechazo al proyecto se convencieron de que estaban equivocados y votaron lo que sugería la Residencia de Olivos.
Néstor Kirchner no podía darse el lujo de perder en el Senado; ni siquiera de obtener una victoria limitada a la aprobación en general del proyecto pero que cuestionara algunos artículos que juzga esenciales; por eso, el oficialismo no quiso ni siquiera corregir errores notorios y notables del texto que llegó desde la Cámara Baja: había que aprobar a libro cerrado para el proyecto no volviera a Diputados, pues allí no alcanzarían los votos para una aprobación con mayoría especial. Néstor Kirchner no ha conseguido reponerse aún de la derrota electoral del 28 de junio, cuando perdió con las reglas de juego que él mismo impuso (fecha adelantada, candidaturas testimoniales) y en lo que él mismo caracterizó como un plebiscito. Un nuevo retroceso ocasionado por otra batalla que él eligió dar habría dejado en evidencia el creciente vaciamiento de su poder. Se dijo en esta columna que para él, la perspectiva de que la ley fuera "aprobada sin tocarle una letra y cumpliendo estrictamente su voluntad tiene una lectura política inequívoca: es una manera de exhibir (ante los ajenos, pero sobre todo frente a los propios, asechados por el escepticismo) que el mando sigue residiendo en Olivos". La madrugada del viernes al sábado representó un alivio. Pero no alcanza para tranquilizar a Kirchner.
La dinámica de confrontación permanente se agudiza a medida que se aproxima la fecha en que el gobierno perderá la mayoría numérica en el Congreso. El 10 de diciembre el oficialismo se quedará sin "la escribanía parlamentaria", donde ha conseguido casi automáticamente durante seis años transformar sus voces de mando en leyes de la República o asegurarse la concesión de facultades extraordinarias o la cesión de atributos propios del Legislativo. Paralelamente, las encuestas registran el continuo hundimiento de la imagen de la pareja gobernante en la opinión pública, donde apenas cosecha un 20 por ciento de adhesiones. Como alguien señaló por estos días, Kirchner nunca fue amado y cada vez le cuesta más ser temido. Por eso necesita sobreactuar su actitud confrontativa y ejercerla sin descanso. Allí es donde entra la nueva fase de la ofensiva oficialista de Primavera: el intento de desembarco hostil en Papel Prensa, la empresa en que los diarios Clarín y La Nación conviven con el estado como tercer accionista (28 por ciento de las acciones). Kirchner envió allí a uno de sus mosqueteros preferidos, Guillermo Moreno, y éste se hace personificar por Beatriz Paglieri (una de sus espadas en el INDEC) a quien ya colocó en el directorio de la papelera, pero no por ello omite su propia acción directa.
Moreno cree tener la fórmula, si no para que lo amen, al menos para que le tengan miedo. "Afuera tengo a mis muchachos, expertos en partirle la columna y hacerle saltar los ojos al que hable", dijo - entre otras lindezas- el 14 de septiembre a un grupo de representantes estatales en la conducción de la papelera a quienes arengó en su oficina sobre la necesidad de controlar (intervenir, expropiar) la empresa y reclamó discreción y silencio sobre lo que allí se conversaba; aquella mención a "mis muchachos" pretendía darle énfasis a su exhortación.
Uno de los funcionarios advertidos por Moreno, Carlos Collasso, narró lo ocurrido ante un escribano. El acta así librada es la base de una acción judicial contra el secretario de Comercio y su revelación ha generado un revuelo político considerable. Las amenazas del secretario de Comercio no suenan como un inocente exabrupto en un país en el que, en vísperas de una elección provincial suceden muertes misteriosas maquilladas de suicidio.
El acta de Collasso no parece haber sido la única reacción a aquellos raptos de ira de Moreno en los que invocaba "expresas instrucciones de la señora Presidente". Hubo también renuncias. Una de ellas es particularmente significativa, pues corresponde a Mauricio Mazzón, hijo de Juan Carlos Mazzon, el jefe de la Unidad Presidente de la Casa Rosada y experto tejedor de operaciones políticas del oficialismo en provincias. El joven Mazzon es uno de los miembros estatales del directorio de la papelera y fue uno de quienes recibió más directamente las maldiciones y amenazas de Moreno el 14 de septiembre. Mauricio Mazzon y otro dimitente, Juan Drucker, procuraron divorciar su alejamiento del episodio Moreno ("de ninguna manera nuestras renuncias al directorio de Papel Prensa están relacionadas con ningún hecho vinculado a las versiones que son de conocimiento público"), pero no desmintieron la narración de Collasso. Si bien se mira, la aclaración parece confirmarlos.
La atmósfera confrontativa que suscita el oficialismo va así recalentándose: al acoso a algunos sectores y al embate contra el equilibrio y la sustentabilidad de las empresas atacadas, se suman abiertas amenazas de violencia física. ¿Piensa acaso el oficialismo que el país -y el propio gobierno- está en condiciones de soportar ese clima de tensión creciente durante los dos años que restan hasta el 2011?
La lógica constante de Néstor Kirchner de levantar permanentemente las apuestas, que -más allá de su plausibilidad- parecías sostenible cuando el gobierno contaba con amplios márgenes de respaldo en la opinión pública y con una caja bien forrada, se le torna peligrosa después de la derrota electoral de junio, de la estrepitosa caída de su imagen y del aislamiento internacional que experimenta.
Los sectores acosados por el gobierno (y a esta altura quedan pocos que no hayan padecido sus embates) así como los que sufren las consecuencias de su "modelo" (que incrementó en 3 millones el número de pobres en los últimos tres años) no son la oposición política. Los partidos de la oposición pueden vacilar entre jugar fuerte ahora o guardarse para las elecciones de 2011. Los que se sienten existencialmente amenazados no tienen ese margen.
En política también se manifiesta el principio físico de acción y reacción.
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