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sábado, 16 de julio de 2011

DESDEÑADOS


El sector más desdeñado

El desempeño penoso de la economía argentina a partir de las primeras décadas del siglo pasado se debe en buena medida a la aberrante guerra ideológica que han librado varias generaciones de intelectuales y políticos populistas contra el campo. En efecto, convencida de que las actividades agrícolas y ganaderas son indignas de una sociedad progresista y que quienes se dedican a ellas son "oligarcas" de mentalidad feudal, una larga serie de gobiernos, incluyendo al encabezado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para la que el campo es un reducto de golpistas liderados por "generales mediáticos", se las ha ingeniado para estorbar su desarrollo, de tal modo privando al país de muchos miles de millones de dólares anuales que, bien invertidos, le hubieran permitido superar el atraso que ha condenado a millones de familias a la miseria. Lo que han querido quienes piensan así es que la Argentina dejara de ser un país "agroexportador" para transformarse en uno industrializado, pero los frutos de sus esfuerzos en tal sentido han sido decididamente magros. Si bien algunas empresas nacionales son competitivas, o podrían serlo si el gobierno se abstuviera de poner obstáculos en su camino, demasiadas no podrían sobrevivir sin las barreras proteccionistas que se han erigido a fin de defenderlas contra las siempre desleales "invasiones" ajenas.

La negativa supuestamente principista del gobierno actual a tomar medidas destinadas a impulsar el desarrollo del único sector económico que está en condiciones de competir en pie de igualdad con sus equivalentes en cualquier parte del mundo ha motivado a cuatro ex secretarios de Agricultura a pedirles a los kirchneristas abandonar la "arcaica y atrasada visión" que ha perjudicado tanto al país. Lo mismo que sus ocho homólogos de Energía, que también han criticado con severidad los errores costosos perpetrados por el gobierno de los Kirchner, los cuatro reclaman una "política de Estado a mediano y largo plazos" para que el país pueda aprovechar plenamente las oportunidades que seguirán brindándole sus ventajas comparativas. Acaban de presentar un documento, en el que señalan que de no haber sido por las políticas discriminatorias favorecidas por el gobierno "hoy podríamos estar exportando 8.000 millones de dólares más por año, sólo en productos agrícolas", y que, manejado con racionalidad, el sector podría crear 240.000 puestos de trabajo nuevo en los años próximos.

Por desgracia, no hay muchos motivos para creer que el gobierno esté dispuesto a prestar atención a los consejos de los ex secretarios de Agricultura de gobiernos democráticos, tanto peronistas como radicales, Lucio Reca, Marcelo Regúnaga, Jesús Leguiza y Rafael Delpech. Es tan fuerte el prejuicio que sienten la presidenta y los miembros más influyentes de su equipo hacia el campo, que actúan como si a su entender debieran combatirlo porque su eventual crecimiento haría de la Argentina un país menos industrializado. Se trata de un disparate. La economía no es un "juego de suma cero" en que el avance de un sector signifique automáticamente el retroceso de otro, sino un proceso productivo en el que el crecimiento de una parte suele beneficiar a todas. Asimismo, a esta altura es francamente ridículo suponer que el campo simbolice el atraso y que lo único que hacen los agricultores sea recoger "yuyos" provistos por la naturaleza. Por el contrario, en nuestro país los agricultores y ganaderos se han mostrado más que dispuestos a incorporar las tecnologías más modernas. Por lo demás, todo hace prever que gracias al aumento explosivo del poder adquisitivo de los habitantes de países asiáticos como China y la India, el boom de los commodities agrícolas que nos ha permitido disfrutar de una etapa de crecimiento macroeconómico vigoroso se prolongará por muchos años más. Estamos frente a una oportunidad que sería insensato seguir desaprovechando, como ha hecho el gobierno al suspender por motivos de política interna la exportación de ciertos productos a mercados ya conquistados, intervenir arbitrariamente en los mercados de granos e intentar apropiarse de una proporción a todas luces excesiva de las ganancias del sector mediante retenciones móviles y otros impuestos discriminatorios, cuando no punitivos

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