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sábado, 26 de septiembre de 2009

ES LA LIBERTAD ESTÚPIDO


Decía Von Mises que “El problema del socialismo es que aún los que se le oponen aceptan sus postulados”; nada más descriptivo del proceso de involución argentino en cuanto a la valoración de lo importante y lo accesorio. Recién ahora hay reacciones contrarias a la pretensión oficial de controlar los medios de comunicación, cuando el peronismo gobernante viene pisoteando las instituciones desde su arribo en 2003.

La sociedad argentina no entiende que la libertad es un concepto indivisible por cuanto debería haber rechazado cada atropello, no sólo el cometido contra sus intereses directos. Pero no lo hizo y, en su defecto, permitió socialismo más o menos encubierto mientras lo que se vulneraban fuesen derechos aparentemente ajenos. Ese es el gran error de la clase dirigente contemporánea, llena de empresarios socios del gobierno, partidos débiles y justicia dependiente del poder político. Ninguno ha defendido la libertad como valor esencial sino desde su conveniencia sectorial.

Todos los autoritarismos que padeció el mundo censuraron el pensamiento independiente. La Argentina no está excluida de esa estadística. El primero de los que eligió, Juan Manuel de Rosas, persiguió con saña manifiesta a sus opositores quienes, lejos de rendirse, se alejaron del país ante la amenaza a sus vidas para detenerse a pensar la sociedad que vendría luego de Rosas. De hecho, habría mucho para hacer después de tanto atraso porque la característica de los dictadores es frenar el crecimiento y trabar la libre iniciativa.

El siguiente capítulo de la misma pesadilla autoritaria nacional fue Juan Domingo Perón quien, más allá de sus sinuosos artilugios para acceder al poder, hostigó, intimidó y acalló cuanta voz adversa a sus modos y sus políticas pretendiera levantarse. Heredero por voluntad propia y admiración personal del fascismo europeo, no logró concretar su propio enunciado: “Yo pretendo imitar a Mussolini en todo, menos en sus errores” porque en la práctica llevó adelante lo peor de aquel régimen incluida la protección política de las figuras más deleznables de la locura nazi, paradigma de intolerancia.

El tercer episodio histórico donde la población se dio a sí misma un conductor autoritario es el reciente advenimiento de Néstor Kirchner. Los años que separan su aventura de las de Rosas y Perón debieran hacerla diferente; sin embargo, los parecidos son demasiados.

Los tres atacaron la raíz de la civilización occidental: el derecho a la libertad. Los tres profundizaron los disensos y asentaron sobre ellos su fuerza. Utilizaron el miedo como arma y el poder como instrumento y cuando entendieron que las instituciones de la república estaban lo suficientemente debilitadas, fueron por la prensa, último espejo de una realidad cuyo reflejo el gobierno peronista de los Kirchner se niega a mirar.

La Argentina vive los últimos instantes de libertad para expresarse. La ley de medios audiovisuales que impulsa el oficialismo está próxima a sancionarse. Hace unos días encontró el número necesario de cómplices en la Cámara de Diputados y todo indica que lo mismo habrá de ocurrir entre los senadores en breve.

Los detalles del delito casi aburren de tan repetidos: control del estado a diestra y siniestra (sobre todo, a siniestra); amigos del poder político a la titularidad de las empresas dueñas de medios de comunicación; amigos del poder político a la titularidad de las frecuencias de radio y televisión; amigos del poder político repartiéndose millonaria pauta publicitaria oficial; amigos del poder político a la pantalla y a los micrófonos de canales y radios; discurso único, vacuo y chorreando “auto-bombo” respecto de la gestión oficial y mucha cadena nacional para comunicar hasta el más insignificante proyecto del gubernamental.

La única diferencia entre las tres dictaduras mencionadas es la respuesta de las sociedades que las padecieron. Tanto Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX como Juan Domingo Perón en el XX debieron enfrentar una resistencia intelectual y política pétrea para las que no existió nada superior a la defensa de la libertad del individuo. La clausura de medios de comunicación en ambos casos y los cientos de exiliados son prueba suficiente de la intolerancia reinante.

Lo más grave de la actual dictadura que padece la Argentina no es la genética peronista que el mundo civilizado conoce y rechaza sino la tibieza en el bando de la libertad. No hay espadas ni voces decididas sino apenas espasmos, tímidos y ocasionales, ritmo con el que no se derrota el autoritarismo.

El verdadero peligro argentino hoy es la falta de una sólida resistencia a las intenciones hegemónicas de Kirchner y de eso saca provecho porque sabe que el peronismo “disidente” antes que “disidente” es peronismo y sabe también que tiene por delante una sola complicación política real y es la que se creó a sí mismo cuando incorporó un vicepresidente de origen radical a la fórmula presidencial en 2007. Actualmente Julio Cobos representa la única tormenta que deberá sortear el kirchnerismo en el futuro inmediato y, muy probablemente, neutralizarlo sea su próximo objetivo.

Publicado por María Zaldívar para María Zaldívar el 9/25/2009 11:

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