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jueves, 10 de septiembre de 2009

PACTO DE LA MONCLOA




¡Ufa con el Pacto de la Moncloa!

Cada vez que Argentina vive un momento de crisis, alguna dirigencia se aviene a hablar de las maravillas que originó en España el Pacto de la Moncloa, maná que también podría caer mansamente sobre las testas criollas para solucionar todos sus problemas, habidos y por haber, si su dirigencia se sienta a la mesa de las negociaciones y se pone de acuerdo en algunos puntos trascendentales.

Por hache o por be, por cuestiones que deberían ser pasto de los historiadores, la dirigencia local piensa siempre en extranjero aunque podría decirse sin temor a equívocos, por los frutos que se conocen, que en primer lugar piensan en ellos mismos.

Pactos en Argentina hubo y los hay a montones, y cada lector podría agregar a esa larga lista el que sea de su mayor desagrado porque cada pacto se convierte al corto tiempo en un verdadero pato. de la boda, que la población paga necesariamente al contado o en cómodas cuotas, con o sin anestesia y default incluido. El último pato que pagarán los felices contribuyentes será el que firmaron el titular de la AFA y la Casa Rosada. Para qué vamos a ir tan atrás en el tiempo y a España si los podemos ver en vivo y en directo. ¡A la muy izquierda de su pantalla, señora, pero con un sonoro ¡plin, caja!

Cuando todo lo que sucede afuera es mejor se está en problemas. Es como esos descerebrados que se babean en familia mirando las desnudeces de la televisión, ignorando al mismo tiempo a la mujer que por el mismo precio le sirve la comida, lava sus calzoncillos y cría a sus hijos.

El dirigente argentino es un producto digno de otra novela de Mary Shelley. Se auto complace hasta el paroxismo fantaseando con ser como Lula, tener la democracia de Uruguay, la economía de Chile, la sangre de Morales, los hijos de Vigo, la tiranía de Castro, la manera de asesinar de Guevara o el ETA, sueña con fabricar la bomba atómica o calzar un presidente alto, negro y con un zapato blanco, que es lo que está de moda. Le gusta la economía alemana, el diseño de muebles escandinavo, los autos japoneses, ir de tiendas a New York, visitar París, caminar sobre el paso de cebra de Abbey Road, humedecerse en el Caribe y pensar por izquierda mientras come a cuatro manos, se viste y engorda sus bolsillos por derecha, como estos "jóvenes idealistas" de ayer que en la actualidad gobiernan y están destrozando el país.

En nuestro país no se necesitan pactos entre dirigentes porque demasiados se han hecho a espaldas de los electores, tendencia que se observa cada semana que pasa. Hay cosas más importantes en qué preocuparse. Son las que inquietan al empresario, empleado, obrero, ama de casa o cualquier padre. Hoy jueves, el deporte nacional es pegarle a Maradona: creíamos que era el pato y no necesariamente el de la boda. En esa nadería se pierde el tiempo a pesar de que el mapa recuperó a Misiones merced a un tornado que quitó vidas y casas. La provincia había sido olvidada después de la victoria del obispo Piña porque ya se sabe que si no aparece en la tele no existe. Ahora sí. ¿Hasta cuándo?

Si Susanita se peleó con Mariquita y Carlitos se fue con Robertito, esos hechos no le cambiarán la vida a nadie: mucho menos ciertos acuerdos que, por experiencia, van destinados al fracaso para muchos y benefician a muy pocos. "Acordar" la tenencia legal de una "plantita" de marihuana en el hogar para "consumo personal", es un claro ejemplo.

Basta de "acuerdos". Basta de pensar en extranjero. Basta de liberalizar y pervertir las costumbres y al mismo tiempo atornillar a los cajones de los funcionarios cualquier atisbo de iniciativa privada.

El único acuerdo posible en los tiempos que corren es el de poder salir a comprar cigarrillos sin ser asesinado, poder trabajar y comerciar libremente sin la inquisidora mirada corrupta del burócrata de turno. Así lo expresa el artículo 14 de un gran y único acuerdo firmado en 1853: "Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender". A cumplirlo y, fundamentalmente, a hacerlo cumplir.
SALINAS BOHIL

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