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sábado, 27 de marzo de 2010

OLVIDOS


perfil - 27-Mar-10 - Columnistas

http://www.perfil.com/contenidos/2010/03/26/noticia_0046.html

¿24 de marzo por la identidad de quien?
Los curiosos olvidos de la memoria

Pese a que era la esposa del mismísimo Perón y fue la derrocada por
el golpe militar, nadie mencionó a Isabel. Caso Noble: justicia y cinismo.

por Roberto García

Curioso: no hubo mención, ni siquiera un recuerdo para María Estela Martínez de Perón, Isabelita o Chabela, dos de sus apelativos más famosos en el peronismo (aunque Jorge Antonio, quien no la quería, la llamaba "la pájara"). Y fue ella la mandataria que voltearon los militares hace 34 años, a quien persiguieron judicialmente por haber comprado 200 gramos de jamón crudo con los gastos reservados. Distracción premeditada, el último miércoles, de quienes organizaron la magna celebración en la ex ESMA y en la Plaza de Mayo. Un olvido repetido de la Presidenta, quien debe suponer que evitando citar el nombre de ciertos personajes (como hace el matrimonio con Carlos Menem) se puede cambiar la historia. Como suponen que, por haber censurado (o hecho desaparecer) el introito de Ernesto Sabato al Nunca más, el pensamiento del escritor se habrá eliminado.

Curioso: la omisión parece negar un antecedente del género, como podría repetir ella orgullosa desde el atril, no hace tampoco justicia con una víctima de la barbarie castrense de entonces -la tuvieron detenida y humillada casi cinco años-, menos honor al legado que el General Perón le reservó a su movimiento, ese que preside Néstor y al cual Cristina se debe como militante. Al menos, es lo que dicen. Nulo reconocimiento a esa viuda que Perón quería tanto, de ahí que la haya dejado como heredera de su patrimonio político, finalmente su último deseo fue convertirla en vice, como los Kirchner hicieron con Daniel Scioli o Julio Cobos. Inclusive, sin ningún rédito político, ya que ella nada aportaba en ese sentido. Pero esa transferencia -para alegría y merecimiento de sus seguidores- no se tuvo en cuenta tampoco en esta ocasión. Aunque, lo más grave y ni siquiera discutible, es que el fúnebre aniversario no reparó en que la Martínez (como la Fernández) fue una mandataria elegida por abrumadora mayoría en comicios democráticos (seguramente votada por la propia Cristina) y bajo el celo estricto de la Constitución, la que, obviamente, fue vulnerada ese 24 de marzo. Al menos, ese hecho capital y nefasto debió ser evocado.

Curiosa también la ignorancia de los jóvenes que no vivieron aquel golpe, quienes durante el acto entonaban la marcha y cánticos de homenaje al General que reverencian, sin incluir a la viuda que les pertenece por delegación específica. Ignorancia prealfabeta de algunos y, de otros, la interpretación de que Perón era como Julio Iglesias, con un solo perfil grato para las fotografías. Parecen desconocer que Isabelita fue su última esposa, compañera de los peores años de ostracismo y persecución, muchos más que la recordada y luchadora Evita. En esa marea juvenil de impreciso número que asistió a las ceremonias tampoco hubo memoria fecunda -justo cuando era una jornada para la memoria-, para precisar que sus parientes mayores o la otra parte de la concurrencia de edad superior, compartieron con desgano o alegría aquella conspiración militar, el mismo advenimiento de la dictadura. Basta señalar que en la multitud de comunicados de repudio emitidos el miércoles pasado por cuanta organización se imagina, ninguno puede registrar un antecedente similar de ofensa datado el 24 de marzo de 1976. Entonces, nadie escribía, menos a favor de una presidenta constitucional, igual que ahora. Frente al funesto episodio, no se manifestaron, quizás hasta asintieron. Tampoco lo habían hecho en los meses previos, cuando tal vez una protesta o una declaración hubiera detenido la catástrofe.

Tampoco, es justo admitir, ningún partido político se permitió esa actitud, hasta se puede citar a quienes casi validaron la operación militar. Ni la gente del propio Gobierno se defendía a sí misma. Lo que quiere decir que los cómplices, a los que aludió la señora de Carlotto en la celebración, como si vivieran o estuvieran hoy en lo mismo, eran casi todos. Debe ser por esa causa que ella, al plantear esa denuncia genérica sobre cualquier ciudadano, no dijo quiénes individual o corporativamente hoy pertenecen a ese núcleo de "cómplices", aunque más de uno puede a creer -por los desmanes cometidos en el frente de la entidad- que fueron y son los dirigentes de la UIA. Aunque ese sector empresario, como se sabe, es el que suele concurrir a Olivos como parte del interés nacional con que la Presidenta imagina consolidar su "proyecto".

