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sábado, 20 de febrero de 2010

APUESTA DEMENCIAL


Malvinas: la apuesta demencial de Néstor Kirchner y Cristina Fernández


Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital

Aunque cueste creerlo, la noticia del Decreto Presidencial argentino que intenta regular el tráfico de navíos entre el continente y las Islas Malvinas ha causado mayor repercusión en Gran Bretaña que a nivel local. Análisis al respecto de la escalada verbal con Downing Street y las posibles consecuencias del desatino de Balcarce 50.

La Administración Kirchner ha comenzado a poner pie en terreno peligroso, a partir del decreto recientemente promocionado desde la Casa Rosada y que exige a los navíos que circulen por aguas argentinas la solicitud de permisos, si acaso tuvieren a las Islas Malvinas-Falkland en sus itinerarios.

En rigor, no le falta razón a los analistas que han comparado el interés de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner con la agenda del ex presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, salvando pequeñas distancias en términos propagandísticos. Interés que se traduce mayormente en la recaptura de capital político y porcentajes de aprobación social, ambos en extremo elusivos para el matrimonio presidencial en tiempos recientes.

En este panorama, el columnista de Diario Clarín, Eduardo van der Kooy, ha trazado un interesante paralelo entre los complejos desafíos electorales que tienen por delante tanto los Kirchner como el Primer Ministro británico Gordon Brown. En el caso de la nación europea, se aproximan los comicios generales, que podrían llevarse a cabo durante los primeros días de junio de 2010. En ellos, el gobierno laborista jugará sus cartas frente al Partido Conservador (los tories), cuyo principal referente es un almidonado David Cameron.

Las necesidades locales de Néstor Kirchner y su mujer, en términos del recupero de una popularidad perdida, son bien conocidos y no invitan a ahondar demasiado.

Para el tándem gobernante, se vuelve necesaria la agitación de renovadas banderías desde el espectro mediático, a los efectos de reencolumnar a un sinnúmero de aliados políticos (por qué no, provenientes de la vetusta izquierda nacional), que de paso puedan -casi lateralmente- apoyar en las batallas del Congreso, mientras se suman a la nueva cruzada malvinizante.

El escalamiento ex profeso de la cuestión de Malvinas desde la agenda de Balcarce 50 -se ha reportado- es una ocurrencia que ha partido desde la maquiavélica y pendulante psiquis de Néstor Carlos Kirchner. Mientras algunas fuentes dan esta aseveración por comprobada, otros han llegado a idénticas conclusiones, exponiendo sin tapujos que la esposa del ex presidente y actual primera mandataria carece de la creatividad y el ingenio más elementales como para haber diseñado la respuesta oficial ante la partida de la plataforma submarina de Desire Petroleum, y que próximamente arribará al archipiélago.

En cualesquiera de los casos, es llamativo el hecho de que, desde ambos lados del Atlántico, muy pocos se aferran a los análisis militares del problema a la hora de intentar explicar la escalada diplomática. Las coincidencias hablan por sí solas: mientras que en Buenos Aires se trata la cuestión bajo el marco de la necesidad del oficialismo por recuperar la imagen del gobierno federal ante la sociedad, en Londres se impone -cual imperativo categórico- el argumento de que el PM Gordon Brown también está ejerciendo un claro usufructo de la escaramuza verbal para "plantarse mejor" ante un espectro de votantes indecisos.

Más curioso aún, son contadas las voces que se atreven a deambular por la espinosa cuestión militar. Estas visiones también coinciden, aquí y allá. Mientras que en la Argentina, fuentes castrenses insisten -siempre en off- en que el Ejército Argentino dispone de poder de fuego para sostener un combate por apenas medio día, en el Reino Unido se recuerda que la Flota ha venido acusando una serie de lapidarios recortes presupuestarios, al punto en que la Royal Navy ya no está en condiciones de reeditar un desplazamiento de pertrechos como aquel que se diera en 1982, el mayor despliegue que llevara a cabo el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial.

