MÁS VIVO QUE EL HAMBRE
MÁS VIVO QUE EL HAMBRE
Por el Dr. Guillermo Enrique Avogadro
"Aquel que desea, pero no obra, engendra peste"
William Blake
Ayer nomás, nuestra elegantísima e inteligentísima doña Cristina, bajo el férreo comando de su marido, dio una nueva muestra de cuánta viveza criolla, más que cualquiera de sus opositores, conserva don Néstor.
De un solo plumazo, y rodeada de casi todos los gobernadores, barrió con la discusión acerca de la redistribución de impuestos, vía aportes del Tesoro nacional –los famosos ATN-, y agrupó a una tropa que estaba amenazando, con el desdoblamiento de elecciones, las escasas probabilidades que, aún hoy, le asignan las encuestas conocidas al tirano de Olivos.
Los nobilísimos gobernadores, una vez más, se encolumnaron férreamente, demostrando así la inalterabilidad de sus principios morales y políticos (¡cómo se reiría Groucho Marx!), detrás de la gruesa caja que, para sus males, continúa en manos de don Néstor. Don Verna y don Carlos les habían señalado el camino.
Por otra parte, la proverbial suerte que ha acompañado, desde su inicio en 2003, la gestión de éste –a pesar de todos los disparates que comete para perderla- volvió a acompañarlo, al ritmo que el fenomenal paquete de ayuda a Grecia –por cierto, ¡qué historia reciente parecida a la nuestra!- marcó para la resurrección de una Europa que, el viernes pasado, todos daban por muerta.
Con el alejamiento del default griego, que conlleva también una esperanza de solución para Portugal, España e Irlanda, es muy probable que el mercado de las commodities, indispensable para el buen año que auguran todos los economistas locales, continúe firme y garantice un fenomenal ingreso de divisas para Argentina. Si bien hoy parece haber más cautela en los mercados, después de la desaforada euforia de ayer, la sensación generalizada es que Alemania y Francia, sobre todo, impedirán la caída del euromercado.
El único nubarrón –no es uno menor- que se cierne sobre el futuro económico inmediato local es la inflación, que con el mambo que pondrá a sonar don Néstor para hacer bailar el gasto público en un año preelectoral, tenderá, necesariamente, a incrementarse.
El Gobierno continuará haciendo volar la demanda, en un escenario en el cual, por la falta de reglas claras, de previsibilidad y de seguridad jurídica, nadie está invirtiendo para incrementar la oferta; desde que el mundo es mundo, cuando se pide mucho y se ofrece poco, los precios suben.
Tampoco resulta despreciable como factor el avance de las causas por corrupción que algunos jueces y fiscales están llevando adelante, pero los tiempos son lentos y, aún con decisión, resultará difícil que se alcancen resultados en el corto plazo.
Del lado de los opositores –sigo negándome a llamarlos oposición- el vendaval, como tan bien lo describió Carlos Pagni en su análisis semanal, que hizo estallar a los todos los partidos y los convirtió en meros sellos de goma, transformando a la política argentina en un páramo en el que se mueven individuos y no estructuras, hace que el país carezca de propuestas serias, discutidas en el seno de cada organización y ofrecidas a la población, para que esta escoja, en las elecciones, cuál es la que más se parece a lo que piensa y, sobre todo, le interesa.
Hace mucho tiempo, cuando se produjo la confiscación de los ahorros privados depositados en las AFJP’s, como gran parte de éstos estaba invertida en acciones de distintas empresas, dije que don Néstor liquidaría esos stocks y que, con esa actitud, haría desaparecer, en la práctica, el mercado de capitales argentino.
Una de las personas más lúcidas que conozco, el Embajador Juan Carlos Sánchez Arnau, me respondió, públicamente, que estaba equivocado. Que, una vez que Kirchner se hiciera con esas participaciones accionarias, sentaría en los diferentes directorios a sus esbirros, y que las usaría para consolidar su poder económico. Es más: llegó a asegurar que, de concretarse la maniobra, nunca más podríamos echarlo del poder. Obviamente, mi amigo tenía razón, y yo no. Espero que la segunda parte de su vaticinio no se cumpla tan exactamente, al menos, como la primera.
Sin embargo, la realidad no me deja ser optimista. Don Néstor conserva la iniciativa, y la ejerce de tal modo que deja, permanentemente, descolocados a sus opositores.
