REDENTORES
Economía para todos - 08-Feb-10 - Política Nacional
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Redentores sin redenciones
El verdadero cambio de la política argentina no vendrá
de la mano de salvadores mediáticos, furtivos y vanos.
por Gabriela Pousa
Es muy difícil analizar el escenario político cuando todo lo esencial termina siendo más de lo mismo. Pocas son las novedades aun cuando el vertiginoso ritmo de las noticias parezca demostrar lo contrario. Todo cuanto acontece en los últimos días, incluso meses, no es sino un reflejo cabal de aquello que sucedía antaño cuando el matrimonio presidencial desembarcaba en Balcarce 50 y establecía el mentado doble comando.
El episodio del Banco Central con sus protagonistas convertidos en héroes o villanos no hace más que referir a otros casos en lo que pudimos evidenciar idéntico atropello institucional. ¿O qué fue acaso la irrupción de Roberto Bendini al frente del Ejército? Un atropello a las Fuerzas Armadas, ni más ni menos. Tiempo después, debió partir sin que nada se supiera siquiera de aquella causa donde se le acusaba por comprar regalos para casamientos con fondos del Estado. Ese personaje gris pasó sin que se recuerde su significado.
Del mismo modo pasó también Felisa Miceli por el Ministerio de Economía con su bolsa dentro de un armario, en el cuarto de baño: un préstamo que le hiciera su hermano. A su vez, Ricardo Jaime sigue viajando, y nadie sabe a ciencia cierta qué fue de aquel avión tan enigmático capaz de ocupar durante semanas la portada de todos los diarios.
Así, un sinfín de funcionarios ha dejado despachos sin que la Patria les demandara un ápice. Es cierto que la Justicia tiene sus tiempos, y es posible que todos o algunos de ellos deban recorrer los pasillos de tribunales en algún momento. Pero los calendarios, en este aspecto, se hacen demasiado largos y densos.
Mientras, los argentinos se detienen en las cuestiones más insólitas, creídos que se han de convertir en puntos de inflexión o en bisagras de la historia. Sin embargo, todo pasa y la costumbre amansa aún más a un pueblo que nunca termina de reaccionar. Y no se trata de revoluciones ni mucho menos. Se trata de exigir acciones democráticas a un gobierno que ha dejado de lado a la democracia hace ya mucho tiempo. No es suficiente con que la ciudadanía los haya votado si tras ello, se ha ido de atropello en atropello, devastando las instituciones, y reemplazando escándalos como si estos fueran capítulos de una novela que protagonizan ajenos o extraños.
Se les ha perdonado tanto durante seis años que parece insignificante, de repente, esta acusación que se le hace a Néstor Kirchner por la compra de dos millones de dólares. Hay que sincerarse: pretender una conducta ética de parte de quienes han socavado todos los valores, y trastocado la moral a punto tal de sumirnos en una crisis de principios sin envergadura, resulta ingenuo por demás. Sin embargo, quizás reconforta pensar que Al Capone no cayó por sus crímenes sino por evasión impositiva.
Ahora bien, admitamos que este episodio de los dólares puede pasar en breve como ha pasado Skanska, Grecco, la valija de Antonini, el enriquecimiento magnánimo de los secretarios del matrimonio Kirchner -y de ellos mismos-, considerado incluso como "lícito". Lamentablemente, el ritmo de los escándalos es tan veloz que mañana podemos estar preocupados por un tema sustancialmente distinto al que nos ocupa hoy. Sin embargo, el fondo sigue siendo el mismo aunque a la superficie asomen temas que nada parecen tener que ver unos con otros.
En primer lugar, el epicentro donde se han originado todos los horrores y errores que han sacudido al país en los últimos años tiene dirección en el mismo lugar donde se halla el Poder Ejecutivo. No es un detalle menor. Desde allí se tejen y destejen los problemas sin que a ninguno se les dé cabal solución. Por otra parte, la ciudadanía se aferra a providenciales que se erigen héroes apenas unos días.
Así es como Alfredo De Angeli figuró primero en todas las encuestas de imagen positiva cuando estalló la crisis del campo, crisis que hoy en día se evidencia en góndolas y en la imposibilidad de comprar aquello que en la Argentina supo ser prácticamente el plato del día.
Posteriormente, Julio César Cobos irrumpió como el salvador por su "voto no positivo". Hoy, ya resulta traidor por haber avalado el desplazamiento de Martín Redrado en comunión con el oficialismo, sin conocer los fundamentos de su escrito donde esgrime que debería aceptársele la renuncia -en concordancia a lo sugerido por la UCR-, pero destacando que la defensa de las reservas fue correcta. En fin, ¡cuán furtivos son los "redentores" de un país que se ha quedado sin héroes y sin próceres gracias a los "revisionismos" fatídicos de seudo historiadores!
Hace unos años, el obispo Joaquín Piña marcaba -ilusoriamente- lo que sería el ocaso de la reelección. Hoy, es apenas un recuerdo de otra vana providencia que se ensalzó como bendición. Idéntico rol tuvo el juez Manuel Blanco cuando irrumpieron las "candidaturas testimoniales", un eufemismo de estafa sin parangón. Al tiempo, resultaban electos legisladores Daniel Scioli, Nacha Guevara y Sergio Massa, entre otros.
Meses atrás, la sociedad entera fijaba su mirada en otro providencial que duró lo que dura un castillo de naipes cuando sopla el viento. El senador Guillermo Jenefes (Jujuy) tuvo en sus manos la libertad de expresión. En él se depositó toda la esperanza, y así terminó. Otro desfalco a la ilusión.
Hoy por hoy, frente a la necesidad de limitar el uso de decretos de necesidad y urgencia, y sobre todo ante la defensa de las reservas, puede que aparezca un gobernador como Carlos Verna (La Pampa) asumiendo el papel de redentor sin redención. Otro personaje capaz de convertirse en el "Jenefes" actual aunque ese rol sea ilusorio, y diste de ser realmente una solución. Pruebas al cántaro.
Posiblemente no pueda pedírsele más a una oposición que no comprende demasiado cuál es su función. En ese caso, no debe asombrar que de aquí al 2011 sólo haya un protagonismo indiscutido: el de los Kirchner ganando la iniciativa y encabezando el saqueo final de la Argentina.
Si la sociedad no aprende a distinguir quién es quién, y sigue conformándose con "salvadores" mediáticos, furtivos y vanos, la certeza de un verdadero cambio en la política nacional se convierte en una utopía muy difícil de alcanzar.
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