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sábado, 18 de abril de 2009

EL TIMBERO


Kirchner otra vez a todo o nada

POR JOSÉ ANGEL DI MAURO

Los últimos movimientos electorales de Néstor Kirchner lo muestran como lo que es: un jugador -¿compulsivo?- capaz de apostar al máximo aún a riesgo de perderlo todo. O mejor dicho: no le importa si sus acciones afectan cuestiones menores como la institucionalidad, si el objetivo es en aras de su proyecto político.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Parlamentario). No hay medias tintas para los Kirchner. Sobre todo para el varón de la pareja presidencial que ejerce el poder en el país con mano de hierro desde 2003. Las cosas son como marca la doctrina K , o no son. La verdad absoluta está en sus convicciones -palabra que tanto les gusta utilizar-, lo demás no tiene validez.

Nadie debería sorprenderse. Sólo había que echar una mirada en sus doce años de gobernador para saber cómo sería la gestión de Néstor Kirchner al frente del Poder Ejecutivo Nacional. Aunque en no pocos casos sus posturas respecto a los mismos temas hayan sido diametralmente opuestas.

¿Ejemplos? Derechos humanos. La perfecta sintonía que el Gobierno nacional mantiene hoy con los organismos del área no tiene antecedentes con lo que hizo a nivel provincial, donde jamás esas organizaciones locales fueron siquiera recibidas. Podrá admitirse, claro, que el tema no fue central en la lejana Santa Cruz , donde la represión fue más bien leve, razón por la cual los Kirchner estuvieron alejados de peligros durante la época del Proceso, más allá de una breve detención de Néstor de tres días en un cuartel.

Hay más ejemplos, pero no nos dispersemos del tema objeto de este análisis: ciertas características de un hombre que acaba de jugar todas las fichas en unas elecciones legislativas donde no tiene dudas de que se juega todo el futuro del kirchnerismo.

No podrá aplicársele a NK la definición estricta de “jugador compulsivo”, aunque alguno pueda sentirse inclinado por asociarlo como tal. Dícese del jugador compulsivo “aquel que ya ha perdido el control (de sus actos). Seguirá jugando, pedirá prestado, embargará sus bienes. No puede elegir jugar o no seguir, o detenerse. Está atrapado en una adicción progresiva. El adicto miente y miente”. Cualquier similitud con la realidad…

Animal político por excelencia, afirman quienes mejor conocen a Néstor Kirchner que su lista de placeres cotidianos está encabezada por la política -ninguna novedad, por cierto-. Quienes lo conocen de sus tiempos en Santa Cruz, admiten que en sus placeres más profundos ni siquiera el fútbol ocupa un lugar central. De lo contrario, no tengan dudas de que algo ya se habría hecho para que Racing estuviera peleando la Libertadores y no salir de la promoción… Entre sus placeres terrenales habrá que citar el juego. Disfrutaba yendo al casino, goce terrenal que formaba parte de la trilogía de deleites que completaban comer un asado con amigos y tomarse “un wiskicito” -Criadores, para más datos, aunque después fue dejando ese hábito por la dieta; dicen que ahora se inclina por beber vinos de los más distinguidos-.

En sus tiempos de gobernador solía pasar sus vacaciones en una casa que alquilaba en Cariló, donde despuntaba esos vicios y muy frecuentemente por las noches se hacía una escapada a Pinamar para jugar en el casino. Jugaba en su favor el hecho de no ser un dirigente entonces conocido. Hoy ese hábito no puede ejercerlo, así que sus apuestas pasaron a ser estrictamente políticas. La política nacional es un gran paño verde donde juega siempre fuerte; a todo o nada. Sabido es que en general se considera banca, aunque a veces quede claro que no lo es. El campo puede dar fe de ello.

No hace falta aclarar que es un apostador al que no le gusta perder. No está acostumbrado y cuando ello sucede, no puede aceptarlo. Sobreviene la ira y sólo lo consuela el deseo de venganza.

Desde tiempos inmemoriales se lo recuerda exteriorizando sus apuestas. Prueba de ello puede dar el hoy diputado Dante Dovena, quien el verano de 1985, en una sobremesa en Cariló escuchó de boca de su amigo -que entonces no era ni siquiera gobernador- su mayor apuesta a futuro: “En 20 años voy a ser Presidente de la Nación”. Incrédulo, los ojos de Dovena buscaron a la esposa de Lupín, quien muy confiada sólo apuntó: “Si él te dice que en 20 años va a ser presidente, le tenés que creer”.