Más paradójico para estos asistentes que saborean la palabra revolución como si fuera un caramelo, es la curiosidad de que se prescinda de otra realidad: ellos, enrabiados con la utopía irrealizable, no computaron que las organizaciones armadas que en los 70 pugnaban contra el poder militar -y el gobierno constitucional-, léase de Montoneros al ERP, se tentaban y podían clamar por la interrupción del mandato de Isabel y el acceso castrense. Lo vivían como un acelerador de la buenaventura revolucionaria. Suponían que esa llegada militar eliminaba un factor que confundía (Isabelita y su mandato popular), desnudaba abiertamente la confrontación entre ellos y las FF.AA., determinaría por fin que los sectores apartados de su voluntad electoral -una vez producido el golpe- se inclinarían hacia sus propuestas. Por lo tanto, lo del acto del 24 de marzo otra vez pareció vestido en la defensa del orden institucional, por los valores democráticos, pero tantos olvidos indican que en muchos casos resultó una apelación a trágicas fantasías tan poco libertarias como la de los militares.

Pero estas líneas que exhiben candidez -o hasta semejan a defensa de una mandataria inútil como la mujer de Perón- tropiezan, además, con otro elemento: en los discursos oficialistas de los últimos tiempos siempre se recuerda el mismo hecho, pero cada año se le otorga una motivación diferente. Esta vez, le tocó el turno protagónico a la identidad de niños que fueron ocultados. Sin embargo, como el asueto del 24 sirve para rememorar ciertas gestas frustradas y no la violación constitucional, la referencia a la identidad apuntaba también en otra dirección: al público y económico enfrentamiento que el Gobierno mantiene con el Grupo Clarín que, como todos saben, desde hace décadas persiste en conservar en un limbo, por razones íntimas o familiares, el origen genético de los hijos criados por la ya octogenaria señora de Noble, adoptados en aquellos tiempos aciagos. Ya no es curioso este hecho: la santa y dramática apelación por esas identidades -más allá de la justa causa- encubre otro propósito. Y, encima, por si no alcanzara el disfraz, se le atribuyó a la Justicia en general por una demora deliberada para resolver otros casos y esta particular cuestión que, por lo menos, encierra un dilema moral. Conclusión de quienes decidieron escuchar a las dos partes, al margen de los intereses obvios que caracterizan al enfrentamiento entre el holding mediático y el Gobierno.

Lo curioso, para insistir con las singularidades de la última celebración, no transcurre por la discusión o los fundamentos legales del caso. Como un fogonazo ilumina a cualquiera otro dato: la tardanza que han registrado los K -y también algunas organizaciones que revelan en su entorno- para reclamar por este descubrimiento. Durante un lustro, el matrimonio se sintió halagado por compartir criterios, información e intereses con el Grupo Clarín. Hasta acontecimientos sociales infrecuentes (la mandataria admitió que no menos de 12 veces el verdadero conductor del "monopolio", Héctor Magnetto, asistió invitado a cenar en Olivos, concesión que los santacruceños no suelen facilitarles a sus amistades más cercanas). En todo ese tiempo, además de facilidades al Grupo, jamás se preocupó por la influencia nefasta que éste ejercía sobre el libre acceso a la información de los ciudadanos y, al parecer, tampoco en esa fluida relación hubo pródigos reclamos por la identidad de los jóvenes Noble. Si lo hicieron, fue en la trastienda y no hay ninguna evidencia. Ni archivo a desempolvar. Más bien, se vivió como un capítulo a no tocar en la Argentina, como había ocurrido durante años, como la excepción a otras búsquedas familiares. Incluso pareció aceptada esa costumbre hasta por aquellos que "denodadamente" se deslomaban para conseguir verdaderas identidades. Quien repase el propio diario, por no mencionar los otros medios afines, podrá detectar notas y fotografías de ese presunto consentimiento expreso.

Inclusive cuando un magistrado (Marquevich) avanzó en ese sentido, investigó y detuvo a la señora de Noble,?más allá de otras intenciones a debatir y de imputaciones que se dicen, pero no se probaron, fue defenestrado en forma humillante con la firma de una comisión legislativa. Hasta tuvo que irse a trabajar al exterior por ese despido. En el núcleo de la sanción figuraban, por lo menos, dos legisladores que desde hace tiempo son de comunión diaria con los Kirchner, preferidos claro, uno para colmo integrante ahora de otra comisión que se dedica a observar? los medios, seguramente en especial a Clarín. Algo más que curioso este detalle, que debe haber pasado inadvertido en la escenificación del últimos 24 de marzo. Sin embargo, debe ser bienvenida quizás esta nueva actitud del matrimonio, aunque es ciertamente tardía. No vendría mal conocer también algunas de las demandas que le plantearon al respecto en las cenas al señor Magnetto. ¿O es que nunca hablaron?

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