Los militares británicos que han sido desempolvados por los medios londinenses con tal de sonsacarles alguna información refieren que la Gran Bretaña ya tiene un alto porcentaje de fuerzas activas bien entreveradas (y hasta más de la cuenta) en los teatros de operaciones iraquí y afgano, con lo cual la sola consideración de despachar tropas hacia las Malvinas pone sobre el tapete una serie de inabarcables complejidades tácticas. Y, por cierto, Inglaterra se encuentra prestando gran atención al affaire iraní, que podría escalar en cuestión de meses y que también requeriría un compromiso manu militari de parte de Washington para con sus aliados.

De todos modos, cuando de las Malvinas se trata, allí están los reportes de Jane's Defense Weekly y otros organismos especializados que respaldan con sólido argumento que ese territorio británico de ultramar se encuentra a salvo de amenazas potenciales. En las islas existe una bien pertrechada guarnición, que nada de comparable tiene con la que había en ocasión de la llegada de la Infantería de Marina argentina en abril de 1982 en el marco de la Operación Rosario. Las defensas del archipiélago disponen ahora de cazas Eurofighter Tycoon de última generación, artillería antiaérea y misiles tierra-tierra que, por su alcance, podrían alcanzar centros urbanos de la Patagonia Argentina.

En rigor, puede decirse que la movida que ha montado Néstor Carlos Kirchner es fácilmente comparable a la patriada que en su momento supieron montar Leopoldo Galtieri en el Atlántico Sur y Saddam Hussein en Kuwait, ante el convencimiento personal de que las potencias no intervendrían militarmente en la eventualidad de un conflicto. Los Kirchner terminan de inscribirse, pues, en ese tristemente célebre club de dictadorzuelos de baja estofa que -en honor a la obtención del busto y la benevolencia futura de los libros de historia- se embarcan en aventuras cuestionables que, a la postre, terminan pagando las sociedades que ellos mismos regentean desde el atril.

Por cierto, la referencia al dictador argentino queda relegada solo a la cuestión política. Nadie en su sano juicio se atrevería a ningunear o a desmerecer el coraje y el valor que supieron demostrar los héroes de Malvinas en combate. Muy a pesar de que fueron traicionados por ese colorido desfile de traidores (entre los que se encontraban renombrados gremialistas, políticos y militares de alto rango) que supieron acercarse a la embajada británica en Buenos Aires para ponerse a disposición del enemigo de aquel momento.

En otro orden de cosas, en la Argentina a pocos escapa el hecho de que la escalada verbal con Londres está siendo irresponsablemente fogoneada por el matrimonio patagónico, a través de una espesa cortina de humo que persigue el objetivo de distraer frente a la soledad política que los envuelve por estas horas, sin mencionar el agravamiento de las problemáticas de siempre, a saber, el dólar, la inflación, los conflictos gremiales y la inseguridad urbana.

A semanas de perder por completo el control del Congreso, los Kirchner se han decidido a reeditar los fantasmas del Atlántico Sur con tal de que la sociedad mire para otro lado. Si hay algo que los santacruceños nos han enseñado en estos últimos años es que, cada vez que asoma un evento o entramado de situaciones que amenazan su estructura de poder, surge la hora de recurrir a maniobras clásicas de la propaganda goebbeliana para salir del paso.

Pero sucede que Néstor y Cristina -ya la sociedad lo ha notado- no son grandes líderes. Un líder que se precia de serlo, sabe administrar las propias fuerzas para sobresalir ante la adversidad. Y se anota el voto de confianza de la ciudadanía a base de una elevada dosis de carisma, pero acompañada siempre de un estricto pragmatismo. Un refinado regente del poder también sabe perfectamente que -en determinadas oportunidades- conviene ceder. Pero ello no equivale a mostrar debilidad, más bien al contrario. Precisamente, quien cede, suele hacerlo porque no quedan otras alternativas y, mientras tanto, este retroceso aparente puede serle útil a los efectos de elucubrar la próxima movida. "Cuando eres fuerte, simula ser débil; cuando eres débil, simula fortaleza", sugería el chino Sun Tzu, primer teórico de la ciencia del conflicto.

