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viernes, 1 de julio de 2011

ACCIDENTE


Que parezca un accidente

por Miguel Ángel Rouco

La mitad del año resulta un buen momento para realizar un pequeño balance. Esto permite ver no sólo los resultados alcanzados sino que permite también proyectar la perspectiva del mediano y largo plazo, al margen de lo coyuntural. Este análisis adquiere mayor relieve si se tiene en cuenta que el país transita por un complicado año electoral con resultado aun incierto.

Sin embargo, más allá de las urnas, existen un conjunto de decisiones políticas y económicas que trascienden el horizonte 2011. En el trazado del balance, el gobierno sigue empeñado en transitar un sinuoso camino plagado de desaciertos que tienen como principal directriz el alimento inflacionario.

En efecto, el gobierno ha sido incapaz de instrumentar medidas que pongan fin a un doloroso proceso inflacionario, solapado mediante la creación ficticia de un consumo exacerbado, sustentado en la fabricación de dinero artificial.

La inflación todavía no ha mostrado toda su intensidad, de allí que la sociedad aun no ha explotado frente a este devastador incendio. La magnitud del siniestro es de tal intensidad que los recientes aumentos salariales -pagaderos en cuotas-, ya han sido devorados por el fuego de los precios y no son pocos los sindicatos que están pensando en reabrir las discusiones paritarias.

Para volcarlo en términos más gráficos, la inflación es un robo donde todos los días un ladrón mete la mano en el bolsillo de la población y le quita un billete. Sin embargo, la obstinación del gobierno en sostener este dislate puede más y se profundizan las diferencias. ¿Cómo puede hablar el gobierno de una disminución de la pobreza con semejante inflación? No importa, el gobierno mitómano modifica estadísticas y hace creer que la inflación no existe.

El daño que está dejando la inflación en el tejido social será irreparable, a menos que se tomen medidas que pueden resultar dolorosas en lo inmediato, pero que en el mediano plazo permitan salvar a una generación. Sí, a una generación.

Este esquema económico perpetrado luego de la Convertibilidad, basado en una brutal devaluación, no sobrevive a menos que se practique otra devaluación. Y otra, y otra, y otra... No importa, el gobierno devaluamaníaco dice que es para sustituir importaciones y eso es bueno. Si esto es bueno, ¿por qué no devalúan todos los países y como por arte de magia solucionan todos los problemas? ¿Por qué no siguen la receta Kirchner?

Pero para no pasar por pecador, el gobierno ha reemplazado devaluación nominal por destrucción de riqueza. El efecto es el mismo: pobreza y caída de la calidad de vida de la población. Eso sí, que parezca un accidente.

En principio, la emprendió contra los tenedores de pesos, al mantener un tipo de cambio alto. El mantenimiento del dólar alto implica peso bajo, es decir, destruyó la moneda. Luego, fue contra los tenedores de la deuda -locales y extranjeros-, o sea destruyó capital. Más tarde, fue contra el campo, se apoderó de las retenciones. Después acometió contra los salarios de los trabajadores en las ex AFJP, esto es confiscó el ahorro de millones de argentinos.

Más recientemente, “tomó” las reservas del Banco Central y destruyó el respaldo de los pesos, todo esto con el fin de financiar un gasto público improductivo que no se tradujo siquiera en mayores inversiones.

En su carrera voraz, el gobierno sigue destruyendo ahorro y capital, arrojándolo a la hoguera del gasto. Una prueba. En su infatigable tarea de “tomar prestado lo ajeno”, el gobierno se alzó con más de 700 millones de dólares del Banco Nación para financiar el gasto improductivo.

En un ejercicio rápido, ¿cuántas viviendas económicas podrían haberse construido con ese dinero? Sin exquisiteces, a unos 1.000 dólares el metro cuadrado, se podrían haber ejecutado unos 700.000 metros cuadrados que se traducen en unas 10.000 viviendas económicas de 70 metros cuadrados, con un factor de multiplicación económica exponencial. Y esto sólo con una operación.

Pero el gobierno prefirió quemar ese dinero en subsidios y prebendas, cegando a 10.000 familias de bajos recursos, la posibilidad de acceder al crédito para la vivienda. ¿Esto es progresismo?

En lo que va de 2011, el gobierno “tomó” casi 6.000 millones de dólares de diferentes organismos.

Haga la cuenta. El gobierno no ha logrado mejorar la calidad de vida de la sociedad. Por el contrario, la ha deteriorado severamente. No hay mejoras en caminos, puertos, ferrocarriles, hospitales, viviendas, escuelas, seguridad, defensa, justicia. Y la lista sigue.

Y en tren de quemar, la administración Kirchner ha jalonado el incendio inflacionario con más fuego y ha comprometido ¡50.000 millones de dólares! en la importación de gas natural licuado, durante 20 años, sin licitación ni concurso de precios, en una operación a todas luces sospechosa, a menos de seis meses de entregar el poder.

Esto significa que la Argentina deberá quemar unos 2.500 millones de dólares anuales durante 20 años cuando en 2001, las reservas de gas propio comprobadas rondaban los 20 años. Tamaño nivel de disparate no encuentra lógica económica, en un país donde la administración Kirchner no puede siquiera asegurar los picos de consumo en época invernal y donde la matriz energética está sustentada en el uso del gas, sea para uso industrial, doméstico o para generación eléctrica. De hecho, las últimas centrales energéticas funcionan a gas cuando no a fuel-oil otro insumo que debe ser importado debido a la falta de inversiones en el área de hidrocarburos. En síntesis, se desató un incendio de proporciones incalculables. ¿Quién inició el fuego? El piromaníaco seguramente dirá que fue un accidente.

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