LA GUERRA DE LOS DÉBILES
Recambio generacional * Cartas al Tío Plinio
9 de Septiembre de 2009
La Guerra de los débiles
Artillería pesada de Clarín contra Kirchner. Tío Plinio querido,
Con el kirchnerismo ya perdieron credibilidad hasta los medicamentos.
En lugar de producir misericordia, los afectados por el cáncer, o por la plaga del sida, produjeron la oportunidad de encarar negocios magníficamente tenebrosos.
Placebos carísimos, para el enfermo estafado. Que se aferraba, científicamente, al tronco de la vida.
La problemática trasciende, en su patética banalidad.
Deslegitima la campaña electoral de La Elegida. Hacia la presidencia, hoy moralmente devastada. Por responsabilidad, casi exclusiva, de El Elegidor.
Los aportantes estaban vinculados, tío Plinio querido, a la voluptuosa monstruosidad.
Con los fondos salpicados por la sospecha, lo que aportaron, en realidad, fueron los argumentos que justifican la “artillería pesada”. Que apunta, con estricta perversidad, hacia los pilares del gobierno debilitado. Por la concatenación de los desastres seriales que aluden a las corruptelas, que se registran entre las polvaredas de la guerra privada. Con los contendientes débiles que merecen -los dos- perder. Kirchner y Clarín.
Artillería pesada
Diariamente, los escasos desinformados pueden, gracias a Clarín, sorprenderse.
La guerra contiene violencia verbal. El recurso recuperado del periodismo despliega -según La Elegida-, “artillería pesada”. La pólvora puede llevárselos puestos.
Brotan los aviones plácidamente dudosos. Los enriquecimientos dolosamente ilimitados. Los empresarios precipitadamente influyentes, presentados como testaferros. O como meros socios (de alguien incapacitado para tener socios).
Brotan los sobreprecios estremecedores que jalonaron las ceremonias orgiásticas de la obra pública. La que servía para engrosar, tío Plinio querido, el fabuloso Sistema Recaudatorio de Acumulación. Pero las obras servían, sobre todo, para anunciar. Para que el líder, desde el podio, castigara al semejante a través de los anuncios. Para que maltratara a la colección de “corporaciones culposas”.
“Denuncias de corrupción golpean puntos sensibles de los Kirchner”.
Sentencia que se lee, sin ir más lejos, en el título de Clarín. Página impar. En el pleno fulgor de la batalla.
Ocurre que en Clarín descubren, tardíamente, la existencia maligna del Rudy. De Lázaro, El Resucitado. De Cristóbal. De Jaime, el Señor de los Subsidios. Y hasta de El Neolopecito.
Conmueve la fragilidad del diario que se creía monopólico.
Que trata -cuatro años después- las peripecias, consideradas agotadas, por el JorgeAsísDigital.
De haberlo tratado Clarín, a Kirchner, en el pasado inmediato, con el diez por ciento de la dureza crítica de la actualidad, jamás se hubiera producido la ocupación global del vacío. El ascenso irresistible del débil que provocó la engañosa sensación de hegemonía. La tentación viable de imponerse. De instalarse como un temible mandamás. Un santacrucificador implacable.
La batalla positivamente generó, tío Plinio querido, aquello que Sergio De Cecco, el olvidado dramaturgo, llamaba “El gran deschave”.
Porque Clarín deschava, demoradamente, la desnudez berreta del Rey Venal.
Sin embargo, las denuncias explícitas de Clarín contienen el despreciable efecto bumerang. Porque autodeschavan, por acumulación, la enorme complacencia del ayer.
Así sobreviva a la ofensiva alucinante de Kirchner, para Clarín, en adelante, nunca será lo mismo. Persiste, pero tajeado. Recortado. Deschavado. Pulverizado en la materia fundamental para el ejercicio del periodismo. La credibilidad.
Lo que hay
A través del conflicto Kirchner-Clarín, se asiste, tío Plinio querido, al grotesco de La Guerra de los Débiles.
Aunque los abundantes distraídos, aún, los crean fuertes. Tristezas de lo poco que hay.
Conste que Kirchner no es, a propósito, ningún tirano.
Ni siquiera es El Dictador Hegemónico.
A lo sumo, cuando mucho, de creerle a Clarín, es “Apenas un delincuente”. Como aquel título clásico, en blanco y negro, que inmortalizara a Oscar Vallicelli.
Conste que Clarín, tampoco, es ningún monopolio temible. Es apenas un supermercado comunicacional que, a través del ejercicio selectivo de la información, persigue la gestación de negocios, crecientemente redituables. Meros subproductos comerciales.
Expansiones que se inician con Papel Prensa. Y culminan, de ser posible, con Telecom.
Pero Clarín -albricias- tiene algo de suerte. Porque ocurre que a Kirchner no lo quiere más nadie. Tal vez, un poco, lo quiera aún La Elegida. Aunque le arrojó el gobierno hacia el cesto de los desperdicios.
Si la sociedad, aún indiferente, descubre, de pronto, que a Kirchner, perder esta guerra, lo afecta, va a inclinarse, probablemente, a favor del supermercado.
Pero necesita, imperiosamente, que se proyecte un relator.
Una especie de De Angelis. Que represente la emoción. El valor ausente en la batalla.
Rendo, para hacer de De Angelis, no alcanza. Tiene bastante pudor.
Vila, aunque es bastante vivaracho, tampoco.
Para beneficio de Kirchner, aún no aparece el relator que emocione, o por lo menos movilice, el interés de la sociedad indiferente.
De todos modos, resultan admirables, en Kirchner, tío Plinio querido, las demostraciones de fuerza. En pleno esplendor de la debilidad. Por ejemplo amaga, en defensa propia, con la próxima candidatura presidencial.
Para desorientar a la indolencia de la oposición, le basta con el amague. Que se lo comen, todos, muy pronto. Hasta transformarlo en una candidatura real.
Dígale a tía Edelma, la pisciana compulsiva, que debe rodearse, hasta el final de mes, de la gente de Leo. Es soportable. Y dígale que sus números de la suerte son el 8, el 18, el 57 y el 64. Lo asegura el Portal “En Plenitud”, que siempre acierta.
ASIS
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