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domingo, 24 de julio de 2011

VICTORIA



EL PELIGRO DE CANTAR VICTORIA ANTES DE TIEMPO
Por Gabriela Pousa

Aunque a simple vista parezca calcado con otros de antaño, el escenario político actual, se caracteriza por ciertas particularidades interesantes para analizar.

Si bien se trata nuevamente de entrar al cuarto oscuro, la diferencia radica quizás en cómo llegan esta vez, los votantes y los candidatos, a ese ámbito.

En común con votaciones pasadas, habrá un alto porcentaje de votos al “menos malo”, poniendo en evidencia la crisis de un sistema representativo donde dirigencia y ciudadanos continúan habitando diferentes espacios.

Hablar del “voto útil” no es políticamente correcto, implica discriminar entre sufragios de utilidad y otros abyectos. Se corre el peligro de pisar el susceptible límite de la diferenciación: actitud que -de un tiempo a esta parte-, parece haberse convertido en un sacrilegio imperdonable.

La igualdad se tornó dogma, sinónimo de estandarización compatible con la manipulación, y afín a la necesidad de evitar un pensamiento dispar. En síntesis, una entronización de la masa en detrimento de la individualidad. Pero, más allá del juego de palabras, habrá también “voto útil” igual

Lo cierto es que en los albores de los comicios presidenciales, estamos acudiendo a hechos que en otras oportunidades no sucedieron, o al menos no tuvieron la magnitud actual. Uno de ellos es la irrupción de un protagonista ajeno a estos avatares, que vuelve a poner de manifiesto la devaluación de clase política tradicional.

Puede aducirse que Miguel Del Sel no es ninguna originalidad, y que ocupa hoy el espacio que ayer ocupara Carlos Reutemann, Daniel Scioli u otros tantos que surgieron para atraer al electorado hastiado por los fracasos de la ortodoxia.

Sin embargo, el actor no llega y da el batacazo inserto en ninguno de los clásicos aparatos clientelistas partidarios. Del Sel, en Santa Fe, sepulta al mismísimo candidato oficial, pese a la ventaja que da ser delfín presidencial.

Otra de las características -si no inédita, al menos peculiar- de esta antesala electoral, radica en el rol de una oposición que no emana, precisamente, de las tradicionales estructuras partidarias democráticas.

La verdadera oposición surge hoy de las propias entrañas del gobierno, y no solamente por el episodio de Carta Abierta o los exabruptos de sus adláteres. Eso son apenas anécdotas en el marco de las contradicciones habituales.

Obsérvese que los más graves casos de corrupción que están opacando (o intentando opacar), la posibilidad de un triunfo rutilante como se venía avizorando por parte del gobierno, no proceden de ninguna de las alternativas que pretenden reemplazarle.

No es ni el radicalismo, ni el peronismo ortodoxo, disidente, federal o como guste llamársele, ni tampoco la izquierda más vernácula, quienes han sacado rédito político de la cantidad de errores que ha cometido el oficialismo. Por el contrario, en la mayoría de los casos, frente a supinos desatinos guardaron silencio, o esgrimieron como espectadores tiesos, alguna suerte de crítica al respecto. No mucho más.

A su vez, tampoco, una vez descubiertas las maniobras turbias del Ejecutivo, han impulsado investigaciones severas que arrojaran resultados definitivos. El kirchnerismo, guste o no, siempre estuvo un paso adelantado, logrando disipar con un aceitado engranaje mediático, los efectos colaterales, y reemplazando un tema escabroso, por otro capaz de captar la atención popular con oportuna velocidad.

Así, la mayor fuerza opositora que está tratando de jaquear o desnudar la matriz gubernamental, sin que pueda garantizarse por ello que sea un jaque mate final, se halla hoy en uno de los enemigos creados caprichosamente por él mismo.

¿Sabrían los Kirchner que su embate directo y sin sentido contra un medio masivo como lo es Clarín, terminaría dándole tan duros disgustos? O han tenido una falla importante en su percepción, o su audacia política es de tal envergadura que se atreven a enfrentar las evidencias más palpables de su corrupción, convencidos de poder alivianarlas, para que no pasen de meros golpes, y hagan mella el objetivo final: la reelección presidencial.

Sin eufemismos ni sutilezas, es justo admitir que quién puso de manifiesto la esencia intrínseca de este gobierno, quién lo desnudó frente a la opinión pública enceguecida por los espejitos de colores del consumo “masivo”, o del engaño del “para todos gratuito” cuyo costo es altísimo; ha sido y sigue siendo el periodismo (o cierto periodismo, mejor dicho)

Algunos ejemplos que obran como la prueba del botón: desde la bolsa de Felisa Miceli en el baño de su despacho en un ministerio de la Nación, pasando por las conexiones de Antonini Wilson con la Casa de Gobierno, la aduana paralela con Venezuela, el enriquecimiento ilícito de unos cuántos, el tráfico de medicamentos adulterados, el uso y abuso político de los derechos humanos, hasta los sobreprecios en obras públicas, y este “ahora” donde cada día nos desayunamos con algún nuevo escándalo.

Ningún partido político ha podido desenmascarar al kirchnerismo como lo está haciendo, tal vez para resarcir errores propios del comienzo – para qué mentirnos –, el grupo Clarín a través de sus medios. Podrá decirse con argumentación discutible o no, que ha emprendido esta misión para preservarse a sí mismo, pero esa es otra cuestión.

Estamos presenciando el boomerang del afán bélico de un oficialismo que ha creado enemigos hasta de aquellos que fueran, originalmente, sus aliados más férreos.

Lo cierto es que si no fuese por el llamado “monopolio”, mucha podredumbre y oscuridad hubiese quedado en penumbras. Si esperábamos que fueran los candidatos que pretenden enfrentar a la Presidente quienes echaran luz sobre los hechos, seguiríamos prácticamente ciegos.

Ahora bien, si esta luminosidad ha de servir para cambiar ya no depende del perseguido multimedios. Este apenas obra como espejo. Muestra lo que hay. Pretende desasnarnos, más allá de la causa que lo mueve a hacerlo, y de la crítica que pueda hacérsele por la demora en ello.

El mentado “gran diario argentino” deja la realidad sin maquillaje, como ha dejado a varias Madres de la Plaza de Mayo con el pañuelo embarrado. Lo negro es negro, no más blanco.

Continuar o no con este resquebrajamiento depende además que se suban al carro, otras voces con micrófonos abiertos. Hay, ciertamente, microclimas donde interesa no sólo el fin sino los medios, que bregan por despertar al resto. Pero también es cierto que parte de ese “resto” ha sido ganado por el conformismo de la pobreza ad eternum. Está preso de ese Estado supuestamente paternalista tras el cuál se esconde el depredador gobierno.

Creer que una derrota en Capital Federal, en Santa Fe o en Córdoba define la suerte de Cristina Kirchner, es olvidar lo acontecido en el 2007 cuando también derrotada en esos distritos, signada por el secuestro de la valija con dólares en el aeropuerto, terminaba luego venciendo.

A su vez, es limitar los alcances de un país donde el hambre y la miseria continúan haciendo estragos, y consecuentemente hay quienes no saben de qué tratan las portadas de Clarín ni acceden a los twitters ni al Facebook.

Por eso, todo sigue siendo demasiado incierto, y ver sin mirar con detenimiento puede hacer creer que, algunos garrotazos dados al monstruo, lo aniquilan cuando en realidad está reposando para volver al ruedo.

GABRIELA POUSA

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