FOTOGRAMAS DE UNA PELÍCULA
FOTOGRAMAS DE UNA PELÍCULA
(que terminará mal)
Por el Dr. Enrique Guillermo Avogadro
“Y formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena”
Francisco de Quevedo
La despreciable película que don Néstor le ha regalado a la Argentina nos ha deparado, en estos últimos tiempos, algunos fotogramas trágicamente curiosos.
El director de este film bizarro siempre se ha caracterizado por su capacidad de construir poder, y en dilapidarlo a una velocidad digna de un corredor de Fórmula Uno. Para comprobar este aserto basta con recordar que, a fines de 2007, consiguió imponer a su títere con una mayoría tal que le evitó concurrir al ballotage.
Sin embargo, cuatro meses después que doña Cristina asumiera su rol de presidente “de mentirillas”, fabricó un conflicto grave con el sector más dinámico e innovador de la economía argentina y, por ello, con todo el interior, que tantos votos había aportado al triunfo de su cónyuge. Con esa actitud, hizo trizas la ‘confianza en el Gobierno’, cuyas últimas mediciones (publicadas esta semana en el diario ‘O Estado de São Paulo) arrojan un mísero 5% como intención de voto a Kirchner.
La lista de desmanes en esta materia, como en tantas otras, es larguísima, pero el operativo de la AFIP contra Clarín, sus empresas y sus directivos se ha convertido, internacionalmente, en el ejemplo prototípico de lo que no debe hacerse. En mi caso, que nunca he sido devoto del diario fundado por Noble, histórico y sibilino negociador con todos los gobiernos que en la Patria han sido desde el Proceso hasta ahora, ha conseguido que me embandere con él en defensa de la libertad de prensa.
Y he aquí el primero de los fotogramas a los que se refiere el título de esta nota: la imagen de los sabuesos, con sus camionetas negras, anteojos negros y rostros pétreos, rodeando e invadiendo la sede del diario.
Porque sólo un necio total –o alguien convencido de su omnímodo poder- pudo haber cometido una torpeza de esa magnitud, en plena discusión del proyecto de Ley de Medios.
Demás está decir cuál fue la reacción de todas y cada una de las organizaciones que nuclean a la prensa y a los medios en todo el globo, que informaron urbi et orbi acerca de este ataque bolivariano a la libertad en nuestro país.
La pretensión actual del meritorio Aníbal Fernández, tratando de “vender” la idea de que fue la oposición, política o mediática o ambas, quienes desataron uno de las operaciones de mayor envergadura humana de la historia del organismo recaudador, sin el conocimiento de su jefe, el también meritorio Echegaray, o del propio Kirchner, es un nuevo insulto a la inteligencia del común de los argentinos.
¿Cree, seriamente, el Jefe de Gabinete que puede despreciar de tal modo a sus gobernados y salir indemne de ello? Pareciera que sí.
El segundo de los fotogramas que, ciertamente, tiene una antigüedad mayor, fue impreso en el abrupto final de la reunión plenaria de las tres comisiones de la Cámara de Diputados, celebrada para despachar rápidamente y a tambor batiente un dictamen común que les permitiera llegar al recinto.
La imagen de la Presidente de la Comisión de Libertad de Expresión, tratando de explicar el correcto procedimiento que hubiera debido aplicarse en el caso, superada por la prepotencia de los legisladores kirchneristas, nos dio la primera pauta de lo que será el futuro inmediato.
El tercero fue el allanamiento a la sede de La Bancaria ordenado por el ahora corajudo Dr. Oyarbide, la vinculación del tráfico de medicamentos con la campaña de doña Cristina y con el poder de los Gordos sindicalistas.
Este episodio, que Christian Sanz no ha dudado en calificar como el Watergate local en su ‘Tribuna de Periodistas’, ha repercutido y repiqueteado también en toda la prensa mundial, desgastando aún más, si ello fuera posible, la imagen de la Presidente de la Nación, nuestro tan elegante representante en cuanto foro aparece.
Lamentablemente, nadie ha puesto el acento sobre la enorme criminalidad de esta mafia enquistada en el poder, capaz de matar a enfermos de cáncer o de SIDA -¿no estamos frente a un verdadero genocidio?- por un lucro económico, que debe ser fantástico, toda vez que sus organizadores no han dudado en buscar una protección de tan alto nivel.
