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domingo, 9 de mayo de 2010

LA IDEOLOGÍA TROLA


LA IMAGEN ES PODEROSA Y SUELE IMPACTAR MÁS QUE LA PALABRA ESCRITA. ADEMÁS, LA PACIENCIA Y EL ÁNIMO TOLERANTE TIENDEN A AGOTARSE

La homosexualidad como ideología

Por Carlos Manuel Acuña
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Hace unas horas, desde España, un amigo, José Antonio Gradín, me hizo llegar un sesudo artículo cuyo contenido comparto plenamente, sobre todo por la espontaneidad con que trasmite el agotamiento de la paciencia, el ánimo más o menos tolerante -al menos hasta hoy- con que en Occidente se acepta este fenómeno de la promoción homosexual en todos sus aspectos y que alcanza una universalidad agobiante que habla de la capacidad de una minoría por imponerse. Este amigo se refiere al problema moral afectado de manera tan seria y alude a la enfermedad que es tan poderosa como para llegar hasta los límites que soportamos. Detrás de la campaña, es fácil descubrir la capacidad económica de los militantes para llevarla adelante y la utilidad que presta a sectores ideológicos que hacen suyo el contenido de esta acción como una forma de minar las reservas y valores que, apabullados, sobreviven en nuestras sociedades agredidas.

Lo religioso, lo doctrinario y el ataque abierto a la naturaleza humana forma parte de ese escrito que se detiene en un riguroso análisis de los componentes de lo que podemos denominar como un verdadero drama crecido en los albores del Siglo XXI que vivimos en medio de tanta ansiedad y angustia. El desarrollo argumental del escrito que comento incluye evidencias y antecedentes dignos de ser tenidos en cuenta para rebatir lo que nos quieren imponer contra viento y marea, pero el hecho es que ese desarrollo argumental resulta vano para frenar el éxito de una tarea promocional y política que llena los bolsillos de quienes se dicen nuestros representantes y en el mejor de los casos, sus mentes incultas o irreflexivas acerca de los resultados que provocarán. Las excepciones que aquí fueron muchas y aplaudimos y rescatamos para la próxima tarea electoral, nos permiten señalar que los otros, al menos en la Argentina, no fueron votados para que hieran tan profundamente nuestro cuerpo social, lo que es algo más que un detalle que debería invalidar un resultado legislativo que tarde o temprano, se revertirá en contra de quienes promueven la equiparación legal entre la sana normalidad y la enferma propuesta. Los invertidos, los homosexuales militantes expresan muy pocos votos y una vez que en esta etapa alcancen lo que buscan, avanzarán por otros andariveles ideológicos y políticos pues en general no les interesa el bien común y piensan preferentemente en cumplir con las formas y contenidos de sus constantes esparcimientos.

Agreguemos entonces que el tema en debate habrá logrado una parte de su objetivo: destruir los valores que nos restan y por cierto, las posibilidades de las nuevas generaciones que nos reemplazarán y así sucesivamente. Agreguemos que siempre hemos se creyó que ese y otros problemas similares nunca podrían darse en la Argentina y se pensó que pese a los errores de los políticos y la ceguera de los dirigentes, nuestra República siempre resistiría esos embates como también siempre lo hizo para resurgir de los descalabros económicos que cíclicamente cayeron sobre nosotros.

Sin embargo, debemos destacar - valga la redundancia - una evidencia que sólo ahora comienza a ingresar en la opinión pública: hoy, las cosas son distintas. Todas, repito, todas las instituciones han sido violadas, agredidas hasta la desazón de quienes consideramos a esta Patria como algo tan propio y querido que merece hasta dar la vida por ella. La justicia, la vida de relación civilizada (hasta el respeto a estos enfermos que saben guardar con recato el drama que los afecta), la defensa de las fronteras y la seguridad cotidiana, la economía y la posibilidad de agrandarla gracias al esfuerzo personal, intelectual y físico, la Ley y la Constitución, la acción política sin manipuleos, el derecho a informarse e informar, la formación de los hijos y, en fin, la familia que es el centro de estas inquietudes, todo esto que no se agota con lo dicho, está tan seriamente afectado que permite vislumbrar un futuro más grave y terminal.

En su artículo, Gradín es elocuente y derrocha una firmeza premonitoria de la profundización de un conflicto más amplio y doloroso y por su temperamento utiliza vocablos que pese a ser justos, contundentes e indiscutibles, por aquello de la semántica el poder homosexual puede avanzar judicialmente contra quienes los expresan. Por ejemplo, hay jueces homosexuales que están invalidados de pronunciarse en estos temas y por eso no se los debe seleccionar para ocupar esos cargos y concurrentemente pensemos en la vulneración de la ley que se produce todos los días, aplicándola sobre quienes disienten con el gobierno, con las condenas a partir de leyes posteriores al presunto delito, a nuevos juicios sobre casos juzgados pese a la taxativa prohibición constitucional de hacerlo, a la obviedad de pruebas inventadas, a la posición destacada en el Estado por funcionarios delincuentes y toda una gama de situaciones cuya sola repetición culminaría la paciencia y tolerancia que mencionamos al comienzo.

Dada la importancia comunicacional que posee la imagen, incorporaremos a estas reflexiones que pueden convertirse en inagotables, el adjunto que ya circula y que Gradín acompañó a su artículo. Con seguridad, por aquello de la paciencia y la tolerancia que volvemos a repetir, lo publicaremos excepto que se produzca el milagro de que las cosas modifiquen el rumbo de colisión que han tomado.

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