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domingo, 27 de septiembre de 2009

PANORAMA


Panorama político nacional de los últimos siete días



Fugas, palos, subsidios

y citas de los jueces



Después de una victoria en la Cámara de Diputados que celebró clamorosamente, el oficialismo llevó su ley de Medios, con media aprobación, al Senado, una vez que el viaje al exterior de Cristina de Kirchner extrajo a Julio Cobos de la Presidencia de la Cámara Alta, para ponerlo transitoriamente a la cabeza del Ejecutivo.

Aunque el Gobierno consiguió que el trámite fuera conducido, en lugar de Cobos, por el bonaerense José Pampuro, no pudo imponer su deseo de que sólo lo analizaran dos comisiones del Cuerpo: no habrán sido las cinco que quería Cobos, pero terminaron siendo cuatro. Y, para preocupación de Olivos y Balcarce 50, ese repliegue no estuvo determinado tanto por la crítica opositora como por disidencias internas en el bloque oficialista. De hecho, al terminar la primera semana de sesiones del plenario de comisiones, la impresión dominante es que, aunque el oficialismo pueda alcanzar una aprobación en general del proyecto, la centrifugación del bloque que dirige Miguel Angel Pichetto terminará determinando que, en el análisis en particular, se modifique la redacción de varios artículos importantes (referidos al plazo que se otorgará a los multimedios que excedan los límites que fije la norma para que se "desapropien" de activos; a la autoridad de aplicación de la norma; a la incorporación, entre las empresas vetadas para prestar estos servicios, de proveedores del Estado o empresas de que exploten negocios de energía o juego; a los derechos de las provincias, etc). El matrimonio Kirchner (él desde Olivos, ella desde las distintas estaciones de su periplo) sigue reclamando a las autoridades de su bloque que saque el proyecto de la Cámara aprobado sin ninguna variante. Es que, si los senadores imponen algún cambio, obligan a la Cámara de Diputados a tratarlo nuevamente. Y Kirchner sabe que, en tal caso, se volverá dificilísimo volver a celebrar en la Cámara baja. Sucede que algunos diputados se le fugan.

En cualquier caso, desde Olivos, Kirchner sigue comandando lo que, a sus ojos, es una ofensiva triunfal. Ante sus interlocutores partidarios, que convoca a la quinta presidencial, exhibe encuestas, porporcionadas por consultoras amigas, según las cuáles él supera por diez puntos al político mejor ubicado del pelotón de opositores que, según esos estudios, es Mauricio Macri. Kirchner dibuja ante quienes lo visitan el esquema político que más lo seduce: él mismo encabezando una fuerza de, digamos, centroizquierda, y Mauricio Macri como líder de otra, de centroderecha. Los visitantes están, por lo general, predispuestos a decir que sí a todo, puesto que van a pedir que el Gobierno les facilite apoyo financiero.

Kirchner se dispone, desde este martes, a volver a la tribuna, rodeado de intendentes. Empieza en Lanús, acompañado por Darío Díaz Pérez. Piensa seguir por la tercera sección electoral (sur del Gran Buenos Aires) y quiere regresar a La Plata, alerta por la liga de intendentes jóvenes y rebeldes que están urdiendo el de la capital bonaerense, Pablo Bruera, el de Tigre, Sergio Massa, junto a otros, como los de Olavarría y Bahía Blanca.

Cuando Kirchner se mueve en la Provincia de Buenos Aires, hay problemas para el Gobernador. Daniel Scioli no estará el martes en Lanús. Tiene una buena excusa: ese día se encontrará en Miami, participando de la Conferencia de las Américas, un foro del que también forman parte Bill Clinton y el Presidente de Costa Rica, Óscar Arias.