Por otra parte, y pese a que no ha tenido demasiada recepción en los medios nacionales, otro fotograma importante lo constituyó esta semana el viaje de nuestro “aliado estratégico”, el papagayo venezolano, durante el cual se reunió con Khadafi, en Libia, con Medgadev, en Rusia, y con los líderes iraníes, precisamente aquéllos que, burlándose de la Justicia nacional, designan Ministro de Defensa a un prófugo, acusado del insano atentado a la AMIA.
Es precisamente con Chávez con quien hemos establecido el único vínculo –muy caro, en términos de tasa de interés- que hoy nos permite tener acceso a créditos externos, si bien éste se encuentra en una difícil situación, por la caída en los precios del petróleo. La sola posibilidad de que se nos identifique, internacionalmente, con ese nuevo “eje del mal” constituido por Caracas, Teherán y P’yŏngyang, soportado financieramente por Moscú y Bengasi, nos tiene que dar una idea de nuestro aislamiento; y no digamos si a ello le sumamos nuestra privilegiada relación con La Paz, Quito y Managua.
Ese deterioro notable que Argentina sufre respecto a los escenarios mundiales se vincula, directamente, con la desaparición de nuestro país de los planes de inversión de todos aquéllos, particulares y empresas, que hoy estudian alternativas de largo plazo; los Kirchner nos han dejado sólo con los escasos jugadores compulsivos y audaces que, en pos de un interés muy alto, están dispuesto a asumir un riesgo financiero –no económico- que todos los demás descartan.
Sin inversiones, Argentina no tiene posibilidad alguna de desarrollarse, ni de sustentar la necesaria infraestructura que, por definición, se relaciona con el largo plazo.
Lo peor de todo es que se trata de una secuencia: si no hay inversiones, no hay nuevos puestos de trabajo, no hay crecimiento, no hay exportaciones, no hay servicios. En una palabra, Kirchner nos está condenando al achicamiento veloz de nuestra economía, a la desocupación, al estancamiento, a la desocupación, a la inflación, a la pobreza y a la indigencia.
Otro de los fotogramas que merece ser citado en esta apretada crónica tiene que ver con el diálogo de Cobos con la oposición, frente a la cual el airado Gobierno ha reaccionado pidiendo la renuncia del Vicepresidente de la Nación.
El único signo verdaderamente positivo en estos tiempos tan negros y ominosos lo constituyó esa cuasi plena reunión de la oposición en la Presidencia del Senado, gritando que todas las leyes que sean sancionadas por la escribanía legislativa, esa que don Néstor y doña Cristina perderán en diciembre, serán revisadas y, en su caso, derogadas.
Espero, con ansias, que ésta sea la última vez que Argentina aproveche su mala fama y, obligada por unas circunstancias sólo atribuibles a Kirchner, se vea en la necesidad de cambiar marcos legales.
El argumento, que han utilizado todas las espadas del kirchnerismo, en especial Aníbal Fernández, para exigir la dimisión de Cobos es que quien integró la fórmula ganadora y que, consecuentemente, compartía sus postulados, no puede transformarse, de la noche –concretamente, la de la votación de la Resolución 125- a la mañana, en un opositor.
Si bien tal razonamiento es, teóricamente, sustentable y responde a la lógica interna, no debemos ignorar que doña Cristina hizo caso omiso de todas y cada una de sus promesas electorales, en especial de aquéllas relacionadas con la institucionalización del país.
Entonces, ¿qué pretenden los Kirchner y sus lenguaraces? ¿Qué Cobos sea leal a una plataforma electoral pre-acordada o a una persona que, precisamente, la ha convertido en letra muerta?
¿Con qué derecho quienes han cambiado en el aire sus promesas piden una lealtad comparable a la que pretendían merecer los monarcas absolutos? ¿Se la creyeron? ¿Ignoran, en serio, que Argentina es República?
Todo esto nos conduce, inevitablemente, al abismo. Un abismo que hasta puede ser deseado por Kirchner para aducir que fue eyectado del poder y pretender, más adelante, regresar a él.
Reitero mi propuesta para hacerle el gusto: ¡echémoslos ya!
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