EL JURAMENTO DE CUASIMODO
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (24/11/2009)
En una narración que será best seller en el año 2210 (y que aquí procedo a entregar en modo de primicia exclusiva y absoluta) se leerán estas líneas verdaderamente escalofriantes :
“El factótum Cuasimodo, había jurado como diputado nacional en aquel diciembre caluroso del año 2009. Ella le había prometido estar para que saliera en todos los diarios la foto del abrazo.
Nadie quiso mirar directamente la escena de ese instante macabro.
Esquivar el enfoque visual de esa imagen maldita, fue para los presentes como una especie de salvación metafísica del compromiso que siempre acarrean los cargos de conciencia. Mirar eso, era ser cómplice.
El tipo… una vez más en su vida de farsa… terminaba de jurar por Dios, por la Patria… y por los Santos Evangelios. Ya sabía bien el ritual.
Es que necesitaba los fueros, ese día mas que nunca, acaso porque el horizonte de corto plazo lucía demasiado peligroso para su propio pellejo, tan plagado de verdades en su contra… que ni el mismísimo Consejo de la Magistratura hubiera podido soslayarlas.
El juramento de este singular Cuasimodo, resonó en el infierno.
Y desde ese terrible sitio, un eco de entre las llamas… casi una letanía… le devolvió una carcajada en cadena, lanzada por los demonios de segundo grado Belcebú y Baphomet.
Le festejaban a Cuasimodo ese nuevo perjurio público… tan desenfadado.
Mefistófeles, mezclado entre la gente, lo aplaudió desde el palco.
Exactamente igual que en la hipoteca firmada con sangre por el Fausto de Goethe, tan perfecta demostración de blasfemia… repetida una y mil veces no podía menos que ser reconocida por Mefistófeles.
Muy pocos se habían dado cuenta todavía, pero las instituciones en la República, habían fallecido.
El Estado era una máquina absolutamente paralizada que ya no funcionaba ni como motor de la Nación, ni mucho menos como garante jurídico social.
El deceso de las instituciones era, ya a esas alturas, un costo colectivo que habrían de pagar muy caro los argentinos por haberse abandonado tan plácidamente en una enorme telaraña de populismo y demagogia.
Muchos lo estaban viendo… y se callaban la boca.
Otros, no lo veían, engañados y acaso confundidos por Cuasimodo
En 6 años y medio se habían conseguido varias cosas, por aproximaciones sucesivas : El sometimiento absoluto de los empresarios cuyas organizaciones corporativas ya eran manejadas por advenedizos, el servilismo del parlamento, cuyos miembros eran figuras absolutamente decorativas y la confusión de los trabajadores, cuyos sindicatos ó representantes eran sobornados por Cuasimodo ó se convertían lisa y llanamente en sus empleados.
La corrupción general de ese momento superó a toda la historia del país.
Había una gavilla en el gobierno, dirigida por Cuasimodo, de hacedores de negocios, de “arquitectos” del sobreprecio, de canje empresarial y de la sastrería licitatoria “a medida” que horadaban las arcas públicas en su beneficio personal.
Quienes se habían dado cuenta del latrocinio y la depredación perpetrados bajo una máscara de ética solemne, señalaban los hechos sólo con alocuciones pomposas ó con referencias que carecían por supuesto de la condigna denuncia formal.
Ni un solo fiscal, ni un solo juez, ni un solo tribunal, quisieron producir, con arrojo verdadero, el acto institucional correctivo imprescindible :
La investigación, la prueba y la condena.
Y así fue, lamentablemente, porque las instituciones habían fallecido y, salvo algunas tibias voces de alerta que se animan a señalar la saga de las maletas de cuero del Palacio, allí básicamente campeaba la cobardía y el desentendimiento social.
Cuasimodo juró rápido y… con las estridencias acalladas, quiso terminar apurado esa ceremonia para descender de su sitial y empuñar el ataúd institucional e inhumarlo sin demoras.
Una resignada pasividad general flotó en el aire en la culminación de ese acto con todos los presentes retirándose encolumnados besando la mano de Cuasimodo a la salida del evento y aceptando humillarse hasta sangrar.
La magnanimidad social hacia todo el escenario de criminalidad rampante era entendida por todos como bondad. Unas exageraciones de bondad de semejante calibre… realmente no podían distinguirse del envilecimiento.
El propio factótum Cuasimodo, tributario enfermo de la injusticia, lideraba el clamoreo hipócrita pidiendo en todos lados la ayuda a su esposa y enarbolando la falsa moral del perdón sistemático. Era la mayor evidencia de su complicidad con los malvados.
Pero la herencia que recibieron los argentinos hace 200 año, del gobierno nupcial de Cuasimodo, fue algo que ellos mismos parecieron querer forjar.
Cuasimodo, decidió no presentarse a las elecciones de 2011.
Quiso, en cambio, devolverle los favores a un Juez de dudosa moral… dueño de todas las causas del país… y entonces… abdicó en su favor.
Y los argentinos así … atontados… impertérritos y ya absolutamente estupidizados… eligieron, justamente a ese juez, como su presidente.
Era, en verdad, lo que se merecían.
Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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