El tejado de Daniel Scioli

Ya antes de partir, Scioli soportó una seguidilla de jornadas con su techo cascoteado. Cuando le preguntan por qué mantiene su suerte amarrada a la del Gobierno nacional, el Gobernador suele explicar, adherido a su propio libreto, que está obligado a hacer, "sin especulaciones", aquello que sea "lo mejor para la Provincia". La verdad es que Buenos Aires atraviesa rigores financieros, y llegará a fin de año con un rojo superior a los 5.000 millones. Hacia fin de la última semana, pequeñas y medianas empresas bonaerenses de la construcción informaron que la Provincia pretende cancelarles deuda con un bono a dos años. "Eso es liquidar a las pymes constructoras" se quejaron Fepycon y Apymeco, dos asociaciones que congregan al sector, donde, advirtieron, puede sobrevenir una debacle. Según datos oficiales, la construcción bonaerense perdió, en el primer semestre de 2009, más de 10.000 puestos de trabajo. En ese contexto, el Gobierno central apenas si gotea algunos fondos para paliar la crisis. Scioli entiende que son preferibles esos mendrugos a la ausencia total de ayuda. No quiere tentar al diablo. Sabe que las necesidades provinciales lo empujan irremisiblemente a una conducta pública que erosiona su principal capital político: su imagen en la sociedad. A diferencia de Néstor Kirchner, que parece haberse resignado ya al rechazo de la opinión pública y no tiene obstáculos en desafiarla para refugiarse en fuentes de poder ligadas al manejo de aparato y recursos, Scioli se desvive por mantener vivo el vínculo con la sociedad, con la esperanza de que ojos y oídos receptivos registren el esfuerzo de malabarista que le demanda mantener en el aire, simultáneamente, su ligazón con el mundo K y sus propios rasgos diferenciales. Lamentablemente para él, los que registran más rápido están en Olivos y reaccionan mal: le reclaman que se diferencie menos, que se pegue más; lo acosan con la idea de le podrían reclamar, llegando a diciembre, que deje la Gobernación y asuma la diputación que ganó con su candidatura testimonial.

José Scioli, el hermano del Gobernador,saludó esta semana en Roma al Papa Ratzinger. Las oficinas de prensa de La Plata dieron prolijamente a conocer lo que el Secretario General de la Gobernación le solicitó a Su Santidad: que ore para que en el país "haya más diálogo y menos confrontación". Mensaje a García.

Como la lejana parábola de su hermano, Scioli intenta otras cuando dedica su atención a temas como la seguridad, el alcohol entre los menores, la droga o el horario de cierre de los boliches. No es preciso ser semiólogo para interpretar que está tratando de decir que él se ocupa de temas que inquietan a la mayoría y en los que otros -je, "otros"- no pierden ni un minuto.

Claro, la prosa hermética no resuelve los problemas. Como comprende que la ayuda ajena seguramente le será mezquinada, Scioli llevó a la Legislatura una propuesta de incrementos impositivos. Consiguió que se convirtiera en ley, pero no pudo impedir, en primera instancia, que los aumentos fueran descalificados como "impuestazo" ni que se movilizaran contra la medida las entidades agrarias y las administraciones portuarias (ya que estas temen que los impuestos terminen de quitarles competitividad frente a otras ofertas portuarias). El campo amenazó con un paro inmediato. Scioli convocó a dialogar, suspendió la aplicación de los aumentos y consiguió parar, así sea temporariamente, las protestas y promover un mecanismo participativo para mejorar las medidas. Rédito político: Scioli exhibe una vez más su estilo diferenciado; más allá de que la melodía que interprete no sea distinta (al menos hasta ahora) que la que se compone en el poder central, es capaz de dar marcha atrás, de escuchar críticas, de buscar colaboración ajena.

"Contundencia" en Kraft-Terrabusi

Mas pedradas al tejado: el Gobierno nacional hizo ejecutar a la Policía de la Provincia de Buenos Aires el duro desalojo de la planta de la empresa de alimentos Kraft. Aníbal Fernández le pidió a Scioli "contundencia" en el asunto, mientras declaraba a las radios que la Policía Federal "no reprime la protesta social" y la Federal, así comandada, permitía que la ciudad de Buenos Aires se volviera un caos durante varios días al hilo, bloqueada por piquetes variopintos. El Gobernador tuvo que pagar, en Kraft, la factura de la extensa inacción de la autoridad nacional. El Ministerio de Trabajo dejó avanzar las medidas de fuerza de los trabajadores de Kraft sin atinar a ninguna mediación efectiva ni a acto de autoridad alguna.

