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sábado, 21 de noviembre de 2009

AUTORIDAD


AUTORIDAD, ¿ADÓNDE TE FUISTE?

Por Alberto Asseff (*)

Pregunto por la autoridad. La de la Constitución, la de la ley, la de un país civilizado. La más básica y elemental. ¿Adónde se fue? ¿Por qué se ha desvanecido? ¿Por qué esta intemperie? El mero intento de poner autoridad es tachado de represión. La mínima insinuación de apostar a la libertad desemboca en anarquía. ¡En qué atajo estamos!

Es torturante que la mano propia suplante la administración de justicia. Hay una sustitución bastarda del poder judicial y del político. El poder social está usurpado con el auxilio espurio del desmanejo de la caja. El espacio público está controlado por encapuchados con palos.

El Ejecutivo pontifica desde el Salón de la Mujer igual o peor que antes desde el atril del Salón Blanco. Lo único destacable es que por lo menos el busto de la República no tiene que abochornarse como mudo testigo. Cada monserga retumba con menos autoridad, pero con más agresividad. Revuelve en lugar de orientar. Sobrecarga conflictividad. El Jefe de Gabinete parece una caricatura del antiguo padrino. Ya hasta ha perdido esa chispa discursiva que podía suscitar una sonrisa.

El Poder Legislativo, a pesar de ese despertar de julio de 2008, con el desempate del vicepresidente homónimo, es una notaría sin solemnidad. La "banelco" casi es anecdótica frente a las demasías que no se ocultan ni soterran. Se desembozan, con un relativismo moral que pasma. Y que desparrama un pésimo y corrosivo ejemplo de inconducta.

La Policía ahí está. Triplemente acosada por su degradación profesional, por las manos atadas y la corrupción que la inficiona. Cuando se decide a actuar en un caso de fragancia es interpelada por reporteros hasta el punto de que debe explicar que obra por imperio de la ley. ¿Ley? ¿Qué es eso? Acaso, ¿está para respetarla?

Acaeció en la Pirámide de Mayo - repugnantemente pintarrajeada, como palmaria probanza de que ya nada nos importa y que todo vale. Un grupo de protestantes se desnudaron para "llamar la atención". La fuerza legal detuvo a los infractores, pero hubo de pujar mucho más con movileros que con los propios contraventores. Es como si nos indignara que la ley obre. Quizás será porque ya perdimos aquella dulce sensación de una vida legal. Es como si para la Argentina eso fuese un mundo idílico que no volverá...

Lo de los cortes de cada día - cada vez más - es inaudito. ¡Qué tiene que ver eso de 'no criminalizar la protesta social' con admitir la transgresión a la ley como pan de cada día!

¡Qué decir de los maestros, otrora segundos padres! Hoy no pueden lograr un ambiente de labor para la augusta meta de enseñar y aprender.

El Estado multiplica las oficinas públicas, pero cada vez tiene menos autoridad real. Es una burocracia paradójica: omnipresente, pero sin peso.

La democracia vino porque la necesitábamos para que haya autoridad civilizada. No para que el escenario se desmadre hacia el costado del caos.

La autoridad tiene un predestinamiento conmovedor: hacer prevalecer el bien común por sobre los sectoriales. Lógicamente, absorbiéndolos, comprendiéndolos. La autoridad es esa magia legal que permite combinar legitimidades y aspiraciones para realizar una síntesis que las reúna, sin detrimento, pero sin exorbitación. Quizás Avellaneda lo resumió en una recordable frase: "no hay nada superior a la Nación que la Nación misma".

¿Qué nos pasa? O somos autoritarios o somos anárquicos. ¿Es que estamos reñidos a muerte con el equilibrio? ¿Incapaces de bascular?

Si la autoridad es incapaz de garantizar el derecho esencial a transitar libremente - enfáticamente establecido por el art. 14º de la Constitución -, ¿qué podemos esperar? No es creíble que quien es inepto para asegurarnos lo básico, nos conduzca planeada e inteligentemente hacia el podio de bonanza y gloria que le aguarda a Sudamérica, si se consuman las expectativas que el mundo deposita en nuestra Región, con epicentro en el hermano Brasil.

Por ahora, la mitad de nuestro subcontinente continúa debatiéndose con ideas viejas, prejuicios arcaicos y procedimientos más inherentes a los tiempos de los dinosaurios que estos otros, más actuales, que parecen pugnar por alumbrar en algunos lares.

La falacia descomunal que encierra la opción "zurda loca" o "gordos inficionados" patentiza la trampa en la que está metido nuestro país. La encerrona. Pareciera que somos congénitamente inhábiles para tener sindicatos - e instituciones en todos los estamentos - que cumplan con su papel de representar con escrúpulos morales y con conductas legales a los intereses genuinos de sus agremiados.

¿Sabe el gobierno hacia dónde va ? Aparte de que "un pingüino o pingüina" sea la continuidad en 2011, ¿tiene alguna propuesta que nos enamore?

El gobierno hace tratos con las barrabravas. Es notorio. ¿Podemos confiar en que quieren desterrar la violencia social? Plasma acuerdos con los punteros, ¿podemos creer que universalizará la asistencia social e inhumará al clientelismo? ¿O que reformará la política en serio? Apaña a los candidatos a jueces que se copian los exámenes. ¿Es esperable una Justicia independiente, esa clave para que exista equilibrio republicano, transparencia y se entierre a la impunidad?

Cada día hay más descontención social, especialmente respecto de los jóvenes pobres y más vulnerables. La droga devasta ¿Podemos suponer que dentro de un lustro estaremos más educados y mejor comidos? ¿Y más saludables?

Y si no estuviéremos más preparados para la vida y el trabajo, ¿podemos pensar que saldremos de la pobreza?

Por este camino decadente será ineluctable padecer más miseria e injusticia social. Los 'abanderados' de ésta nos están inundando de inequidades, incluidas las más aberrantes. Diluvia injusticia en medio de una formidable propaganda.

No puedo continuar en esta línea escéptica, que escruta los males de la patria. Es impropio de mi optimismo argentino. Se puede revertir la decadencia con una mutación: de actitud. Para instaurar los paradigmas hoy difuminados.

Llegar a los cargos con ambición de ser nación y de servir. No con codicia personal. Si a este cambio le sumamos una Justicia crecientemente independiente que combata a la impunidad más ferozmente que al diablo, la Argentina vislumbrará futuro.

Menos 'pactos' y palabras. Un gran hecho: la irrupción de dirigentes con autoridad, dispuestos a ejercerla sin temores. El país lo reclama.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autor Alberto Asseff Presidente de UNIR (Unión para la Integración y el Resurgimiento)

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