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martes, 11 de mayo de 2010

AUTISMO PISTOLITA


Río Negro - 11-May-10 - Opinión

http://www.rionegro.com.ar/diario/opinion/editorial.aspx?idcat=9542&tipo=8

Editorial
Autismo comercial

Aunque la presidenta Cristina Fernández de Kirchner insiste en que la Argentina, como buen miembro del Grupo de los Veinte, se opone al proteccionismo porque entiende muy bien que de multiplicarse las barreras comerciales las consecuencias serían nefastas para todos, sus afirmaciones en tal sentido no parecen incidir en la política económica del gobierno que formalmente encabeza. Gracias en buena medida a la influencia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el funcionario respaldado por Néstor Kirchner que se ha acostumbrado a actuar como si fuera el auténtico ministro de Economía, nuestro país corre el riesgo de ser considerado uno de los más proteccionistas de todos. Luego de procurar impedir la importación de una amplia gama de productos provenientes de China, iniciativa que podría costarnos muy caro porque en represalia los chinos han decidido que no es de su interés continuar comprando cantidades enormes de soja argentina, Moreno se ha propuesto defendernos contra una eventual "invasión" europea y, para rematar, parece igualmente resuelto a seguir trabando las importaciones de bienes brasileños. Según Moreno es necesario mantener a raya aquellos alimentos y bebidas, e insumos, de origen extranjero que compiten con la oferta local, porque de devaluarse el euro y reducirse el consumo en Europa resultarían ser más baratos y por lo tanto plantearían un peligro a nuestros trabajadores. Si bien Brasil no es un país europeo, sus exportadores temen verse perjudicados por la medida.

Moreno sabe que fronteras adentro puede hacer cuanto se le antoje sin preocuparse por la reacción de las víctimas de sus atropellos, porque cuenta con el aval de los Kirchner, pero ni él ni ellos tienen el poder suficiente como para intimidar a los gobiernos de otros países. A juzgar por la conducta del secretario de Comercio y el matrimonio presidencial, los tres suponen que nuestros "socios" comerciales pasarán por alto las medidas destinadas a mantener a raya el espectro de la globalización, por no querer que se difunda la idea de que el proteccionismo está poniéndose de moda nuevamente o verse involucrados en un conflicto con un gobierno que se ha hecho notorio por su arbitrariedad. Si piensan así se equivocan. Por reacios que sean los chinos, europeos y brasileños a pronunciar la palabra "proteccionismo", si nuestro gobierno sigue mofándose de las reglas tanto escritas como no escritas del comercio internacional dejarán de comprar los productos que exportamos so pretexto de que violan las normas sanitarias, como en efecto ya han hecho los chinos al quejarse por la calidad supuestamente deficiente de la soja que importaban. Asimismo, como acaba de advertir el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, a menos que nuestro gobierno modifique pronto su actitud frente al resto del mundo, tarde o temprano comenzarán a llover denuncias contra la Argentina, lo que no nos ayudaría en absoluto a salir del aislamiento financiero. Por el contrario, podría agravarlo justo cuando el gobierno se ha propuesto reconciliarse con los acreedores. En el exterior, la negativa de los Kirchner a permitir que el Fondo Monetario Internacional revise las cuentas nacionales ha motivado dudas en cuanto a la conveniencia de que la Argentina siga integrando el G20; el brote de proteccionismo impulsado por Moreno brindará más argumentos a quienes quisieran "actualizar" dicha agrupación.

Los motivos por los que Moreno ha decidido protegernos de los alimentos y bebidas foráneos distan de ser claros. Su incidencia en la balanza comercial es escasa, ya que en su conjunto llegan a apenas el 1,41% de las importaciones, de suerte que es de suponer que ha querido congraciarse con alguna empresa determinada o con un sindicato del sector. Sea como fuere, el que la reacción instintiva del gobierno kirchnerista frente a cualquier problema atribuible al intercambio comercial consista en cerrar un poco más la economía es preocupante. La experiencia de muchos años debería habernos enseñado que tratar de "vivir de lo nuestro" es una idea muy mala, ya que intentarlo nuevamente sólo serviría para que, a cambio de algunos beneficios sectoriales efímeros, la industria se hiciera aún menos competitiva y, como si esto fuera poco, también perjudicaría mucho nuestra ya nada envidiable reputación internacional.

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