La empresa -una firma global con más de 10.000 empleados en el mundo- había despedido a 162 trabajadores, entre ellos a algunos con protección gremial por formar parte de la Comisión Interna o ser delegados o congresales del sindicato. La comisión interna, distanciada de la conducción máxima del gremio, impulsó medidas duras y la planta fue ocupada plenamente -es decir: se mantuvo sin operar- durante más de un mes. Ninguna de las partes aceptó la instancia de la conciliación. Cuando la situación escaló, el Estado nacional le reclamó a la Provincia que actuara. Un Juez puso la firma para el allanamiento. A esa hora, el Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, "monitoreaba" la represión y el desalojo de Kraft desde Pittsburgh, Estados Unidos.

Scioli habrá tenido que pagar esta factura, pero eso no cancela los pagarés que el Gobierno central tiene por delante. En materia gremial, Olivos y la Casa Rosada apostaron sus fichas a la CGT y a la conducción de Hugo Moyano y sus aliados, y ahora se encuentra con que esas compañías no le son útiles para poner en caja conflictos en los que los trabajadores se movilizan detrás de cuadros de base combativos e independientes, enfrentados tanto con "la patronal" como con "la burocracia sindical". Estos fenómenos se han repetido con daños sensibles para el Gobierno: es el caso de los trabajadores de subtes en la Capital (comisiones internas que quieren un gremio propio, autónomo del de Transporte) y ahora el de Kraft. Hay vasos comunicantes entre estas líneas gremiales y una amplia red de cuadros militantes estudiantiles que le ofrecen caja de resonancia a los conflictos y les agregan potencial movilizador. Y esto ocurre cuando el Gobierno se debilita, la economía se contrae y la situación social -fuera de las fantasías del INDEC- se ensombrece notablemente.

El Gobierno, cuya táctica hasta el momento había consistido en cooptar, vía uso de la caja, movimientos barriales de sectores vulnerables o altos liderazgos sindicales, no conoce instrumentos para conquistar a estos nuevos actores que tienden a ganar protagonismo.

Por otra parte, el intento de levantar la olla jalando de la tapa, que llevó al oficialismo a aliarse con Moyano y congéneres, presenta ahora otro costo alto: ese maridaje entre Gobierno y gremios adictos se encuentra rodeado por una densa atmósfera de sospecha. Esto, a raíz de las revelaciones sobre la canalización de medicamentos adulterados a través de diversas obras sociales gremiales. El funcionario del Estado que debía controlar que eso no ocurriera no lo hizo, pues estaba ocupado en recaudar óbolos de los adulteradores para la campaña presidencial de la señora de Kirchner.

Dado el activismo que han adquirido últimamente los jueces, aquel idilio entre Gobierno y gran gremialismo oficialista corre el riesgo de desfogarse mayormente por el barrio de los Tribunales.

En esta columna se señaló tiempo atrás que se estaban creando las condiciones atmosféricas de un "mani pulite", ese fenómeno que, en Italia, desarticuló el viejo sistema político y golpeó personalmente a muchas de sus figuras, montado sobre el emblema anticorrupción y basado en una alianza de hecho entre periodismo y Justicia. En Argentina, en las últimas semanas ha trascendido una extensa nómina de casos que aluden a usos desviados del poder político (caudalosos subsidios otorgados dolosamente; terrenos vendidos a precio de regalo a personalidades del gobierno; operaciones de "apriete" lanzadas bajo la bandera de la AFIP; valijas con dólares que ingresan clandestinamente; ministros o secretarios que viven como maharajás y adquieren mansiones en Calafate, aviones o embarcaciones; ingresos de funcionarios que, de un año a otro, se triplican en el orden de millones de dólares; y otros). Lo nuevo no reside sólo en que estos casos lleguen a los medios, sino en que los jueces actúen con cierta celeridad. Néstor Kirchner ya ha sido citado por la Justicia para que explique la fórmula que le permitió incrementar tan notablemente su patrimonio en pocos meses y, también, para que demuestre que no fue falsa la reunión de la conducción del PJ que decidió la intervención del peronismo de Catamarca y le trabó a Luis Barrionuevo la posibilidad de competir electoralmente. El Fiscal consideró verosímiles las afirmaciones de Barrionuevo y los elementos de prueba que presentó.

Hechos como estos son los que avalan un diagnóstico en el que coincidieron la última semana el Gobernador de Santa Fé, Hermes Binner, y el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri: "El ciclo de Kirchner terminó".

Jorge Raventos

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