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lunes, 28 de septiembre de 2009

ESTALLIDO SOCIAL




Cuando empezó, el gobierno kirchnerista tenía el recuerdo de Kosteki y Santillán, los dos piqueteros muertos en Avellaneda, episodio que obligó a Duhalde a adelantar las elecciones. De allí en más, se decidió no reprimir ninguna manifestación popular. Al mismo tiempo, se cooptó una buena parte de los movimientos sociales, especialmente los que de una u otra forma se referenciaban en el peronismo revolucionario o en el nacionalismo del mismo signo, lo que se logró con los personajes que todos conocemos. Pero las calles seguían bloqueadas por los movimientos sociales de ultraizquierda que reclamaban más planes sociales. Así es que se crearon hasta el 2007 de más 3 millones de planes, mitad en blanco y la otra en negro. Semejante inversión consiguió aislar a la ultraizquierda, que se quedó sólo con sus militantes, a los se sumaron las fuerzas estudiantiles, que ganaron la conducción de la FUBA, desde hace un tiempo. La mayor parte de los sectores piqueteros y la dirigencia gremial -que veía que los ingresos de los sindicatos y de las obras sociales aumentaba como nunca en su historia- apoyaron el llamado "modelo productivo" que llegó medio agotado a las elecciones de octubre del 2007. Pese a las mentiras del INDEC de principios de ese año, los trabajadores en blanco y los informales no sintieron la inflación y votaron masivamente a CFK, lo mismo que el campo, que tuvo cuatro años de gloria. Pero llegó noviembre de ese año y Kirchner decidió matar la producción agropecuaria con un tipo de cambio que ya no era competitivo, lo que también perjudicó a la industria exportadora. Pero el campo sufrió más todavía cuando ese mes las retenciones de soja subieron del 27% al 35%, aunque a fin de año, con la asunción de Cristina, los precios internacionales de los comodities volvieron a subir. Pero en el verano del 2008 la inflación real trepó en los primeros dos meses al 30% anualizado, aunque las mentiras del INDEC señalaban dos tercios menos. En abril vino la resolución 125 y ahí se empezó a derrumbar toda la producción ganadera e industrial. Los empleos empezaron a caer en el interior y la inflación se empezó a comer tanto los salarios en blanco como los informales, con una suba de la canasta de alimentos que llegó en el año a cerca del 32% gracias al parate del segundo semestre, donde comenzó la recesión que hasta hoy el gobierno niega.

Cuando empezó a caer el salario formal e informal, los movimientos sociales de ultraizquierda se reactivaron automáticamente y especialmente en los gremios donde los salarios son mayores y no son alcanzados por el impuesto a las ganancias, ya que el gobierno subió el mínimo no imponible.

Esta situación fue parecida a la que ocurrió en la dictadura de Onganía en 1969, con la huelga del poderoso gremio de SMATA que ganaban sueldos altos. Entonces la izquierda y la ultraizquierda coparon el sindicato SITRAC-SITRAM, conformando un sindicato de fábrica que desconocía la conducción gremial nacional. Desde hace un año y medio se está reproduciendo el mismo proceso en los subtes de Capital, donde la nueva izquierda sindical se quiere independizar de la UTA, y así llegamos al caso de Kraft-Terrabusi. Allí la conducción gremial de la fábrica quedó en manos de la CCC (Corriente Clasista y Combativa) de Juan Carlos Alderete -ex socio de Luis D’Elía, quedándose este último casi sin bases. Alderete quedó, junto al Partido Obrero y otros grupos minoritarios, manejando la conflictividad social, pero cada vez con más apoyo popular, por la inacción del gobierno y la justicia ante la conflictividad social y los cortes de vías públicas.

Finalmente, el jueves pasado, la compañía Kraft, dueña de la ex Terrabusi, amenazó al gobierno con abandonar el país, mientras CFK estaba en New York. La situación obligó al gobierno a actuar y Aníbal Fernández le pidió más contundencia a Daniel Scioli. Éste, contando con la orden de desalojo del juez, instruyó a la bonaerense a desalojar la fábrica de activistas, en una operación impecable donde hubo unos pocos heridos de un lado y del otro, lo que demuestra que la ecuación represión igual a muerte es falsa.

Pero al día siguiente, algunos dirigentes de la oposición, que suelen pedir que se pueda transitar libremente, condenaron la represión, mientras el tráfico en la Capital Federal estaba colapsado tanto en la 9 de Julio como en los accesos de la zona sur. Pero los conflictos sociales siguen en muchas fábricas y es sabido que la inversión privada local se derrumbó por la falta de confianza en el gobierno y en su política económica. Es de esperar que la conflictividad continúe creciendo en la medida que la inflación hace que la pobreza siga aumentando.

Por otra parte, el gobierno utiliza el dinero de las obras sociales pertenecientes al Fondo Solidario de Redistribución para domesticar gobernadores. El actual fusilamiento de la cúpula gremial, convertida en traficantes industriales de medicamentos truchos, es un verdadero paraíso para los movimientos sociales de ultraizquierda, que horadan las conducciones gremiales con la creación de los sindicatos de fábricas.

La paradoja es que Néstor Kirchner, de tanto volver al setentismo, se pasó de largo y nos fuimos a fines de los sesenta. Y en otras cuestiones, como la ley de medios K, al cincuentismo y hasta al cuarentismo. Mientras los países vecinos miran al futuro, el túnel del tiempo del kirchnerato nos devuelve cada vez más al pasado.


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