DEMOCRACIA USURPADA
DEMOCRACIA USURPADA Y CONDUCTAS CONDICIONADAS
Por Juan de Dios González
La democracia es el grado más alto de evolución política y social de la humanidad como lo demuestra la preferencia de los pueblos que llegan a la madurez cultural.
Las ideas de libertad, igualdad, solidaridad y dignidad humanas son nutrientes de la democracia y bajo ningún concepto deben ser reemplazables ni superables.
Sin pretender redundar en explicaciones, podría decir, que la democracia es una forma de convivencia política y social que asegura el ejercicio de la soberanía por medio de los derechos políticos y el ejercicio de la libertad mediante los derechos civiles y sociales.
La democracia es un sistema de gobierno, pero más que una forma de gobierno es un contenido ético, un conjunto de reglas de conducta que deben asegurar la soberanía popular y la libertad.
En la República Argentina la democracia ha sido usurpada, puesto que no hace honor a su verdadero significado y menos aún al ejercicio de los derechos enumerados en nuestra Constitución.
En la democracia Argentina la división de poderes con miras a la limitación recíproca de los mismos, prácticamente no existe. Las leyes no las dicta el pueblo a través de sus representantes, son éstos quienes las negocian a espalda del soberano privilegiando los intereses partidarios, corporativos y espurios por sobre los de aquellos. El fiel de la balanza de la justicia a menudo se inclina hacia el lugar equivocado e incorrecto; es parcial, flexible, permeable, poluta y obsecuente de los otros poderes. Los hombres que nos gobiernan se destacan por carecer de virtud pública, se caracterizan por destruir el principio básico de la democracia que es la soberanía popular y la defensa de los intereses de la comunidad.
Austeridad, veracidad, lealtad, tolerancia, espíritu de trabajo y de servicio, perseverancia, patriotismo y abnegación son cualidades que nuestros gobernantes eluden, pero que resultan esenciales para una democracia.
La democracia en nuestro país colapsó, la soberanía se encuentra en manos de una parte del pueblo, en manos de una casta de políticos clónicos, quienes resultan incapaces de transformar esta agobiante realidad para bien de los ciudadanos. Estos individuos obcecados con el poder, apelan a la demagogia, aquello que Ortega y Gasset denominaba como lo mas peligroso para la democracia, “el gobierno de la masa”, es decir la adulación interesada y la exacerbación de los instintos primitivos.
El régimen republicano, representativo y federal tiene su basamento en la soberanía popular, pero es imprescindible lograr una adecuada educación cívica del ciudadano, que lo capacite para el ejercicio de la soberanía, la libertad y la igualdad que, como antes expresara, son los grandes principios de la democracia. De ese modo se impide caer en el populismo barato, el cual se aprovecha de esa masa que no se valora a si mismo y que tampoco se exige a si mismo mayor cultura cívica, hundiendo, inocentemente, bajo las promesas que mediante el despliegue de propagandas y actitudes demagógicas despliegan sobre ellos los autócratas para conquistar o conservar el poder.
Debemos recuperar nuestra democracia arrebatándosela a quienes nos la usurparon, para ello debemos exigirnos mayor formación y participación; la ignorancia y la inacción es el mas grave peligro para la república y la democracia, son caldo de cultivo para quienes avasallan nuestros derechos
Nuestra conducta y nuestras decisiones están condicionadas por los deseos y por las informaciones que recibimos frontal o perceptivamente.
Algunos políticos, para que el conjunto le preste obediencia y acepten subordinación o apoyo, hacen uso de la persuasión a través de la mentira para modificar su conducta, es decir, sin parecer forzarla transforman su juicio mediante acciones que lo confunden, jugando con las ambigüedades del lenguaje o mintiendo descaradamente.
En algunos regímenes, rayanos con el totalitarismo, también se esfuerzan por controlar toda la información, por ello, la población carece de elementos para ejercer un espíritu crítico y corre el peligro de sumarle fe a las mentiras o volverse completamente escéptica.
En este sentido, acostumbran a mentir acerca de sí mismo, del adversario, de un tercero e incluso de su entorno. No escatiman en falsear el presente, el pasado y nos engañan sobre el futuro.
El actual gobierno nacional se encuentra próximo a padecer un estigma similar al descripto. Aquellos que consideramos no hallarnos afectados por acciones deterministas, sospechamos que están distrayendo a la opinión pública ante la carencia de ideas y políticas claras respecto a cómo sacar al país de la catastrófica situación socioeconómica en que se encuentra y lo hacen mediante maniobras con alto contenido de golpes efectistas; algunos dicen para ganar tiempo hasta que encuentren el camino, y otros dicen, despuntando viejos odios y rencores que retrotraen a épocas tristes y nefastas de nuestra reciente historia.
Parece que hemos vuelto al enfrentamiento y a la guerra, sin darnos cuenta que la guerra destruye hasta aquello por lo cual creemos estar luchando.
Debemos aprender del pasado para mejorar el futuro, pero no vivir anclados en el pasado, porque nos hará perder el rumbo que nos lleve a un futuro mejor.
El rencor y el odio paraliza y enferma. Recordemos a William Shakespeare, cuando escribió la frase: “Hereje no es el que arde en la hoguera, hereje es el que la enciende”.
CYA
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