TENTACION
A los líderes del campo
No los dejes caer en la tentación…
MARÍA LILIA GENTA
Espero que los líderes más significativos del campo no se dejen tentar por el canto de sirena de nuestra enclenque y siempre variable partidocracia. Me refiero a los dirigentes rurales de primera línea.
Ante el ataque demencial, cotidiano, del “matrimonio” contra “el campo”, es lógico que la oposición quiera dar lustre a sus listas con nombres de auténticos líderes que han mostrado con creces que representan algo importante y han concitado el respeto de la gente.
“Tú serás diputado”. A mí, por lo menos, no me queda claro qué “dignidad” agrega a un integrante de la Mesa de Enlace convertirse en un diputado más cuando ya tiene una legítima representatividad. El hecho mismo de que los partidos, desde los de “izquierda” hasta los vergonzantes de “derecha” que para ser “políticamente correctos” y estar a la moda se autotitulan de “centroderecha”, se desesperen por tentar a los unos y a los otros, según sus convicciones ideológicas, es un indicador interesante. Nos señala que los partidos políticos argentinos carecen de auténticos líderes surgidos del quehacer político. Así como antes acudieron a figuras emblemáticas del deporte, ahora quieren sumar a líderes sociales.
¿Cuál es la razón de que la Mesa de Enlace, estando conformada por dirigentes de los más distintos espectros ideológicos, haya tenido el más formidable poder de movilización de los últimos tiempos? Creo que porque, sencillamente, representa al campo; y el campo es la tierra, lo permanente, lo real, lo que nos va quedando de la Patria. Por eso puede juntar en uno a gente de las más diversas extracciones ideológicas.
Hay algo trascendente en el trabajo del campo, y va más allá de la conciencia que cada uno tenga de esta realidad; algo que tiende naturalmente a lo sobrenatural. “Fruto de la tierra y del trabajo del hombre”, reza la liturgia católica como ofertorio y propiciación en el instante más trascendente de la Misa.
No ignoro que lo que voy a decir produce cierto escándalo. Hay una palabra que ha sido especialmente devaluada, tergiversada, mal interpretada, pero no encuentro otra más propia (además, nunca me ha preocupado ser “incorrecta”): el campo protagonizó y protagoniza una reacción “corporativa” y no “partida”. Esa es su fuerza. Entendiendo a las corporaciones como lo que son en realidad, los cuerpos intermedios que conforman el entramado social. La representación de los cuerpos intermedios es genuina; cada sector habla de lo que conoce, de lo que sabe y no se desparrama en chácharas inútiles. Por eso, pueden representar a los patrones y a los peones, a los estancieros y a los chacareros.
Soy porteña, hija de padre porteño y de madre rosarina. Es probable que alguien piense que no tengo solvencia para hablar de estos temas. A lo mejor tiene razón. Pero el caso es que por esa azarosa vida de mis padres y, luego, como adulta, conocí mucha gente y transité muchos caminos (por fuera de la Avenida General Paz). Pasé temporadas en distintos campos (estancias, chacras, fincas). Las geografías eran distintas, distintos los campos y el origen de la gente. Mendoza, Buenos Aires, extremos de distancia. De la mano de mi padre pude ver lo esencial que no fue “invisible a mis ojos”. La Provincia que más conocí fue, sin duda, Entre Ríos. En distintas épocas de mi vida, a la vera del Paraná o del Uruguay, de La Paz a Gualeguaychú. La casa de mis padres en Buenos Aires estaba siempre colmada de entrerrianos, curas, doctores, chacareros, estancieros. Ellos nos invitaban, a su vez, a sus casas y a sus campos y así fue que los conocí en su trabajo diario. Pasaba los veranos ora en la estancia de una familia patricia, harto empobrecida, ora en la parroquia de un cura de un ignoto pueblito rural, ora en las chacras de Gualeguaychú. Cada vez que lo escucho a De Angelis nombrar al padre Luis Yanot siento que compartimos un cura rural que fue sin duda un santo varón que además de “ruralista” era docto, patriota y poeta. (Pensá, De Angelis, antes de meterte a compartir espacios con gente de otra laya, que te aconsejaría el cura Yanot si viviera).
No quiero que se interprete que santifico a la gente de campo. Los hay de todas clases como en todos los ambientes. Comparten con todos nosotros el pecado original. Pero desde mi heredado y asumido nacionalismo me uno al clamor en defensa de la única producción -la agropecuaria y la industria que deriva de ella, la agroindustria- que puede salvar del desastre económico a la Nación, como tantas veces lo hizo.
A los oligarcas siglo XXI que son dueños de media Santa Cruz, según se cuenta, enriquecidos primero por la no muy noble actividad de la usura y, luego, por el uso y abuso de la presión del poder, y que todos los días insultan, denuestan, calumnian a la gente de campo e intentan dividirla vituperándola de oligarquía insaciable, les digo que se puede pertenecer a la Sociedad Rural y ser un pobre del Evangelio pues, como enseña san Francisco de Asís, “pobreza es nada tener y todo bien poseer con entera libertad”. Los usureros, en cambio, los aprovechadores del poder, son de esos ricos que no pasarán por el ojo de una aguja y no entrarán al Reino de los Cielos… aunque, por ahora, no creo que al “matrimonio” le preocupe mucho la entrada a ese Reino.-
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