El matrimonio presidencial parece haber hecho exactamente lo opuesto: teniéndolo todo a favor (exceptuando el carisma), han sabido dilapidar una oportunidad histórica para la Argentina, convirtiendo al país, de paso, en una república arrasada. La mentira ha terminado por derribar todos los mitos, comenzando por aquel que clamaba que Santa Cruz era una provincia modelo en el país. Lo cierto es que la Presidente de la Nación y su marido han sabido replicar a nivel nacional la fórmula patagónica. Ese distrito se muestra hoy en la más miserable bancarrota: sus antiguos patriarcas (hoy al frente de la Nación) no han sabido transformar a Santa Cruz en una provincia viable, ni siquiera habiendo contado con los más de US$700 millones en regalías petroleras que le proporcionara la privatización de YPF. Operación menemista que en su oportunidad aprobaron contra viento y marea.

El legado que los Kirchner han sabido obsequiar a sus colegas de la política es el montaje de un poco sutil aparato de propaganda que, echando mano de un innegable tinte hitleriano, arremete contra las libertades individuales y la emprende por la vía del garrote contra todo aquel que piense distinto. No se trata ya de etiquetar a las víctimas de este aparato como "golpistas" o "destituyentes"; se trata simplemente de individuos y medios que intentan alertar sobre todo aquello que se observa mal encaminado.

Con el triste episodio de Malvinas, Néstor y Cristina se aferran a uno de sus últimos trucos. Pero es una apuesta ciertamente suicida que no solo ha demorado en un centenar de años la discusión de la soberanía, sino que aún puede reservar derivaciones tan inesperadas como lamentables. Ojalá esta escaramuza verbal se limitase a la pérdida definitiva del archipiélago: detrás del error garrafal de la Casa Rosada se esconde también el fracaso frente a la estrategia británica de largo plazo que tiene por objetivos al Mar Argentino y la Zona Económica Exclusiva. No está de más recordarle al lector que la "izquierda nacional" coincide con la agenda global de la potencia europea pues, ¿qué mejor aliado tienen aquí las naciones desarrolladas -hambrientas de recursos naturales y energéticos- que aquellos que, desde adentro, propician el desarme unilateral de las Fuerzas Armadas argentinas a través de un discurso ideológico que ha sido exterminado sin remedio en todo un planeta?

A fin de cuentas, la apuesta gubernamental termina construyendo una reacción contraria de parte de la oposición y una mayoría ciudadana que -traducida casi en un ruego- apuntan a que la escalada con el Foreign Office y Downing Street no configuren un escenario prebélico de incalculables consecuencias. Tal vez la señora Nilda Garré -Ministro de Defensa- no lo sepa, pero las variables utilizadas a la hora de reeducar a los uniformados argentinos en las artes de la guerrilla warfare o "guerra de guerrillas" han sido extraídas de sociedades que nada tienen que ver con la Argentina. Aquí escasean la masa crítica y el recurso humano. Pero, fundamentalmente, no se puede transformar a una sociedad capitalista -como lo es la Argentina- en "guerrillera", de la noche a la mañana. Fracasaron la izquierda revolucionaria en los años setenta y Gorriarán Merlo en los ochenta. Y, por si acaso citar esos ejemplos fallidos fuera poco, hoy una porción importante de la sociedad confiesa envidiar el estándar de vida de Ricardo Fort -aunque no lo aprueben como persona-.

A la postre, el affaire Londres-Buenos Aires resulta ser más meduloso de lo que a priori se vislumbraba, mas convendría prestar algo de atención al curso de acción que el gobierno de Su Majestad se digne a adoptar frente a las bravuconadas de los siempre intolerables Jorge Taiana y Aníbal Fernández. Tándem sometido más que nunca a la seguidilla de caprichos de un matrimonio inapelablemente caído en desgracia.

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