EL ASESINO DEL JUEZ QUIROGA
( artìculo "afanosamente" tomado de Horacio Palma )
Raúl Argemi
Nació en La Plata a mediados de los 40, y ahora vive en Cataluña. Emigró después de cobrar una buena indemnización del estado. Ha ganado en España y Alemania varios premios con sus novelas negras en las que una y otra vez “rememora su odisea en los campos de exterminio de la dictadura argentina”, y en las que describe con extraordinaria realidad, oscuros asesinos de sangre fría.
Los críticos literarios suelen decir de él: “se nota que la ha vivido”. Y tienen razón.
Pero hay cosas de él que los críticos gustan esconder con eufemismos, como si la sinceridad cruel de la verdad completa les apretara la conciencia profunda, esa que nos grita desde bien adentro lo que está mal, aunque intentemos ahogar su grito.
Esto dice sobre él una crónica española reciente: “Con poco más de veinte años, siendo todavía un joven estudiante, actor y autor dramático, Argemí inició su lucha contra la dictadura argentina, lo que le llevó a la cárcel en 1974. Estuvo preso diez años, dos de los cuáles los pasó en los pabellones de la muerte. Vinculado desde muy joven al mundo del teatro, al recuperar la libertad entró de lleno en el mundo de la prensa y la cultura. Rotas las esperanzas y ante la perspectiva de un país a la deriva y sin futuro, en 1999 se vino con su hija a España. Y dice Si hay que volver y morir, se vuelve. La muerte no importa. Pero que sirva para algo. Me fui de Argentina porque me estaba poniendo violento”.
¿No es conmovedor? Un idealista talentoso, miembro de una generación romántica que quiso cambiar la argentina combatiendo a la dictadura…¡casi un cuento de hadas! Pero yo le voy a contar lo que nunca le contarán sobre él, y desenmascarar así su mentira.
A las dos y media de la tarde de un 28 de abril de 1.974, Argemí venía en moto con Marino Amador Fernández por las calles frenéticas del centro de Buenos Aires. Desandaban la calle Viamonte esquivando gente y autos. En la esquina de Montevideo casi chocan contra el auto de un juez, que les tomó la patente. Tal vez iban distraídos pensando en los datos que les había cantado, bajo tortura, el Dr. Carlos Alberto Bianco, al que tenían secuestrado desde hacía varios días.
La moto hizo una maniobra extraña y frenó justo en el 1.506 de Viamonte. Desde calle Paraná venía cruzando, puntual, Jorge Vicente Quiroga. Él también iba aquella tarde al 1.506 de Viamonte. Iba a visitar a su amigo Rébori. Marino Amador Fernández y Raúl Argemí lo sabían perfectamente. Lo dejaron pasar, y entonces Argemí o Fernández, o los dos, se bajaron de la moto, sacaron sus metralletas Halcón como por arte de magia, y le metieron 14 balazos a quemarropa…con esos balazos el ERP intentaba vengar a sus camaradas enjuiciados por Quiroga.
Si bien Cámpora los había indultado a todos, ya se sabe cómo es de venenosa la venganza en la sangre resentida de los hijos de puta.
Quiroga cayó en agonía, ellos subieron a la moto y salieron a toda velocidad mientras la gente huía despavorida. Quiroga agoniza y se desangra en la vereda, y agonizará dos horas más en el hospital Rawson antes de convertirse en mártir de la justicia argentina. El testigo del auto frena, y le pasa a la policía la patente de la moto…y con ese dato, la policía de Perón llegó en pocas semanas hasta la calle Fragata Sarmiento 1071 en Ramos Mejía. Allí encontraron un rastrojero robado preparado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un indicador eléctrico mecánico de activación, una ametralladora Halcón cargada, una falsificadora de credenciales, papeles del ERP, miles de proyectiles y un cuaderno con los datos de un funcionario judicial secuestrado: el Dr. Bianco.
Conclusión: Argemí, Violeta Ana Moratto ( pareja de Argemì ) y Fernández, fueron acusados por el homicidio del ex juez Quiroga, por tenencia de armas de guerra y de explosivos, acopio de municiones, asociación ilícita calificada y uso de documentos falsos en concurso real. Y se les sumó luego la sentencia por el homicidio de Quijada, total: 25 años.
Pero por distintas amnistías y reducciones de penas, salieron todos el 15 de agosto de 1.984. La causa pasó por varios juzgados y durante los diez años que estuvieron detenidos cumpliendo la sentencia, fueron defendidos por el Dr. Broquen. Todas las garantías. Todas ¡Vaya campo de exterminio más extraño!
Mírelo fijo a los ojos, porque en cualquier momento podemos cruzarnos con este hijo de puta de buena pluma. Y tenemos la obligación de decirle que sabemos la basura que es.
Autor: Horacio Palma
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