El convencido debe saber convencer; y como la calidad empieza por casa, su familia le tiene una fe ciega. Ex compañeros de Máximo Kirchner que compartieron en 1995 su breve paso por el curso de ingreso a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, recuerdan que ese joven que más bien trataba de pasar desapercibido dejaba el perfil bajo cuando les anunciaba a aquellos con los que tenía un trato más frecuente que su padre, un ignoto gobernador, sería presidente de la Nación en pocos años.

Mal que le pese, alabó a Carlos Menem. Hay documentos fílmicos y audios que lo prueban. Pero también es cierto que ya con 600 millones de dólares en las arcas provinciales, decidió enfrentar al riojano y apostó a diferenciarse. Su esposa senadora fue en el Congreso de la Nación artífice de su estrategia. Y jugó a fondo, con posturas siempre contrarias al menemismo.

En la campaña hacia las presidenciales del 99 apostó al candidato Eduardo Duhalde; también en eso se diferenció del resto de los gobernadores. Después del descalabro institucional de 2001, jugó contra el presidente Duhalde a quien casi hizo tambalear con una votación en el Senado en la que mandó el avión de la provincia a buscar a un senador correntino con el que pudo haberle volteado una votación clave.

No el amor sino el espanto -a Menem- volvió a aliarlo con Duhalde y apostó a sí mismo, adelantando los tiempos que se había establecido para llegar al poder. Y una vez en el mismo, decidió que no había lugar para debilidades y, como de costumbre, las apuestas fueron siempre a todo o nada.

Entre tantos ejemplos, vale el del canje de deuda. El 12 de enero de 2005 Néstor Kirchner lanzaba la propuesta final a los bonistas para salir del ruidoso default de 2001, donde jugó a fondo con una oferta casi inaceptable: implicaba una quita a valor presente del 90%; si bien la segunda propuesta fue una versión mejorada, junto con Lavagna, les advirtió que aquellos que no entraran al canje no iban a cobrar más. Aníbal Fernández lo define como un conductor -ya no eminentemente político- que avanza a 300 kilómetros por hora. La analogía vale para el canje de deuda, en el que aceleró al máximo hasta llegar al borde del acantilado… no fue él quien pisó el freno: la propuesta logró una adhesión del 76,51% de los acreedores.

A seis años y medio de mandato, sus adversarios conocen mejor a los Kirchner, saben que la sorpresa es siempre su aliada y que tienen debilidad por los golpes de efecto. Eso sí, ya no los ven imbatibles, los han visto perder.

Sólo así se explica que no haya causado una sorpresa absoluta que como ex presidente Kirchner se tentara a postularse para diputado por la provincia de Buenos Aires. En esto tiene también que ver la omnipresencia de un hombre que sólo confía en su apellido. El o su esposa son los únicos que -a su juicio- le garantizan victorias. Así es que debe haber sido doloroso para su ego comprobar a través de encuestas su falibilidad.

Ahí se comprueba otra de sus características: es un pragmático. Como tal pone a su lado a quien tal vez inexplicablemente mantiene su imagen en el cénit, como Daniel Scioli. Obliga al gobernador y también a los intendentes a compartir los riesgos. Si él fracasa, fracasan todos. Si gana, nadie podrá sacarle de la cabeza que fue por su aureola de imbatibilidad.

A todo o nada, la apuesta tiene sus riesgos. Si es plebiscitaria la elección, ¿acaso no tendrían que dejar sus puestos los que pierdan? ¿Y si la población toma mal esta estrategia y decide aplicar un voto castigo? El jugador, hay que decirlo, siempre se tiene fe. Si no, no juega.

La pareja gobernante encarna por sí misma el proyecto político que defienden. No lo comparten ni creen en descendencias. El poder no se hereda, ni piensan en sucesores; saben por experiencia propia que una vez en la presidencia, quien la ejerza puede desentenderse de su mentor. Por eso difícilmente Scioli pueda ilusionarse con un 2011 si hay victoria en junio. Ya se sabe quién será el que la reivindique.

Será quien siempre juega a todo o nada, aunque a él no le guste esa definición: prefiere aquella que dice que siempre va por todo

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