Qué todas estas brillantes maniobras y la bonanza económica que, casi con certeza, acompañará los próximos dos años de doña Cristina le permitan ganar, limpiamente, nuevas elecciones es harina de otro costal.
Ni el poderío económico del que hizo gala el kirchnerismo desde fines de 2008 hasta las legislativas de 2009, ni las candidaturas "testimoniales", ni los fraudes en el Conurbano, ni el adelantamiento de las elecciones, ni los medios gubernamentales le permitieron a don Néstor triunfar. Pese a ello, y vendiendo la historia de que "las urnas nos ordenaron profundizar el modelo", está repitiendo la misma receta.
Otra vez aparecen las ofertas con formas de pago a cincuenta meses sin interés, se reparten los fondos de la ANSeS, se hace uso y abuso de la publicidad oficial para disciplinar a los medios de comunicación, se agiganta el ya elefanteásico gasto público. Pero el electorado ya ha demostrado que ha dejado de ser imbécil, que ya no se lo puede comprar con espejitos de colores, y todo ello se refleja en las encuestas, que marcan que, si bien ha subido algunos puntos la imagen positiva de don Néstor y la de doña Cristina, su imagen negativa –que los coloca al fondo de la tabla de posiciones- continúa imperturbable. La clase media urbana -¡y qué decir de la rural!-, ese objetivo tan infructuosamente perseguido por el oficialismo, seguirá aprovechándose de cada dádiva que surja de las arcas del Gobierno, pero votará como le da la gana, y está harta de la corrupción.
¿Qué más podrá sacar, entonces, don Néstor de su galera de aquí hasta octubre de 2011? Lamentablemente, no soy ni un mago ni un vidente ni, mucho menos, tengo tanta "viveza criolla" como él. Lo único de lo cual estoy seguro, es que aún nos esperan muchas sorpresas, todas a costa de la imagen de los opositores, esos pobres tipos a los cuales, una vez elegidos por una sociedad totalmente heterogénea y que vota en consecuencia, se les exigen posiciones homogéneas frente a un oficialismo que tiene un núcleo de acero y, además, atrae como un imán a los dispersos y a los corruptos.
Otro tema, y por cierto no menor, es qué sucederá en la Argentina si Néstor pierde las elecciones o, siquiera, si se convence de que las perderá. Mi pregunta, repetidamente formulada en estas notas, aún no tiene una respuesta: ¿alguien cree que doña Cristina estará en una foto entregando el bastón y la banda a un sucesor hostil?
De esa respuesta depende nuestro –el de todos- proceder hasta entonces. Porque, es obvio, que el 70% o más de la población quiere que los Kirchner se vayan, y que terminen presos, conjuntamente con todos sus testaferros y cómplices.
Entonces, señores, sólo nos queda una oportunidad y un camino: el consenso. Esta vez, mis queridos chichipíos, como diría el inmortal Tato, tenemos el deber de ponernos de acuerdo en las cinco o seis áreas básicas y escoger, del modo que sea y que acordemos, un candidato único para enfrentar a este insano; para no dejarle, tan siquiera, la posibilidad de llegar al 40% de los votos frente a una oposición dispersa y atomizada.
Y no tenemos mucho más tiempo para hacerlo. El radicalismo, tratando de recuperar sus tradiciones centenarias, llamará a internas y elegirá su candidato. El peronismo federal –o disidente- no puede hacer menos; coincido con Felipe Solá en que no debe prestarse al juego de la interna del PJ contra don Néstor porque éste, un tahúr de siete suelas que ejerce el control sobre la junta electoral, hará todas las trampas posibles para ganarlas y, perdiéndolas, impondrá a sus mejores espadas, por la minoría, en las listas de un peronismo unificado.
Por otra parte, mientras hacemos eso, debemos conformar una agenda propia, distinta a la que don Néstor impone permanentemente, que vaya dando cuerpo a los opositores. El Congreso, sobre todo, debe ponerse a trabajar ya mismo y, aunque se pierdan las iniciativas en manos de los senadores "borocotizados", dar señales claras a la ciudadanía del modo de actuar de consuno, para que ésta recupere la fe y la esperanza en su clase política.
Crónica y Análisis publica el presente artículo del Dr. Guillermo Enrique Avogadro por gentileza de su autor.
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